HARPAGÓN.— Aparte (sin que le vean). ¡Cómo! Mi hijo besa la mano de su presunta madrastra, ¡y su presunta madrastra lo tolera sin demasiada repulsa! ¿Habrá algún misterio en esto?
ELISA.— Aquí está mi padre.
HARPAGÓN.— La carroza está dispuesta; podéis partir cuando queráis.
CLEANTO.— Puesto que vos no vais, padre mío, las acompañaré yo.
HARPAGÓN.— No; quedaos. Irán ellas solas; os necesito.