Escena III

HARPAGÓN.— ¡Fuera de aquí al momento y que no se me replique! Vamos, toma el pendingue de mi casa, gran maese fullero, verdadera carne de horca.

FLECHA.— Aparte: No he visto nunca nada tan perverso como este maldito viejo; y creo, con perdón, que tiene el demonio en el cuerpo.

HARPAGÓN.— ¿Refunfuñas entre dientes?

FLECHA.— ¿Por qué me echáis?

HARPAGÓN.— ¿Vas a pedirme explicaciones tú, so bigardo? Sal de prisa, antes que te acogote.

FLECHA.— ¿Qué os he hecho?

HARPAGÓN.— Pues me has hecho… desear que te marches.

FLECHA.— Mi amo, vuestro hijo me ha ordenado esperarle.

HARPAGÓN.— Vete a esperarle a la calle y no permanezcas en mi casa, plantado como un poste, observando lo que pasa y aprovechándote de todo. No quiero tener delante sin cesar un espía de mis negocios, un traidor cuyos condenados ojos asedian todos mis actos, devoran lo que poseo y huronean por todos lados para ver si hay algo que robar.

FLECHA.— ¿Cómo diantre queréis que se las compongan para robaros? ¿Sois un hombre robable cuando todo lo encerráis y estáis de centinela día y noche?

HARPAGÓN.— Quiero encerrar lo que se me antoja y estar de centinela como me plazca. ¿No hay soplones que se preocupan de lo que uno hace?

Aparte: Tiemblo por si habrá sospechado algo de mi dinero.

¿No eres tú de esos hombres que corren el rumor de que tengo dinero en mi casa?

FLECHA.— ¿Tenéis dinero escondido?

HARPAGÓN.— No, pillo, no; no digo eso.

Aparte: Me sofoca la rabia.

Pregunto si no vas por ahí haciendo correr maliciosamente el rumor de que lo tengo.

FLECHA.— ¡Eh! ¿Qué nos importa que lo tengáis o que no lo tengáis, si para nosotros es lo mismo?

HARPAGÓN.— (Levantando la mano para dar un bofetón a Flecha). ¡Te las echas de razonador! Ya te daré yo razonamiento en las orejas. Sal de aquí, repito.

FLECHA.— ¡Bueno! Me marcharé.

HARPAGÓN.— Espera. ¿No te llevas nada?

FLECHA.— ¿Qué voy a llevarme?

HARPAGÓN.— Anda, ven aquí que lo vea. Enséñame las manos.

FLECHA.— Aquí están.

HARPAGÓN.— Las otras.

FLECHA.— ¿Las otras?

HARPAGÓN.— Sí.

FLECHA.— Aquí están.

HARPAGÓN.— (Señalando las calzas de Flecha). ¿No has metido nada ahí dentro?

FLECHA.— Vedlo vos mismo.

HARPAGÓN.— (Palpando las calzas de Flecha). Estas anchas calzas son apropiadas para convertirse en ocultadoras de las cosas robadas, y quisiera yo que hubieran ahorcado a alguien por eso.

FLECHA.— Aparte: ¡Ah, cómo se merecía un hombre así lo que teme! ¡Y qué gozo tendría yo en robarle!

HARPAGÓN.— ¿Eh?

FLECHA.— ¿Cómo?

HARPAGÓN.— ¿Qué hablas de robar?

FLECHA.— Os decía que registraseis bien por todas partes para ver si os he robado.

HARPAGÓN.— Eso es lo que quiero hacer.

(Harpagón registra los bolsillos de Flecha).

FLECHA.— Aparte: ¡Mal haya la avaricia y los avarientos!

HARPAGÓN.— ¿Cómo? ¿Qué dices?

FLECHA.— ¿Qué digo?

HARPAGÓN.— Sí. ¿Qué dices de avaricia y de avarientos?

FLECHA.— Digo que mal haya la avaricia y los avarientos.

HARPAGÓN.— ¿A quién te refieres?

FLECHA.— A los avarientos.

HARPAGÓN.— ¿Y quiénes son esos avarientos?

FLECHA.— Unos ruines y unos miserables.

HARPAGÓN.— Mas ¿a quién te refieres?

FLECHA.— ¿Por qué os preocupáis de ellos?

HARPAGÓN.— Me preocupo de lo que debo.

FLECHA.— ¿Creéis, acaso, que me refiero a vos?

HARPAGÓN.— Creo lo que creo; mas quiero que me digas a quién hablas al decir eso.

FLECHA.— Pues hablo…, hablo para mi capote.

HARPAGÓN.— Y yo podría hablar para tu gorro.

FLECHA.— ¿Vais a impedir que maldiga a los avarientos?

HARPAGÓN.— No; mas te impediré cotorrear y ser insolente. Cállate.

FLECHA.— Yo no nombro a nadie.

HARPAGÓN.— Te apalearé si hablas.

FLECHA.— A quien le pique, que se rasque.

HARPAGÓN.— ¿Te callarás?

FLECHA.— Sí, aunque me pese.

HARPAGÓN.— ¡Ja, ja!

FLECHA.— (Mostrando a Harpagón uno de los bolsillos de su ropilla). ¡Mirad! Aquí hay otro bolsillo. ¿Estáis satisfecho?

HARPAGÓN.— Vamos, devuélvemelo sin registrarte.

FLECHA.— ¿El qué?

HARPAGÓN.— Lo que me has quitado.

FLECHA.— Yo no os he quitado nada absolutamente.

HARPAGÓN.— ¿De veras?

FLECHA.— De veras.

HARPAGÓN.— Adiós. Vete al diablo.

FLECHA.— Aparte: Buena despedida.

HARPAGÓN.— ¡A tu conciencia lo dejo cuando menos!