Escena VII

(Lucas, Andrea y Ginés van saliendo todos tres por la puerta del foro).

GINÉS.— ¡Señor amo!

LUCAS.— ¡Señor don Jerónimo!… ¡Ay, que desdicha!

ANDREA.— ¡Ay, amo de mi alma, que se la llevan!

D. JERÓNIMO.— Pero ¿qué se llevan?

LUCAS.— El boticario no es boticario.

GINÉS.— Ni se llama don Casimiro.

ANDREA.— El boticario es Leandro, en propia persona, y se lleva robada a la señorita. D. JERÓNIMO. ¿Qué dices? ¡Pobre de mí! Y vosotros, brutos, ¿habéis dejado que un hombre solo os burle de esa manera?

LUCAS.— No, no estaba solo, que estaba con una pistola. El demonio que se acercase.

D. JERÓNIMO.— ¿Y este pícaro de medico?

BARTOLO.— Aparte (lleno de miedo): Me parece que ya no puede tardar la tercera paliza.

D. JERÓNIMO.— Este bribón que ha sido su alcahuete… Al instante buscadme una cuerda.

ANDREA.— Ahí había una larga de tender la ropa.

LUCAS.— Si, si, ya se donde ésta. Voy por ella.

(Vase por la izquierda y vuelve al instante con una soga muy larga).

Don Jerónimo. Me las ha de pagar… Pero ¿hacia dónde fueron? ¡Válgame Dios!

ANDREA.— Yo creo que se habrán ido por la puerta del jardín que sale al campo.

LUCAS.— Aquí está la soga.

D. JERÓNIMO.— Pues inmediatamente atadme bien de pies y manos al doctor aquí en esta silla…

(Bartolo quiere huir, y Lucas y Ginés le detienen).

Pero me le habéis de ensogar bien fuerte.

GINÉS.— Pierda usted cuidado… Vamos, señor don Bartolo.

(Le hacen sentar en la silla poltrona y le atan a ella dando muchas vueltas a la soga).

D. JERÓNIMO.— Voy a buscar aquella bribona… Voy a hacer que avisen a la justicia, y mañana, sin falta alguna, este pícaro medico ha de morir ahorcado… Andrea, corre, hija, asómate a la ventana del comedor, y mira si los descubres por el campo. Yo veré si los del molino me dan alguna razón. Y vosotros no perdáis de vista a ese perro.

(Se va Don Jerónimo por la derecha y Andrea por la izquierda. Lucas y Ginés siguen atando a Bartolo).