AÚN estaban bermejas algunas nubecillas del occidente, habiendo ya las del oriente, en su extremidad semejantes al oro, llegado a ser luminosísimas por los solares rayos que, aproximándoseles, mucho las herían, cuando Pánfilo, levantándose, a las señoras y a sus compañeros hizo llamar. Y venidos todos, con ellos habiendo deliberado adónde pudiesen ir para su esparcimiento, con lento paso se puso a la cabeza, acompañado por Filomena y Fiameta, y con todos los otros siguiéndole; y hablando de muchas cosas sobre su futura vida, y diciendo y respondiendo, por largo tiempo se fueron paseando; y habiendo dado una vuelta bastante larga, comenzando el sol a calentar ya demasiado, se volvieron a la villa. Y allí, en torno a la clara fuente, habiendo hecho enjuagar los vasos, el que quiso bebió algo, y luego entre las placenteras sombras del jardín, hasta la hora de comer se fueron divirtiendo; y luego de que hubieron comido y dormido, como solían hacer, cuando al rey plugo se reunieron, y allí el primer discurso lo ordenó el rey a Neifile, la cual alegremente comenzó así: