50. El crimen de honor

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El crimen de honor

Carolina despertó sintiéndose muy adolorida, sentía que la cabeza le iba a estallar y no podía casi moverse. Tardó un buen rato en recordar lo que había pasado. El accidente y la caída por la cuneta. Estaba en un cuarto muy amplio de un hospital, había un gran ramo de flores puesto en una mesa de centro junto a unos sillones. Miró para todos lados tratando de identificar el lugar en el que se encontraba. Junto a su cama, en un sillón estaba sentado Rayder, con los primeros botones de la camisa desabrochada y la barba crecida. Miraba la laptop que tenía frente a él. Fue solo mirarlo sin pronunciar una palabra para que él levantara la vista con una sonrisa al verla.

—Despertaste… ¿Cómo te sientes? —preguntó cerrando la portátil.

—Bien… me duele la cabeza, bueno todo el cuerpo… ¿tengo enyesado el brazo?

Rayder se puso de pie y fue a sentarse junto a ella.

—Tuviste fractura expuesta… tu hueso se salió y sangraste mucho.

—¿Se salió el hueso? ¿Mi hueso… es en serio?

—Sí…

—Es el brazo con el que pinto… ¿Quedará bien? ¡Rayder la exposición! —dijo espantada.

—Tendrás que hacer rehabilitación y, estoy seguro que quedará igual que antes, si no… bueno… te vuelves diestra. Y la exposición es lo que menos importa, el que estés bien es lo que a mí me interesa.

Carolina sonrió.

—Estaba muy asustada, nunca había tenido un accidente…

—¿Tú estabas asustada? Carolina, debías de haberme visto a mí, casi me da un infarto cuando Jacob me marcó y me avisó que estabas en el fondo de una zanja desangrándote.

—¿Jacob te aviso?

—Sí, recuerdas que iba detrás de ti y gracias a eso, pudo ponerte un torniquete y dar aviso a emergencias… entiendes ahora el por qué es importante que te acompañen.

Carolina sonrió y trató de acomodarse el brazo sobre una almohada.

—No vas a desaprovechar la oportunidad para regañarme.

—No, regañarte no, pero que entiendas la importancia de obedecerme.

Carolina trató de reírse pero luego hizo un gesto de dolor.

—No puedo reírme, me duele todo… ¿Cuándo podré irme de aquí?

—Mañana mismo si quieres, pero tendrás que guardar reposo y hacer rehabilitación por varias semanas.

En eso se abrió la puerta y un médico con bata blanca entro, traía dos cafés en la mano. Le ofreció uno a Rayder quien lo tomó y le dio un sorbo.

—Señorita Kerry, veo que ya despertó, me alegra.

—Ya está preguntando cuando puede salir —dijo Rayder.

—¿Le dijiste? Mañana mismo le daremos el alta.

—¿Puedo tomar café?

—No, de preferencia no —pidió el médico, pero Rayder se acercó y le pasó su taza.

—Rayder —le recriminó el médico.

—Es solo un trago… tu estarías igual.

A Carolina le llamó la atención que se trataran con tanta familiaridad.

—No nos hemos presentado, soy el doctor Rayder, Daniel Rayder —dijo el chico.

—¿Doctor Rayder? —preguntó intrigada Carolina.

—Es mi hermano menor —explicó Anthony Rayder.

—Tienes un hermano menor. ¿Él me operó?

—No, él está estudiando la especialidad en cardiología, pero es quien me traduce toda la jerga médica que no entiendo. Te operó un especialista.

—Eres el primer familiar que conozco —exclamó Carolina.

—Tú eres la primera novia que me presenta… —dijo el médico—. ¿Cómo te sientes?

—Me duele todo el cuerpo, como si me hubiera pasado un camión por encima.

—Más o menos fue lo que te pasó, diste varias vueltas con la camioneta.

—¿Ya no sirve?

—¿Tu camioneta? No, tendremos que cambiarla.

—Cuando Jacob llegó, dijo algo sobre regresarme la moto… no recuerdo bien.

Rayder sonrió:

—No, chiquilla, dijo que si te mantenías despierta, te diría en donde la puso, no que te la dejaría, ya me explicó el asunto… sabía que se lo ibas a recordar.

—¿En dónde está la moto?

—¿No recuerdas? No te mantuviste despierta y el trato no es válido… —respondió Rayder con una gran sonrisa.

—Tengo que hablar con él…

—Tienes que recuperarte, Carolina, quería preguntarte, ¿te parece ir a la casa del lago o prefieres a la playa? Aunque en la playa, con el yeso te dará mucho calor.

—¿Cuánto tiempo tengo que llevar el yeso?

—Por lo menos seis semanas, pero no es yeso, es una férula porque hay que hacer curaciones en la herida de la operación.

Carolina se quedó fría… no le gustaba nada pensar en su brazo con una herida a la que habría que curar…

—¿Y el otro conductor? ¿No salió herido? —preguntó cambiando de tema.

Rayder guardó silencio, no estaba seguro si era conveniente que se enterara de todo. Carolina supo interpretar el silencio.

—¿No fue un accidente, verdad? —preguntó la chica.

—Estamos investigando Carolina, no te preocupes. Por lo pronto habrá que tener muchas precauciones.

—Rayder… cuando estuve en la casa del lago como traductora, en la comitiva de tus socios indios, había un señor mayor… ¿Quién era él?

—No estoy seguro si era el tío o el padre de Vainavi.

—Tendrás que hablar con él —afirmó.

—¿Para qué?

—La única autoridad que Vainavi reconoce es al patriarca de su familia, su padre o su abuelo o su tío… sino seguirán con esto hasta que muera. Yo rechacé a su hijo en matrimonio, ellos tienen el derecho de matarme.

—¡Eso no es verdad! —estalló Rayder. Carolina le sujetó el brazo con la mano que no estaba lastimada.

—Escúchame Anthony, no estoy diciendo si es o no correcto, solo expongo las razones por las cuales ellos quieren vengarse, esto es un crimen de honor… lo vi más de alguna vez cuando viví allá…

—¿Y qué sé supone que debo hacer? ¿Aceptarlo?

—No, aceptarlo no, tendrás que negociar con ellos el pago de la compensación por la deshonra.

—¿Estás hablando en serio?

—Me gustaría decirte que la justicia podrá detenerlos, pero para ellos la única justicia que existe es la que pueden procurarse por sus propias manos. Sus costumbres son diferentes a las de occidente. Además puedes explicarles que la deuda es de ellos, no mía… Vainavi asesinó a mi madre y su padre no debe saberlo… aunque no habrá manera de probarlo, porque ella no fue enterrada.

—¿Estás segura?

—Ella fue cremada al lado del Ganges, después depositaron sus cenizas en el Rio Sagrado… así aseguraron que el ciclo de regresar una y otra vez en diferentes encarnaciones se detuviera. Y borraron toda evidencia… Vainavi debió haberlo financiado, no todos pueden pagarlo y mi madre no tenía posesiones… y yo menos.

Rayder se pasó las manos por el cabello.

—Carolina, he hecho miles de negociaciones, algunas por cantidades de dinero que no puedes imaginarte… pero no sé si pueda sentarme frente a ellos a negociar por tu derecho a vivir. Eso sería lo mismo que darles la razón y aceptar que lo que hacen es correcto.

—No, hablar con ellos y exponerles lo que en verdad pasó, es abrirles los ojos a una realidad que no quieren ver y que creen que no existe. Y yo no puedo hacerlo porque soy mujer. A mí no me escucharan.

Rayder guardó silencio, miró a su hermano el médico, quien había permanecido callado escuchando los argumentos.

—Hermano, si quieres, yo puedo acompañarte… —dijo Daniel seguro—. Si son negociaciones de familia a familia, puedo ir y apoyarte.

—Tú y los mejores negociadores que pueda contratar… Alguien especializado habrá en estos asuntos… ¿o no?

—De cualquier manera, Vainavi enfrentará la justicia aquí, pero su clan, su familia, no parará hasta vengar la honra que perdieron por mi causa.

Rayder se quedó viéndola, aunque la idea era completamente descabellada ante los ojos de un occidental, valía la pena intentar arreglarlo desde su filosofía… aunque hubiera preferido que fuera de otra manera.

—Carolina, solo te puedo decir que haré lo que sea correcto para mantenerte protegida. Tú no tienes nada de qué preocuparte.

Rayder se acercó hasta ella y la abrazó con ternura.