48
La ayuda de Jacob
—Tengo que ir a la universidad —comentó Carolina, corriendo hacia la puerta. Rayder la detuvo sosteniéndola al pasar a su lado por la cintura.
—Espera, espera… ¿A qué tienes que ir?
—Al curso de titulación… ¿Te lo comenté, o no?
—Claro que no, lo recordaría, ¿qué curso es ese?
—Para obtener mi título… —respondió.
—Más datos, Caro —pidió Rayder sin soltarla.
—Es una semana, de nueve de la mañana a cuatro de la tarde, hoy es la junta informativa, tengo que tomarlo para poder titularme.
—Tú sabes que detesto que no me digas con tiempo.
—Estaré bien, me quedaré en el campus… no saldré a ningún lugar.
—Carolina, si me avisas dos minutos antes de irte no puedo organizar quien te acompañe. Jacob está fuera, porque pensé que no saldrías hoy.
—Acaba de mandarme un mensaje de texto mi asesor de titulación, recordándome que era hoy… ni yo lo sabía, lo olvidé —respondió con sinceridad Carolina—, es solo una semana, estaré bien, puedo ir sola.
—No, sola no… sé que puedes ir, sé que te sabes el camino y manejas bien la camioneta, pero yo necesito que mi gente te cuide. Me quedo más tranquilo, Mario puede ir detrás de ti, solo te escoltara hasta la entrada del campus y se regresara. No salgas hasta que yo vaya, tengo tiempo en la tarde para ir por ti, podemos ir a comer a donde quieras. ¿De acuerdo?
—Está bien.
—Carolina, no quiero que te salgas del campus hasta que llegue —advirtió Rayder con seriedad.
Carolina lo abrazó y le susurró al oído:
—A veces creo que exageras.
Rayder la estrechó entre sus brazos
—Hazme caso, me quedo más tranquilo.
Carolina le dio un beso rápido y salió rumbo al elevador, bajó hasta el estacionamiento y subió a su camioneta. Antes de encenderla Rayder le llamó al celular.
—Caro, Jacob acaba de llegar, te está esperando afuera, el será tu escolta.
Rayder sabía que Carolina se sentía más tranquila con Jacob que con cualquiera otro de los agentes del servicio.
—Muy bien. Nos vemos en la tarde.
Carolina salió y enseguida vio a Jacob, quien manejaba una camioneta volvo, el agente inclinó la cabeza y sonrió, se colocó justo tras de ella.
A Carolina se le hacía una pérdida de tiempo de los chicos que la siguieran. Pero entendía la preocupación de Rayder y nada le costaba dejarse seguir.
Habían pasado algunos minutos del trayecto, cuando de pronto en una calle un cargador estaba cruzando con unas cajas en los brazos, Carolina detuvo la camioneta y observó al hombre con detenimiento, trataba de hacer equilibrio, pero en un momento dado las cajas de arriba cayeron aparatosamente.
Carolina no vio venir el auto que la envistió, tan absorta estaba observando al cargador que solo sintió el impacto contra su puerta, de lleno, el auto la empujó hasta la orilla del camino. Las bolsas de aire se accionaron automáticamente, una al costado, una al frente. Ellas amortiguaron el golpe. Pero el atacante siguió empujando hasta hacerla volcar en una zanja justo al lado de la calle. La camioneta giró hasta dar vueltas y quedar nuevamente de pie varios metros abajo, entre la maleza.
Jacob vio todo impotente. Puso el freno y se bajó en el acto. Corrió hasta la orilla y se topó con el conductor que la había agredido, vestido completamente de negro, se había bajado y observaba por donde bajar, sacó el celular y en lugar de hacer una llamada a emergencias empezó a tomar fotos. Le tomó por sorpresa ver a Jacob, no se lo esperaba. El atacante sacó un revólver, Jacob desenfundó su arma con mayor agilidad y le marcó el alto. Todo parecía suceder en cámara lenta. El agresor huyó y en su carrera disparó varios tiros mal dirigidos, se subió al automóvil y escapó. Jacob podía haberlo seguido, pero su prioridad era ver cómo estaba la chica.
Bajó los metros que lo separaban de la camioneta resbalando entre las piedras y la maleza mientras marcaba el número de emergencias y daba aviso. Llegó y vio a Carolina recostada en el asiento, sujeta aún con el cinturón de seguridad, tenía una herida en la frente que sangraba profusamente.
Intentó en vano abrir la puerta, pero estaba trabada, le dio un golpe al cristal de la puerta del lado del acompañante con la cacha de la pistola y lo estrelló.
—¿Señorita Kerry? —le gritó, pero Caro no respondió. Jacob reptó por entre los cristales rotos y se metió al asiento del copiloto, observó de cerca a la chica y evaluó la situación. El brazo izquierdo, el que había recibido el impacto estaba sangrando. Jacob le tocó el cuello para sentirle el pulso.
—¿Señorita Kerry, puede oírme?
Carolina abrió los ojos y lo miró, no pudo reconocerlo al momento, ni siquiera entendía en donde estaba.
—No cierre los ojos, todo va a estar bien señorita.
—Me duele mucho el brazo… —gimió la chica. Jacob se inclinó para ver el brazo más de cerca y al instante se quitó el cinturón.
—No intente moverse. Le voy a poner un torniquete para detener el sangrado… —dijo pasando lo más cuidadosamente el cinturón bajo el antebrazo y haciendo presión.
—¿Puedes sacarme de aquí? —pidió Carolina.
—No, no debo moverla, esperaremos solo un poco. Cuando lleguen los paramédicos la inmovilizaran y podrán sacarla. Jacob observó cómo los borbotones de sangre que brotaban de la herida del brazo se detenían. Carolina cerró los ojos.
—Señorita Kerry, no cierre los ojos, quédese conmigo… si se queda aquí, le diré en donde dejé su moto… no se la regresaré pero si le diré en donde la puse —prometió Jacob preocupado.
—Jacob, no quiero quedarme aquí… —le confesó la chica.
—No se preocupe, en un momento la sacaremos y todo estará bien…
Carolina no pudo mantenerse despierta, en segundos perdió el conocimiento y se desmayó. Jacob sacó con la mano que le quedaba libre su celular y marcó a su jefe. Tenía que avisarle.
—Habla Rayder —contestó al instante.
—Señor… —a Jacob le costaba mucho darle la noticia— impactaron la camioneta de la señorita Kerry, estamos en la calle Bristol esperando al servicio médico de urgencia. Estoy con ella, un auto la embistió y se volcó en la cuneta.
—¿Cómo está?
—Tiene una contusión en la cabeza y fractura expuesta en el brazo izquierdo, ella está inconsciente… está perdiendo mucha sangre, estoy tratando de detenerla con un torniquete…
En ese instante el mundo de Rayder se paralizó, estaba preparado para casi cualquier cosa, pero no para una noticia así. Al momento dejó todo y corrió hacia el elevador, Joshua lo siguió. Rayder puso el teléfono en altavoz.
—Jacob, no permitas que la trasladen a ningún hospital estatal, conseguiremos el Saint Joseph, la trasportaremos nosotros en el helicóptero de ser necesario, vamos para allá… ¿Tiene alguna otra lesión visible?
—No, creo que no, tiene reacción en las pupilas y está respirando sin dificultad.
—¿Fue un accidente? —preguntó Rayder, tratando aún de digerir la noticia.
—No, un auto Ford negro la embistió y la hizo caer por la cuneta, era un profesional, vestía de negro, corte militar, estaba armado e iba a bajar cuando yo lo enfrenté.
A Rayder se le cerró la garganta, fue como recibir un balde helado que le caló hasta los huesos. Joshua entró a la conversación:
—¿Pudiste ver la matrícula?
—Sí, 6CDD 883, del estado de California.
—¿Estás con la señorita Kerry? —preguntó Joshua.
—Estoy a su lado.
—¿El agresor se marchó ya?
—Eso espero —dijo Jacob mirando hacia todos lados. Había dejado la pistola en su cintura y sostenía el torniquete con ambas manos, el celular lo había puesto en manos libres sobre el maltratado tablero de la camioneta.
Las sirenas se escucharon, los paramédicos se acercaban y, en muy poco tiempo también estaría Rayder ahí. Sería una escena muy difícil de ver, Carolina yacía con la cabeza echada hacia atrás, el cabello manchado de sangre, pálida…
Rayder salió del elevador y se dirigió a la puerta del lado del conductor, pero Joshua se le adelantó y lo detuvo.
—Señor, permítame conducir a mí. Sabía que Rayder debía estar muy afectado, lo que menos quería era otro accidente al dirigirse al lugar del suceso.
Rayder entendió, respiró hondo y sin decir palabra fue y se metió al lugar del copiloto, tenía el semblante sombrío, no podía imaginar lo con lo que se toparía. La frágil Carolina, a la que en vano había tratado de proteger, lastimada. Se sentó y se llevó una mano a la frente, cerró los ojos. Marcó a la oficina.
—Habla Rayder, que tengan listo el helicóptero para un traslado de emergencia, al Saint Joseph, también consigue que en el hospital estén preparados para recibir un herido de un accidente en automóvil con fractura expuesta… —ordenó Rayder.
Nadie cuestionaba las órdenes de Rayder, ni hacía preguntas. Todos obedecían al instante.
—Jacob está con ella y la está auxiliando, en unos momento también estarán los paramédicos… va a estar bien, señor —dijo Joshua tratando de animarlo. Jamás en todos los años de trabajar para él, lo había visto tan consternado.
En poco tiempo vieron las patrullas y una ambulancia, el automóvil de Jacob detenido en mitad de la calle. Joshua detuvo el carro lo más cerca y permitió que bajara su jefe. Se fue a estacionar en algún lugar donde no obstruyera. Rayder descendió corriendo, todo era confusión, alcanzó a ver unos metros abajo la camioneta volcada en el fondo de la cuneta. La respiración se le paró, buscó con los ojos y vio a Jacob, tenía las manos y la camisa manchadas con sangre.
—¿Dónde está?
—La están estabilizando para poder sacarla de la camioneta. Le están poniendo suero, perdió mucha sangre con la fractura del brazo, debe tener una arteria perforada.
—¿No funcionaron las bolsas de aire? —dijo con seriedad mientras caminaba.
—Sí, el problema fue la caída a la cuneta.
A punto de bajar, Rayder vio como cuatro hombres subían una camilla en donde estaba la chica, tenía inmovilizado todo el cuerpo, en el cuello llevaba un collarín y la cabeza sujeta por unas bandas.
Cuando la tuvo a su lado le tomó la mano con delicadeza.
—¿Caro? ¿Puedes escucharme?
Uno de los paramédicos le preguntó:
—¿Es pariente?
—Es mi novia.
—La estamos estabilizando para el traslado en helicóptero, según nos informaron… ¿al Saint Joseph?
—Sí, en 20 minutos puedo tenerla allá, ¿puede resistir el viaje?
—El problema es la pérdida de sangre, ya se le están poniendo unidades, pero sigue sangrando profusamente, no sabemos si tiene lesiones internas, hasta que le hagamos un chequeo completo… será mejor que la traslademos en una ambulancia aérea, está en camino.
El paramédico hablaba y Rayder no dejaba de ver a Carolina, con el cabello rizado, los ojos cerrados, manchada de sangre. Le limpió con el pulgar la sangre de la mejilla.
Joshua llegó corriendo y tocó el hombro de Rayder
—Van a aterrizar a unos metros la ambulancia aérea, en el terreno contiguo.
Todo sucedió tan rápido. En menos de cinco minutos estaban trasladando por aire a Carolina. Rayder iba a su lado acompañado de dos paramédicos.
La chica abrió los ojos y trató de reconocer quien estaba frente a ella.
—Caro, todo va a estar bien… vamos al hospital —dijo Rayder suavemente y sonriendo. Carolina le apretó la mano, se notaba que estaba realmente asustada.
—Tranquila, vas a recuperarte muy pronto… —siguió hablando Rayder sin soltarle la mano.
—No me dejes sola.
—Me quedaré contigo, vamos a ir al hospital, Carolina estarás bien. No te preocupes por nada.
Cuando el helicóptero aterrizó, ya estaba el equipo médico esperándolos. En segundos se llevaron la camilla al quirófano.
Rayder tuvo que quedarse fuera de los quirófanos y esperar a que alguien le informara como estaba su chica.
Fue y se quedó de pie frente a la puerta de cristal por donde habían ingresado a Carolina. Estaba aturdido.