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La fiesta
Rayder y Carolina llegaron a la fiesta de beneficencia. Habían pasado algunas semanas desde el incidente de Vainavi. Rayder no estaba seguro si Carolina aceptaría ir a ese tipo de eventos, pero fue más sencillo convencerla por la subasta de obra plástica que entre otras cosas tendrían en la celebración.
Carolina se veía hermosa, con un vestido plata estraple, largo hasta el piso que le delineaba de una manera espectacular la figura. Desde temprano había ido acompañada por Grace para arreglarse, vestirse, maquillarse. En realidad se había dejado hacer todo mientras conversaban. Era un regalo que le quería hacer a Rayder, era la primera vez que saldrían a un evento social como pareja… eso la tenía nerviosa, muy nerviosa.
No encajar. No estar a la altura. Tropezarse con los zapatos de tacón y caer aparatosamente. Y un puño más de preocupaciones que se iban acumulando a cada minuto.
Pero quería ir del brazo de su novio y acompañarlo a esas fiestas que solo había visto en películas en la televisión.
En cambio Rayder iba relajadísimo, estaba en su elemento, y se notaba contento de llevar a Carolina a su lado. Joshua los dejó en la entrada y pasaron entre las cámaras de la prensa. Adiós al anonimato, de ahora en adelante sería conocida como «la novia de Rayder».
—En unas horas todo el mundo sabrá que andamos… les encantará la noticia —dijo él coincidiendo con los pensamientos de Carolina.
—En eso pensaba, que ya no podré pasar desapercibida…
—Aunque no lo creas, eso es una de las cosas que me gustan de ti, el anonimato en el que te deleitas.
Carolina sonrió. Rayder la abrazó y la besó directo en la boca, le gustaba provocar, cientos de flashes brillaron.
—Me deleitaba… —corrigió la chica después de que Rayder la soltó.
La tomó de la mano y entraron en la fiesta.
—Estaremos solo un rato, en cuanto quieras que nos marchemos, nos podemos ir…
Apenas habían dado unos cuantos pasos al interior, cuando un señor mayor se le acercó a Rayder y lo saludó efusivamente, sin soltarle la mano lo jaló hacia un grupo de señores vestidos impecablemente. Rayder no soltó a su novia, la sujetó por la cintura y la llevó a su lado. Después de un rato Carolina distrajo su atención hacia la obra expuesta, cinco cuadros de Ricardo Sanz, el retratista de los poderosos. Aunque no era el género que más admiraba, no pudo dejar de disfrutar con los trazos fuertes y casi realistas de sus pinturas. Carolina se alejó del grupo y se dirigió hasta los lienzos. Siempre que estaba frente a colores plasmados el tiempo dejaba de correr.
Carolina recibió un mensaje en el celular que la hizo sonreír. Rayder la observaba de lejos. La chica respondió al mensaje y esperó la respuesta.
¿Por qué quería saber quién le escribía? Era tan extraño, después de tantos años con un marcado desinterés por la vida de sus parejas más allá que cuando estaban con él, ahora la curiosidad lo acometía. Bien lo decía Grace, su mujer vivía sin anunciar, con movimientos suaves fluía con sus propios pensamientos y decisiones, sin preguntar… ¿Serían los años que Carolina tuvo que vivir sola, salir adelante sin apoyo lo que la volvían tan poco dependiente? Pero ahora se encontraba él para cuidarla, para que nada le faltara.
La chica estaba tan absorta entre los mensajes y las pinturas que no se dio cuenta de que Rayder la observaba… ¿Le comentaría que recibió un mensaje? ¿Le compartiría de quién era? Era una pregunta interesante. Rayder se acercó hasta ella y la tomó de la mano.
—¿Te gustan las pinturas?
—Son hermosas… ¿A ti?
—Me gustan las que tu pintas… Me has hecho un seguidor de tus colores.
—Rayder, me acaba de escribir Tom, pasado mañana tenemos cita en la galería donde están expuestos mis cuadros.
—Tom…
—Tom, mi compañero de carrera
—Sé quién es Tom, le gusta la cerveza, la pizza y estar con mi chica.
—Consolar… —rio Carolina.
—No sé si eso es peor.
—Le dijeron a Tom que querían hablar conmigo, aún no termina la exposición, así que no creo que sea por el pago de los cuadros.
—Carolina, tengo mil argumentos para que no vayas sola con él… es peligroso…
—No estoy pidiendo permiso, solo estaba comentándotelo. Además estoy avisando con bastantes horas de anticipación, para que no me reclames que lo hago en el último minuto y cuando tú estás al otro lado del atlántico.
—¿No podrías ir mejor con Grace?
—Puede llevarme Jacob, si quieres… no sé por qué dije eso…
—¿No pretendías irte sola manejando?
—Pensaba que sí.
—Olvídalo, sola no.
—Está bien, dime tus términos y te digo los míos.
—Jacob te lleva a la galería, te espera veinte minutos y te trae de regreso…
Carolina se rio realmente divertida, Rayder estaba hablando en serio.
—¿Qué? Veinte minutos son suficientes para hacer una negociación, o si prefieres los acompaño yo y cierro cualquier trato —explicó Rayder.
—Anthony…
—No, Anthony nada, siempre que dices mi nombre, termino perdiendo la negociación, ya me he dado cuenta de eso.
—Anthony, escúchame… voy a casa de los padres de Tom, sirve que los saludo y de ahí nos vamos a la galería… cuando terminemos te marco.
—Solo si Jacob los lleva.
—El que Jacob maneje y nos lleve, me hace sentir como una niña.
Rayder la abrazó y le besó los cabellos.
—Eres mi niña —suspiró—, pero si prefieres que los siga en un auto atrás, está bien, pero me quedo más tranquilo si el maneja.
—Jacob tiene trabajo.
—Nena, el trabajo de Jacob es cuidarte.
—Está bien, que Jacob me lleve… nos lleve.
Rayder la abrazó y sonrió satisfecho por sobre el hombro de Carolina. Como si lo estuviera viendo la chica le pidió:
—Y no sonrías de esa forma.
—No puedo evitarlo… —respondió riéndose—. Anda, vamos a sentarnos y a disfrutar de la fiesta. Quiero presumirte…