42. El baño

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El baño

Carolina estaba parada en el centro de un barrio desierto, alcanzó a ver una mujer que se escabullía por una de las callejuelas, la siguió desesperada. El lugar estaba desierto, solo la mujer que corría y desaparecía una y otra vez. Carolina no dejaba de perseguirla, necesitaba alcanzarla, verle el rostro. Cuando por fin pudo llegar a ella fue porque estaba atrapada en un callejón que no tenía salida, solo un inmenso muro de piedra frente a ella. Caro se acercó lentamente y le puso la mano en el hombro, la mujer se volvió, era su madre y tenía el rostro muerto, lleno de insectos que caminaban por la piel. Caro se alejó gritando angustiada.

—Caro, despierta —Rayder la sacudía con cuidado tratando de hacerla reaccionar— es solo una pesadilla… Carolina… nena…

Carolina despertó con la respiración agitada, sudando… se volvió a verlo y sus ojos se encontraron en la oscuridad, apenas iluminados por la luz de la luna que entraba por entre las cortinas cerradas a medias. Sonrió y se refugió en su pecho fuerte.

—Todo está bien, tranquila… ya estás conmigo, yo te protegeré.

Rayder le besó los cabellos, la frente, los ojos.

—¿Estás bien?

—Tuve una pesadilla… soñé con mi mamá… fue terrible.

—Tranquila, ya estas despierta, ya pasó.

—¿Qué hora es?

Rayder tomó su celular del buró que estaba al lado de la cama y lo miró.

—Casi las seis de la mañana… ¿cómo te sientes?

Carolina cerró los ojos y aspiró el aroma exquisito de su hombre, mezcla de jabón y perfume. Le besó el pecho desnudo.

—Ahora que estoy contigo, muy bien… quisiera darme un baño, ayer no tuve tiempo, estaba tan agotada…

—Vamos, yo te ayudo —dijo Rayder— te hará sentir mejor.

Rayder preparó la tina, era inmensa, el baño tenía una vista espectacular hacia las montañas, abajo la ciudad con algunas luces encendidas, aún no clareaba. Llenó por completo la bañera con agua muy caliente, se podía ver como humeaba la superficie despidiendo espirales de vapor. Le puso sales de olor y fue por Carolina. Poco a poco la desnudó, prenda por prenda las fue dejando en el piso, él se quitó el pantalón de algodón del pijama con la que había dormido y se metió junto con ella al agua caliente. Se la sentó entre las piernas y le besó la espalda. Tomó una esponja y le puso gel.

—Déjame limpiarte…

Carolina tomó una de las manos de Rayder y la besó, el chico comenzó a frotar la espalda y los hombros. Recorrió cada centímetro de la piel tersa de la chica, quería saber cómo estaba, darse cuenta de cualquier cambio, cualquier rasguño. En el costado derecho sobre las costillas tenía un fuerte golpe inflamado… Rayder apretó las mandíbulas y se contuvo de decir cualquier cosa, pero rabiaba. Respiró hondo y siguió limpiando con suavidad la cintura, las caderas, el cuerpo de su chica… Rayder notó como los pechos respondían al contacto. La chica se giró. Acercó sus labios a los de ella buscando su sabor. Caro lo recibió al principio con ternura, después se le pegó enroscándole las piernas a la cintura. Pudo sentir su erección clavándosele en la piel.

—Eres mi paz, chiquilla… solo quiero tenerte para mí, siempre a mi lado. Protegerte por siempre.

Rayder dejó la esponja flotando, la tomó por la cintura y la levantó levemente, buscando introducirse en su cuerpo. Entrar en ella era como volver a nacer. El calor de su vientre lo excito aún mucho más. El miedo a perderla hizo que ese momento fuera sublime, la mecía entre sus piernas mientras la besaba con ansia. Carolina respondía enredando sus dedos entre el cabello, jugando con su lengua, oscilando sus caderas con cadencia con él adentro, muy adentro. El amanecer los sorprendió estallando entre caricias.

Rayder la tenía abrazada por la cintura, con su espalda pegada al pecho fuerte. Ya se habían salido de la bañera y estaban recostados en la cama.

—¿No tienes hambre?

—Sí…

—Ahorita pido que traigan algo al cuarto, prefiero no salir…

—Me gusta estar así, cerca de ti…

—He pasado unas horas terribles sin saber en dónde estabas, además de la desesperación de saberte con ese mal nacido.

—¿Dónde está Vainavi?

—Lo detuvieron, tiene mucho que enfrentar a la justicia… Carolina, la doctora me dijo que era necesario que hablaras sobre lo que… lo que pasó con ese hijo de… creo que a mí me costará mucho hablar de eso… más que a ti, solo me dan ganas de partirle los bajos y de matarlo a golpes… pero si quieres hablar del asunto, con gusto.

Carolina se rio, con esa risa que tanto disfrutaba Rayder, con frescura, entornando los ojos y mostrando los dientes blancos y perfectos.

—No te preocupes, también me lo comentó la doctora… habrá que ir sacando el asunto… pero… hay algo que me dijo que me preocupa mucho.

—¿Quién, la doctora?

—No, Vainavi… me dijo que yo no tendría paz si no hacia lo que él quería y me iba con él… que acabaría destruyendo a todos los que amo… a Grace, a mis tíos… a Tom… a ti también.

—Hijo de su reputísima… —Rayder se contuvo, pero se notó como se tensó cada musculo de su cuerpo. Se llevó la mano la cabeza y pasó los dedos una y otra vez por los cabellos. Apretó con fuerza los puños.

—Necesito un café, Carolina.

Rayder se puso de pie y fue hasta la cafetera que hacía unos minutos había encendido. El olor a café recién hecho ya lo inundaba todo, sirvió dos tazas y regresó con ellas a la cama.

—Rayder —continuó Carolina mirándolo a los ojos.

—Carolina, no tienes que preocuparte por eso, jamás te volverá a tocar, te lo aseguro.

Carolina le puso los dedos sobre los labios para invitarlo a callar.

—Anthony… dijo que te destruiría como ya lo había hecho antes…

—¿A qué se refería?

A Carolina les costó volver a hablar, un nudo se le había hecho en la garganta. Olió el café que tenía entre las manos.

—¿A qué se refería, Caro? Dímelo —dijo con una voz baja pero autoritaria.

—A mi madre… dice que pagó unas cuantas rupias para que la mataran, porque ella se opuso a su propuesta e iba a llevarme lejos de él.

Rayder cerró los ojos y la abrazó, con una mano le acercó la cabeza a su pecho. Podía sentir como el corazón latía con fuerza.

—Ella trató de defenderme… realmente lo hizo —afirmó orgullosa Carolina, como si fuera algo que le hubiera faltado en la vida. Saber que su madre la trató de proteger.

—Carolina, jamás imaginé que ese tipo era capaz de algo así… pero veré que pague por eso, te lo juro… y por cada segundo de angustia que te hizo pasar… a ti y a mí.

—Yo lo dejé plantado en la boda, no lo recordaba… cuando me estaba pateando en el piso en la casa de mis tíos pensé que dolía más con zapatos que sin ellos. Al principio se me hizo que era un pensamiento muy absurdo, pero ahí recordé que un poco antes de la boda él entró a la habitación donde su madre y sus dos esposas me estaban arreglando, yo tenía un sari rojo y quería que Shanti, una viuda fuera invitada. Él se molestó y me golpeó, estaba descalzo. Nadie me defendió, una de las esposas, la más joven me veía con tanto miedo, era terror lo que reflejaban sus ojos, pude ver sus puños aferrándose a la tela de su sari… temblaba, estaba tan pálida. Supe que eso mismo viviría yo por el resto de mi vida. En cuanto me quedé sola salté por la ventana. Era un segundo piso, pero trepé por el techo y brinqué sobre un auto… Vainavi pensó que había desaparecido como si en realidad yo fuera un demonio. Tuvo que lidiar con eso con la gente del pueblo.

—¿Quién te ayudó a llegar a la embajada?, ¿la viuda?

—Sí, probablemente me salvó la vida al hacerlo y arriesgó la suya.

—¿Nena, estás consiente de que debes platicarle esto a la policía, para poder iniciar una investigación? No estoy seguro si se pueda comprobar la participación de Vainavi en… en lo de tu madre, por el tiempo y el lugar, pero ella era ciudadana Americana, no puede solo olvidarse… ¿Cómo te sientes con todo esto que averiguaste?

—Creo que aún no lo digiero bien…

—Ahora entiendo tu manía de querer salir por las ventanas… y por qué no te quedabas en mi departamento, no hay ventanas que puedas abrir y mucho menos saltar, demasiados pisos.

Carolina sonrió.

—Tienes razón… eso puede ser…

—Carolina, quisiera que viéramos a una ginecóloga.

—Qué cambio de tema —dijo y dio un trago a su café— ¿hay pan dulce?

Rayder se rio.

—Mira quien cambia el tema… ya debe haber llegado el desayuno que pedí, vamos afuera, debieron dejarlo en el comedor.

Rayder se puso de pie y esperó a que Caro se levantara y saliera del cuarto. Afuera efectivamente habían dejado varias charolas con comida, desde huevos, fruta, pan dulce, tocino, panqueques…

—Pedí de todo, no sabía de qué tendrías ganas.

—Gracias —dijo y tomó una pieza azucarada de pan.

—Te decía, quiero que vayamos al médico para que cerciorarme de que no estás embarazada.

—¿Sigues pensando en eso? Yo ya lo había olvidado.

—¿Ya te bajó?

—No, aún no, pero no soy muy regular.

—Si no estás embarazada, que nos recomiende algún método de control, me gusta más hacerte el amor sin condón… y si estás embarazada, bueno para ir viendo lo de la dieta y los cuidados.

Carolina se quedó helada, dejó el pan en el plato sin despegarle la vista a Rayder.

—¿Estás hablando en serio? ¿De niños?

—Carolina, si estás embarazada tenemos que prepararnos, no es algo que puedas regresarlo por donde vino… y si te soy sincero… me emociona el pensarlo.

Dijo y le acarició el vientre.

—Si no estás embarazada, bueno, esperaremos y podremos viajar… tu puedes seguir pintando.

Carolina estaba pasmada.

—Termina de desayunar, tenemos que ir a la estación de policía… últimas declaraciones.

Carolina seguía atorada en el tema anterior.

—Me dejaste sin palabras…

—¿Qué? ¿Lo del embarazo?

—Sí, lo de los niños y todo eso de que te emociona.

Rayder sonrió y los ojos le brillaban.

—Yo también estoy sorprendido, no es algo en lo que me hubiera detenido a pensar antes… Vamos, arréglate para terminar cuanto antes con esto.

—¿Has visto mi celular?

—Sí, lo tiene la policía, como Vainavi lo usó para mandar un mensaje a tus tíos… pero te conseguiré otro, lo último que quiero es que tengas ese celular de regreso… cambiaré el modelo.

—¿Le avisaron a mis tíos?

—Sí, Jacob se encargó…

—¿Le dijiste algo a Gustav?

—¿De qué?

—Rayder te conozco —dijo con una voz suave—, ¿no le reclamaste que me dejó con Vainavi?

—Le partí la cara de un puñetazo…

Carolina sonrió: —No debería alegrarme que lo golpees… pero te lo agradezco.

—Estaba tan enojado nena, con lo mucho que yo me preocupo de tu seguridad, este tipo te deja con un imbécil que ni conocía. No podía creerlo. Iba a seguir golpeándolo, lo reconozco, pero Joshua me pidió que me tranquilizara…

Rayder la abrazó, necesitaba sentirla físicamente, asegurarse de que todo había pasado y nuevamente la tenía cerca de él.