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El celular prestado
Apenas llevaban algunas cuadras recorridas en el tráfico de la noche. Autos pasando a su lado, gente circulando, cruzando ante los semáforos en verde, ajenos a su dolor. Jamás se había detenido a observar el correr del mundo, hasta hoy, cuando luchaba con la desesperación.
El celular de Rayder sonó, no reconoció el número en el identificador, pero en esas horas todo el mundo le había marcado, podría ser cualquiera.
—Rayder —respondió el empresario.
—¿Puedes venir por mí?
Rayder reconoció al instante la voz. La voz dulce de su chica. Nunca había sentido tanta alegría, nada se comparaba a lo que en ese momento sintió.
—Carolina, nena, ¿dónde estás?
—En un McDonalds.
—¿En cuál? ¿Sabes qué dirección es?
—No, no sé en donde estoy… espera… —pidió la chica.
—¡No! ¡No dejes de hablarme! Carolina…
—Es el de la catorce y la calle Fire.
—No te muevas, en un momento estaremos ahí… no cuelgues.
—Tengo que regresar el celular, me lo prestaron.
—No me importa de quién es, no cuelgues, quiero saber cómo estas ¿estás herida?
—No realmente… tengo que colgar —dijo Carolina y cortó la comunicación.
Rayder se quedó con el aparato en la mano. Joshua ya seguía el GPS satelital. El restaurante estaba a solo unas cuadras de la casa de los tíos.
Cuando llegaron Rayder bajó corriendo y entró al establecimiento mirando hacia todos lados, se podía ver que buscaba a alguien. Uno de los chicos que trabajaba ahí se acercó hasta él.
—¿Viene por la chica?
—¿Dónde está? —preguntó Rayder.
—Está en la última mesa, al fondo —le señaló con el dedo—. La encontramos en la parte de atrás…
Ahí estaba Carolina sentada, encogida en una orilla. Asustada.
Rayder se acercó sonriendo, no podía estar más feliz. Caro se puso de pie en cuanto lo vio y corrió hasta él. La abrazó con fuerza, cerró los ojos y el tiempo se detuvo por completo. No había nada ni nadie que importara ya. Solo el contacto cálido de su cuerpo protegido entre sus brazos. El corazón de ambos latiendo con fuerza. Sin preguntarle nada la sacó del restaurante, antes de cruzar la puerta, sacó un billete de cien dólares y lo dejó en el mostrador.
—Dale las gracias a quien le prestó el celular… —dijo y siguió caminando con la chica bajo su brazo, la sujetaba con fuerza, como si temiera perderla nuevamente. Joshua abrió la puerta de la camioneta de atrás y les permitió subir.
Una vez adentro Rayder la recargó sobre su pecho.
—Nena, vamos a un hospital, quiero que te revisen.
Carolina empezó a llorar, primero quedito después desconsoladamente, temblaba entre los brazos de Rayder.
—Quiero ir a casa —pidió.
—No podemos Carolina, tiene que revisarte un médico; no te dejaré sola, estaré contigo todo el tiempo.
—No, no… no voy a ir, no quiero que nadie me toque —lloró y se separó de Rayder, intentó abrir la puerta con el auto en movimiento.
—Espera nena, tranquila… shhhh, vamos a casa… —Rayder la sujetó con fuerza, conteniéndola, volteó a ver a Joshua, cruzaron mirada. Joshua condujo la camioneta hasta una farmacia y se estacionó. Sin que nadie dijera nada bajó a comprar algo para calmar a Carolina. Regresó con una botella de agua y un frasco de pastillas. Abrió el frasco y sacó dos, se las pasó a Rayder.
—Tiene que tomarlas, está en shock, esto la calmará —dijo Joshua.
Rayder tomó las pastillas y la botella, abrazó a Carolina y le besó los cabellos.
—Nena, tomate estas pastillas, te van a ayudar.
—No.
—Si no las tomas, le pediré a Joshua que compre una inyección y yo mismo te la pondré. Carolina levantó el rostro, aún tenía sangre seca en la nariz y la mejilla. Rayder le puso con mucha dulzura las pastillas en la boca y le pasó la botellita de agua.
—Te sentirás mejor, iremos al hotel para que descanses Carolina.
En poco tiempo la chica se quedó dormida en los brazos de Rayder.
—Joshua —pidió Rayder—, comunícate con Jacob y avísale que ya la encontramos.
—¿No quiere que la llevemos con un médico?
—¿Qué tan fuertes son las pastillas que le diste?
—Muy leves, las venden sin receta…
—No quiero que se altere otra vez… tal vez el comandante nos consiga una doctora que vaya al hotel para levantar el parte médico y haga el chequeo… vamos al hotel, será una noche larga, imagino también que la policía querrá interrogarnos nuevamente.
Rayder no dejaba de mirar a Carolina, se sentía más frágil y pequeña de lo normal. Descansaba tranquila, respirando pausadamente en su pecho.