35
Cocinando
Carolina despertó temprano, sin recordar en donde estaba. Le tomó unos segundos identificar la recámara de visitas de la tía Edith. Se levantó y fue a darse un baño. Ese día vería a Rayder, estaba feliz. No le importaba en realidad la comida, lo único que le interesaba era acompañar a su tía. Sabía que Gustav llegaría para medio día. Así que aún tendrían la mañana para preparar la comida juntas y compartir un poco más.
Caro salió con la maleta lista y la dejó en la entrada, quería estar lista para cuando Rayder llegara. Se puso a buscar a su tía y la encontró en la cocina, pelando papas. Se acercó y la abrazó por largo tiempo, sin apurarse a soltarla, sintiendo su cuerpo frágil junto al suyo. ¿Por qué había dejado que pasara tanto tiempo sin verla, sin abrazarla?
—Feliz cumpleaños tía —exclamó y le entregó un regalo que llevaba envuelto, era una caja pequeña.
Antes solía hacerle cuadros y mandárselos, pero después se enteró que a Gustav no le gustaba tenerlos en casa, así que los acomodaba año tras año en el garaje, cuidadosamente empacados. Carolina dejó de hacerle pinturas, ahora en cambio, guardó dinero en la caja para que ella eligiera que comprar.
—Te levantaste temprano, ¿dormiste bien, tía?
—De maravilla, descanse muy bien… No te hubieras molestado.
—Ya no es un cuadro, ahora es dinero para que te compres algo que te guste mucho…
—Gracias… ¿pero cómo andas tú de dinero? ¿Si tienes?
Caro soltó una carcajada, aún no abría el regalo y ya quería regresárselo.
—Sí tengo… ¿Qué vas a cocinar tía? —preguntó cambiando el tema.
—Costillitas, pollo frito, puré de papa y elotes, el platillo preferido de tu tío.
—Es tu cumpleaños, ¿no tendrías que preparar el que tú prefieres? —preguntó Carolina sentándose sobre la tarja de la cocina.
—Ayer comí lo que más me gusta, no te preocupes, tú sabes que me gusta mucho cocinarle a mi familia.
—¿A qué hora llegará el tío? —preguntó la chica.
—Acaba de hablar, que llegarán temprano y me preguntó si ya estabas aquí.
—¿Y eso?
—Parece que también viene uno de sus socios, el dueño de los terrenos donde construirán las casas y él es de la India, quería que le ayudaras con la traducción, yo le dije que no sabía si te acordabas del idioma…
—Me acuerdo un poco. ¿Sabes cómo se llama?
—Sí, lo apunté, porque era tan extraño que se me iba a olvidar, tu tío siempre lo anda mencionado. Edith se secó las manos en el delantal y fue hasta una libreta que tenía junto al teléfono. La abrió.
—Daval, el señor Daval.
—¿Lo conoces?
—Sí, ha venido varias veces, un señor muy… muy educado y muy amable. Alancito lo quiere mucho. Por eso tengo que tener la comida preparada temprano, Gustav me dijo que tenía que tener todo listo.
—¿Es confiable? —preguntó Carolina pensando que tal vez debería avisarle a Rayder del socio indio que el tío Gustav invitado a comer.
—Mucho, lleva tiempo haciendo negocios con tu tío. Es un buen hombre, te lo aseguro.
—¿Y no habla inglés?
—Sí, pero le gustaría hablar en su idioma natal, dice que lleva muchos años viviendo aquí y no lo práctica, que tiene miedo de olvidarlo. ¿No te molesta, verdad?
—No es el idioma que más me guste… pero no pasa nada si lo tengo que hablar en una comida… —dijo Carolina pensativa.