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En la pequeña habitación
Carolina estaba en su habitación, se había puesto el pijama y estaba sentada en la cama leyendo un libro cuando su celular sonó. Lo tomó al momento, estaba justo junto a su rodilla. Miró el identificador y sonrió, esa era la llamada que estaba esperando.
—Rayder, hola.
—Nena, ¿cómo estás?
—Muy bien, fue un buen día.
—Cuéntame.
—¿No es muy tarde allá?
—Un poco, pero quería escucharte. ¿Cómo encontraste a tu tía?
—Bien, al principio un poco triste, pero la llevé a comer a su restaurante preferido y recordamos viejos tiempos. Acabamos de regresar, tomamos postre y café, duramos horas ahí… nos hizo bien platicar. ¿Y tú?
—Bastante bien, cerramos una buena negociación, ya no tengo mucho que hacer aquí, quiero regresarme en un rato más… me cuesta mucho estar sin ti, no me gusta.
Carolina sonrió, sujetó con las dos manos el teléfono y se puso de pie, dando pasos de la puerta a la ventana, de la ventana a la puerta… estaba nerviosa y feliz.
—También te extraño y, te tengo una buena noticia.
—Dime.
—Hace unas semanas llevamos Tom y yo unos cuadros a varias galerías, yo tenía tres lienzos… de los que pinté cuando estuvimos separados y nos aceptaron en una para exponer en colectivo a último minuto. Sin muchas expectativas porque ni siquiera alcanzamos a salir en la invitación. Ayer por la noche fue la inauguración y me dijeron que los tres cuadros se vendieron ese mismo día.
Caro se escuchaba emocionada, pero Rayder guardó silencio por largo rato.
—Hablaste con Tom…
—Anoche, después de la apertura me marcó…
—¿Por qué no me lo dijiste antes? Yo podía haberte llevado a la inauguración. Me hubiera encantado acompañarte.
—Yo no quise que fuéramos, porque no quería que tú compraras todos mis cuadros. Tienes esa manía.
—¿Por qué no me pediste ayuda? Podría haberte colocado en cualquier galería del país…
—Por eso, me hubieran puesto porque soy tu novia, no porque pinto bien.
—Pintas bien… y eres mi novia, no veo el problema.
Carolina se rio, Rayder sintió unas ganas inmensas de abrazarla y dormir a su lado, poder verla en todo momento.
—Quiero hacerlo sola, saber si mis cuadros tienen mercado, si gustan y si los compran.
—¿Qué cuadros son? ¿Les tomaste fotos?
—Sí, pero tengo algo mejor, la reseña del periódico, te mando el link para que los veas, sacaron las fotos de dos de ellos…
—Carolina, eso es genial, pero no estoy de acuerdo que no me dejaste elegir. Si me gustan esos cuadros, ya no podré tenerlos.
—Tienes a la autora, puedo pintarte los que quieras, donde quieras.
—Aun así, siempre déjame ver tu obra antes de exponerla, por favor, tú sabes que me gusta comprar cuadros… Caro, mañana Jacob pasará por mí al aeropuerto y de ahí iremos por ti, yo calculo que a las cuatro o antes estaremos en casa de tus tíos.
—Rayder, estarás agotado, entre el cambio de horario y el viaje.
—No te preocupes, prefiero llegar por ti que dormir, necesito abrazarte… me haces mucha falta. Me es tan extraño este sentimiento… si es necesario nos quedamos a dormir en la ciudad y partimos el lunes.
—Te quiero Anthony… —soltó de pronto, sin pensarlo— y me muero de ganas de…
—¿De qué? —rio Rayder.
Carolina se rio también. Era divertido el estar jugando a las palabras.
—Ya sabes qué.
—Me gusta oírlo de ti.
—De que me hagas el amor toda la noche…
Rayder suspiró, estaba en una habitación inmensa que daba a la capital, parado frente a un ventanal de piso a techo en donde se veía las luces de la cuidad. Siempre le habían gustado los ventanales, era como estar flotando, pero hoy, aquí, cambiaría esa habitación lujosa y con esa vista extraordinaria por estar en quien sabe que pequeña habitación, abrazando a su chica. Besándole los labios mientras se perdía entre sus piernas.