31. El viaje

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El viaje

Carolina, me gustaría que vinieras conmigo —pidió Rayder mientras la abrazaba.

—Tú estarás de negocios y Grace ya llegó, quisiera estar unos días con ella…

—Si cambias de parecer avísame, arreglaré todo para que me alcances en Alemania… y si no, estaré de regreso en una semana.

Rayder vestía un traje impecable, estaba en la entrada de la casa despidiéndose de Carolina, le costaba dejarla, realmente le costaba mucho alejarse. La chica estaba descalza con una falda corta blanca y una blusa de tirantes azul cielo. El cabello recogido en una coleta que dejaba los rizos caer por la espalda. Nada de pintura, las mejillas tostadas por los días al sol.

—Nada de viajes locos ni de vender pinturas en la plaza del pueblo… ¿me oíste? Y por favor, ten el celular prendido todo el tiempo… me quedo más tranquilo y si quieren salir al pueblo, Jacob las puede llevar —dijo Rayder abrazándola por la cintura.

Joshua lo estaba esperando junto a la camioneta encendida. Aunque no pronunció palabra, se notaba que estaba apurado por el tiempo. Movía las llaves produciendo un tintineo nervioso. Rayder inclinó la cabeza y sonrió, con una sonrisa encantadora… era increíble sentirse así, desesperado por no distanciarse de su chica, como si fuera un muchacho en bachilleres. La besó por última vez y la dejó. Trató de no mirar atrás y subió a la camioneta. Joshua cerró la puerta de su jefe y por fin pudo sentarse frente al volante y marcharse.

Carolina se quedó mirando como la camioneta se perdía por el camino rodeado de plantas y palmeras. Aún no la dejaba de ver y ya pensaba que tal vez debía haberlo acompañado.

—¿Ya lo extrañas? —escuchó que decían a sus espaldas. Se volvió a ver y Grace venía caminando con el traje de baño puesto y un pareo colorido a la cintura.

—Tal vez debí acompañarlo.

—¿Tanto lo quieres? —cuestionó Grace.

Carolina no respondió, cerró la puerta y tomó del brazo a Grace, caminando unos pasos.

—Vamos un rato más a la playa…

—No me respondiste —volvió a preguntar Grace caminando a su lado con una sonrisa.

—Mucho… lo quiero mucho… tal vez demasiado.

—Nunca es demasiado para querer a mi jefe.

—Ahora si es tu jefe, pero cuando estaba pintando todo mi departamento, sumida en una depresión no se te ocurrió contarme que era tu jefe.

—Cariño, mi plan era perfecto… mira en donde estamos ahora. Yo tengo el trabajo ideal y tú al novio perfecto.

Carolina se rio: —no sé si enojarme contigo o darte la razón.

—La razón, siempre tienes que darme la razón, recuerda que soy una mujer muy sabia y deseo tu bien. Ahora vayamos a tomar un poco más de sol, que nunca es suficiente.

En eso sonó el celular de Carolina, la chica contestó la llamada mientras caminaban rumbo a la playa. Al principio pensó que sería Rayder, pero era su tía Edith.

—Carolina, hija, estaba preocupada por ti, te fuiste sin despedirte.

—Lo siento mucho… Rayder quería que viniéramos a la playa.

—¿Están en la playa? ¿Con ese chico tan guapo?

—Él tuvo que viajar, pero estuvimos unos días juntos, ahorita está Grace conmigo… ¿cómo están ustedes?

—Bien, muy bien… Gustav también se fue unos días, anda haciendo negocios con unos extranjeros, quieren comprar terrenos y construir… está muy entusiasmado.

—Me alegra tía.

—¿Quieres venir para mi cumpleaños?

A Carolina le extrañó la pregunta, habían pasado muchos cumpleaños a los que no era requerida. Siempre se comunicaba con ella ese día y la felicitaba, pero jamás le habían pedido ir.

—Puedes venir unos días, ahora que tu tío Gustav no está…

Ahora entendía, la tía Edith aprovechaba que estaba sola, o tal vez se sentía sola.

—Haremos una comida el domingo, sólo la familia, pero tú puedes venirte desde el viernes, si quieres, claro…

—¿Pasó algo?

Carolina la notaba muy melancólica, más de lo usual.

—No, hijita, ¿qué me va a pasar a mí? Es solo que verte en la fiesta, después de tantos años, y por tan poquito tiempo, me hizo recordar viejos tiempos… y como Gustav no está. Podríamos pasar unos días juntas como cuando eras pequeña.

Como cuando era pequeña… Carolina se quedó con esa frase. Tenía doce años cuando regreso a su país a vivir con la tía. Estaban las dos solas, aunque fue por poco tiempo, fue un tiempo muy lindo.

—Tía, ¿peleaste con el tío?

Las peleas con el tío eran ya frecuentes cuando era pequeña y vivía con ellos, imaginaba que seguían igual o peor. Tal vez por eso su tía tenía ese tono de nostalgia en la voz.

—Solo está nervioso… se le pasa rápido… ¿vendrás?

—Claro tía, puedo llegar el sábado por la mañana y estaremos juntas. El domingo después de la comida me regreso a casa.

—Gracias, gracias hijita, no sabes lo feliz que me haces.

Carolina colgó sintiendo un puño apretándole el corazón, Grace la notó al instante.

—Algo pasó con la tía Edith, ¿verdad?

—Estaba muy triste… me invitó para estar unos días en su casa…

—¿Y el tío Gustav lo permitió?

—No, claro que no, él está de viaje.

—Ya decía yo… mejor, sino sufrirías cada minuto de tu tiempo ahí. ¿Cuándo quieres ir?

—El domingo es su cumpleaños, ella decía que me fuera desde el viernes, pero no puedo negar que estoy a gusto aquí, contigo… le dije que el sábado por la mañana, no está lejos… son unas cuatro horas en camión.

Grace tomó su bebida preparada, le dio un sorbo al popote y se acomodó los lentes de sol.

—Lo que no sé, es como se lo dirás a tu novio… —se preguntó con una sonrisa.

—¡Rayder! Cierto… ahora si es mi novio y no tu jefe.

—Por supuesto… tendrás que explicarle muy bien eso del viajecito, para que no se vuelva loco de ansiedad —concluyó Grace recostándose en el camastro frente al mar—. Y cuanto antes, mejor.