30
Despertando juntos
Carolina despertó en la inmensa cama, sola. Las sábanas blancas la envolvían. La luz entraba intensa por el ventanal. Era una habitación hermosa, en una esquina varios floreros cargados de flores de diferentes colores.
Recorrió la habitación con la mirada y en un sillón de mimbre, en una esquina, estaba Rayder sentado observándola en silencio. Estaba bañado y vestido con unos pantalones de beige y una camisa de manga corta de lino, descalzo, guapísimo a rabiar. A Carolina le dieron ganas de guardar ese momento para siempre, pintarlo para no perderlo jamás.
—¿Qué haces?
—Viéndote dormir… ¿descansaste?
—Sí, de maravilla.
Rayder se puso de pie y se acercó hasta ella, sentándose a un lado de la cama. Tenía una taza de café en la mano. Se la ofreció.
—Café… te doy un poco si quieres.
—Por favor. ¿Por qué no te quedaste a mi lado? ¿Es tan tarde?
—Me levanté temprano… hay algo que tengo que decirte y me preocupa un poco tu reacción…
—¿Qué es? —preguntó intrigada tomando la taza y aspirando el aroma.
—En realidad son dos cosas… —dijo con seriedad.
—¿Son tan terribles? Dímelas, no puede ser tan malo… —pidió ella.
—La primera es que tu amiga Grace trabaja para mí, desde hace dos semanas.
—¿Grace? ¿La que estudia filosofía?
—Sí, ella.
—¿Qué hace contigo? ¿La contrataste para espiarme?
—No, aunque en realidad me habría encantado contratarla para saber de ti… la contraté el mismo día en que tú estabas celebrando con Tom y un six de cervezas. Cuando Joshua me lo comentó yo no lo tomé muy bien y le marqué a tu amiga… realmente enfurecido… ¿Supiste que me mandó decir idiota con Joshua? Es el primer empleado que me lo dice así de fresco.
—¿Idiota?
—Con mayúsculas, especificó. Me dejó muy claro que su lealtad estaba contigo, me reclamó bastantes cosas… me hizo ver algunas de manera muy clara y al final terminé contratándola, no puedo negar que sabe negociar como una profesional.
—¿Por eso insistió tanto en que fuera la fiesta? Tú se lo pediste —dijo molesta.
—Aunque se lo hubiera pedido, Carolina, estaba fuera del acuerdo el coaccionarte… tú conoces a Grace, ¿la crees capaz de algo así?
Ella negó con un movimiento de cabeza. Le regresó la taza. Era una taza hermosa de colores… ¿Por qué se distraía en la belleza de la taza? El tema era por demás difícil, pero prefería hablarlo.
—No, Grace también es un espíritu libre, no se vende… eso creo. ¿Cuánto le ofreciste?
Rayder sonrió y guardó silencio, era algo de lo que no iba a hablar.
—De cualquier manera debió decírmelo, es mi amiga —reflexionó Carolina.
—¿Cómo lo hubieras tomado? Además, yo le pedí que no lo hiciera…
Carolina le quitó nuevamente la taza de café y se puso de pie, se acercó al ventanal y observó el paisaje. Abajo se podía ver una playa privada con un pequeño muelle, el mar calmo y de un azul oscuro. Después de un largo rato mirando a través de la ventana se volvió y dijo:
—Tengo que hablarlo con ella… ¿Cuál es la segunda cosa que tienes que decirme?
—¿Te quedarás con mi café? —preguntó asombrado Rayder.
—Claro, anda dime la segunda cosa… —respondió llevándose la taza a los labios.
—¿Recuerdas el edificio dónde vives?
—Rayder, que pregunta es esa, ¿cómo lo voy a olvidar?
—No, solo quería estar seguro que sabías de que edificio estaba hablando.
—No lo habrás tirado… —exclamó levantando una ceja.
—No, claro que no… solo lo compré —comentó y clavó sus ojos en los de la chica esperando la reacción. Carolina guardó silencio por un largo rato, se terminó la taza de café poco a poco, creando una tensión en el ambiente y, se la pasó cuando estaba ya vacía.
—¿Ahora tendré que pagarte la renta a ti?
—Lo puse a tu nombre.
—¿Por qué hiciste eso? —respondió molesta.
—Porque quiero que estés protegida, porque así podrás pintar sin preocuparte de buscar de dónde recibir dinero. Puedes rentar los otros departamentos. De hecho estoy remodelando el del primer piso, por si quieres mudarte al de abajo.
—Debiste preguntarme antes… lo de Grace y lo del edificio… yo no estoy buscando que me mantengas o que me estés espiando.
—¡Cómo te iba a preguntar si ni siquiera querías verme, ya no digamos hablarme!
—Una cosa a la vez, Rayder. No puedes ir comprar un edificio o contratar a mi mejor amiga, cuando aún ni siquiera sabíamos si íbamos a arreglar lo nuestro.
Rayder guardó un largo silencio, reflexionó por unos minutos mientras la observaba. Las facciones aniñadas, la piel blanca y suave, los ojos azules con largas pestañas. El cabello cayéndole en desorden por la espalda. El cuerpo delgado y espigado… su olor, el maravilloso olor corporal a jabón y flores.
—Entré en pánico… esa es la verdad —confesó con sinceridad—. Jamás había sentido angustia por perder a alguien. Si una chica se ponía difícil, podía conseguir a otra, sin ningún problema, sin esforzarme, sin remordimiento… o volvían ellas mismas dóciles y accesibles. A ti, Carolina —dijo recalcando cada silaba de su nombre— no puedo controlarte, te me vas de las manos con la misma facilidad que el agua. No tienes miedo de estar sola o de perderme.
—En eso te equivocas, claro que tengo miedo de estar sola, por supuesto que me dolió perderte… pero por dolor o miedo no voy a estar a tu lado.
—¡A eso me refiero! No sé lo que te mueve o que te motiva. Entonces busqué a tu alrededor, si no querías verme… por lo menos tendrías que ir a pagarme la renta —exclamó con una sonrisa—. Ahora que te lo explico suena un poco tonto.
—¿Un poco?
—Carolina, la idea no era tan descabellada, tengo dinero, puedo comprar lo que quiera y no lo hice como un negocio, aunque en realidad conseguí el edificio a un excelente precio… pero ahora quiero que te lo quedes tú y tengas un ingreso, porque sé que no permitirás que te deposite a tu cuenta.
—¡Claro que no! Lo que tú quieres es controlar por medio del dinero, no establecer una relación normal sin crear dependencias.
Carolina lo miró por un largo rato y lanzó la pregunta.
—¿Tú también piensas que con la carrera que elegí estudiar soy incapaz de salir adelante? ¿Eso crees?
—Creo que eres capaz de lograr cualquier cosa que te propongas, te he visto pintar y me ha gustado. No te pedí que hicieras un mural solo para conquistarte… solo pienso que estamos acostumbrados a diferentes cosas, así que te propongo algo: tu dejas de robarme mi café y permaneces conmigo por un tiempo, para conocernos y te muestro como soy y lo que puedo ofrecerte. Pero dejarás que yo sea como me gusta ser y me comporte como suelo hacerlo.
—¡Como si te reprimieras a mi lado! —protestó Carolina.
—Aunque lo dudes.
—¿Y también podré mostrarte como soy y lo que me apasiona?
—Negociaciones chiquilla, haremos unas buenas negociaciones y podremos disfrutarnos mutuamente.
—Con lo único que no estoy de acuerdo es con lo del café…
—Carolina, entiende algo, nadie toca mi celular y nadie se toma mi café…
La chica se rio con una risa fresca, sonrió con dulzura, tomó la taza vacía y alzándola dijo:
—Iré a buscar más café y galletas de la señora Evelyn.
—No, tú no irás a ninguna parte. Ven —le ordenó con autoridad poniéndose de pie. La detuvo justo en la entrada de la habitación. Rayder cerró la puerta y le puso cerrojo. La acorraló contra la pared. Podía sentir su corazón pequeño latiendo con fuerza. La respiración en el cuello. El olor emanando de la piel suave. Rayder inclinó la cabeza y acercó sus labios al cuello blanco. Lo lamió con calma, disfrutando el sabor. Carolina quiso moverse, pero Rayder la estrechó más contra la pared. Aprisionándola.
—Llevo dos semanas sin poder tocarte… tú no sabes el abismo que ha sido tenerte lejos de mí.
—Ayer estuvimos…
Rayder la silenció poniéndole un dedo sobre los labios.
—Shh, lo de ayer en el estacionamiento no cuenta… —murmuró y le sujetó la barbilla con la mano, le pasó el pulgar por los labios y después lentamente le introdujo el dedo en la boca. Carolina cerró los ojos y tocó el dedo con su lengua húmeda. Rayder seguía con todo su peso sobre ella. Acercó su boca al oído de ella y ordenó en un susurro:
—No vuelvas a irte así… nunca —dijo y restregó sus caderas contra las de ella, para que sintiera la erección que tenía. Rayder la soltó poco a poco, se separó lentamente y dio unos pasos hacia atrás.
—Desnúdate, por favor —le pidió con calma y se sentó en el sillón de mimbre.
Carolina aún tenía la taza en la mano. Sintió un deseo inmenso de que la besara. Se mordió el labio inferior y caminó a dejar la taza sobre el buró. Se quitó la camiseta con la que había dormido, pasándola por arriba de su cabeza. Dejando sus pechos desnudos, llevaba una tanguita negra de encaje. Vio como Rayder sonreía con la visión. Carolina metió los dedos en la tela para bajarlos por las piernas.
—No te la quites… me gusta cómo se te ve… ven, acércate.
Carolina se acercó hasta él. Rayder la hizo ponerse sobre sus piernas, de pie. Le metió el dedo índice entre la tela y la piel, buscando el sexo.
—Estás empapada.
Rayder buscó en su bolsillo derecho de la camisa de lino, sacó un tubo con gel.
—Aunque estás muy mojada, hoy quiero ir preparándote para otra cosa. Rayder comenzó a masajear el sexo de carolina, lentamente. La chica no respondió nada, respiraba con fuerza excitándose con cada roce.
Rayder abrió el tubo de gel y se puso en los dedos. Metió la mano por detrás y le untó entre las nalgas, buscando con los dedos el ano.
Carolina dio un respingo y le sujetó la mano. Estaba sorprendida.
—Voy a prepararte, poco a poco… esto tomará un tiempo. Me encantaría metértelo de lleno por atrás… pero te dolería bastante, mucho más que cuando te quité la virginidad, así que iremos lento Carolina.
—Pero…
—Shh, déjamelo a mí, haré que te guste, poco a poco. Rayder se puso de pie y la llevó a la cama. La recostó en la orilla y le abrió las piernas. Comenzó a masajearle el clítoris con delicadeza, volvió a ponerse gel en los dedos y se lo puso en el sexo, la sensación de frio la hizo temblar. Rayder le besó un pezón primero, mientras le introducía un dedo entre las piernas y lo giraba rozando las paredes húmedas. Cuando Carolina estaba más estimulada Rayder comenzó a masajearle atrás. Lentamente muy lentamente y con bastante gel le introdujo un dedo por atrás, mientras tenía otro dedo en la vagina y movía los dos. Carolina se retorció con las diferentes sensaciones, le dolía un poco, pero estaba tan excitada que abría las piernas deseando más. Rayder sacó el dedo de la vagina y se desabrochó el pantalón. La penetró mansamente, sin sacar ni dejar de mover el dedo de atrás. Con la mirada clavada en el rostro de su chica. En muy poco tiempo logró que Carolina estallara arqueando el cuerpo y gimiendo, con varios espasmos liberó toda la tensión de tantos días separados. Rayder sacó el dedo y la sujetó por la cintura, le clavó la erección con fuerza, tratando de entrar lo más posible. Se inclinó sobre ella y la disfrutó por largo rato. Era un placer tenerla ahí, sometida bajo su cuerpo, completamente suya.