28. El discurso

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El discurso

Carolina entró al salón del brazo de Rayder, todas las miradas la seguían. Se acercaron a la mesa y Rayder permaneció de pie junto a la chica, sin soltarla de la mano.

—Tío Gustav, tía Edith, él es Rayder.

Gustav lo recorrió con la mirada, el ceño fruncido.

—El novio… —aclaró Rayder para sorpresa de Carolina.

—¡Tienes novio! —gritó la tía Edith emocionada— y además guapísimo… —se le salió decir, ante la mirada de reproche de Gustav. —¿Por qué no me lo habías dicho? Me da tanto gusto.

—Y mi primo Alan —le presentó al chico que permanecía callado. Le dio la mano.

Se sentaron, Grace no estaba ahí.

—¿Y a qué se dedica? —preguntó Gustav.

—Tengo algunos negocios… —dijo Rayder llevándose la mano de Carolina a los labios y besándola… deseaba tanto estar solo con ella.

—¿Y si la ha visto sin arreglar? —preguntó realmente intrigado Gustav.

Rayder se rio del comentario, estaba tan contento en ese momento que le causó gracia la pregunta.

—Por cierto, Carolina ya no necesita más la moto, ¿quiere que se la regrese para su hijo Alan?

Gustav soltó una carcajada: —No, no, no… ¡Pueden tirarla a la basura!

En eso el Rector se puso de pie y se dirigió al estrado para dar un pequeño discurso. Grace llegó a ocupar su lugar, en la mesa de Carolina. Guardaron silencio y escucharon interesados. Rayder no le soltaba la mano a Carolina y no se cansaba de mirarla, el perfil perfecto, los labios rojos, los ojos profundamente azules y grandes.

En un momento, el Rector agradeció la espléndida donación de un nuevo edificio para la carrera de Artes plásticas y le pidió a Rayder que subiera a decir unas palabras. Rayder se puso de pie sonriendo, echó un vistazo a su alrededor, jóvenes rondando los veinte años aplaudían mirándolo, algunos extrañados, algunos distraídos, las chicas observándolo con mayor interés, sabía el efecto que provocaba en muchas de ellas. Había decidido no subir al pódium, pero se topó con la mirada de Tom, que desde la mesa contigua no dejaba de verlo. Había molestia en esa mirada, estaba seguro de eso… un pequeño rival, pensó. Rayder tomó de la mano a su chica y le ayudó a ponerse de pie.

—Acompáñame… —le ordenó dándole un pequeño tirón. La sujetó por la cintura para que pudiera caminar con más soltura en los tacones y recorrió por el centro de la pista, captando la atención de todos. El Rector aplaudió entusiasmado contagiando al auditorio.

Rayder llegó al estrado y saludó a los magistrados ahí presentes con una leve inclinación de cabeza. Se acercó al micrófono sin soltarle la mano a Carolina. Todas las miradas estaban clavadas en la pareja.

Rayder se adueñó del micrófono, lo sujetó con una mano. Observó al público, al momento, con su sola presencia consiguió que todos guardaran silencio.

—Siento decepcionarlos chicos, hoy no asisto como mecenas ni como benefactor… en unos meses cuando el edificio esté terminado tal vez venga para darles un discurso de lo importante que es prepararse en la vida y decirles todas esas frases con las que los hostigan sus mentores. Hoy vengo solo como acompañante de mi novia, que se gradúa de Artes plásticas…

Comentó y soltó el micrófono, tomó de la cintura a la chica y la apretó contra sus caderas, le tomó la nuca con una mano y le dio un beso de película. De esos que hacen suspirar a las mujeres y rabiar a los chicos. El rector abrió los ojos sorprendido. Los muchachos gritaron y aplaudieron. Rayder la soltó y tocándose los labios con dos de sus dedos regresó al micrófono.

—Y soy ingeniero… —concluyó en medio de vítores y loas, tomó por la cintura a Carolina y bajó del estrado sonriendo de una forma encantadora.

Hasta Joshua que los vigilaba desde una de las entradas esbozó una sonrisa divertido. Era la primera vez que veía a su jefe dejar la imagen de empresario perfecto y serio y, divertirse en un evento social. Desde que lo conocía, jamás había visto a Rayder hacer demostraciones físicas; los abrazos o los mimos en público los tenía prohibidos, ya no digamos los besos apasionados frente a una fiesta repleta de jóvenes a punto de graduarse.

Cuando llegaron a la mesa Carolina le preguntó:

—¿Me puedes explicar que fue eso?

—Eso, mi pequeña Carolina, es dejarle a todos bien claro que eres mía, solo mía. Y que le voy a partir la cara a quien intente algo contigo —le susurró al oído.

El tío Gustav tenía la quijada desencajada. Al sentarse Rayder abrazó a Carolina por la espalda y le besó los cabellos.

El mesero llegó y puso una botella de whisky Glenmorangie 25 años, el tío Gustav la reconoció al instante, pidió un vaso. El rector terminó de hablar y la música comenzó.

Gustav se acercó a Rayder y le preguntó:

—¿Qué fue lo que le viste a esta?

—Gustav, por favor —reclamó la tía Edith defendiendo a Carolina.

—Porque lo mismo me pregunto de ti —arremetió Gustav contra su esposa—. Yo no sé qué fue lo que te vi, pero ahí voy de estúpido a casarme. ¡No vayas a cometer el mismo error! —bromeó riéndose a carcajadas.

Rayder se puso de pie y se acercó al tío, le susurró al oído:

—¿Me acompañas afuera un momento? —pidió, y en la voz se podía percibir que era una orden más que un pedido. A Gustav le tomó por sorpresa, se puso de pie y lo siguió.

Cuando llegaron afuera, Joshua se acercó, debía de haber estado vigilando, se quedó a una distancia prudente.

—Gustav —dijo Rayder con calma—. No voy a permitir que te expreses así ni de Carolina ni de Edith, no en mi presencia.

Gustav frunció el ceño, se veía perturbado.

—Tú no me vas a decir cómo tratar a mi esposa.

—Mientras estés en mi presencia, sí. Y te advierto que si vuelves a incomodarme con cualquier comentario, haré que te echen de aquí —terminó de decir y se retiró sin dirigirle la mirada siquiera.

Rayder llegó a la mesa y se sentó junto a Carolina. La mesa estaba vacía, la tía Edith y el primo no estaban.

—¿Pasó algo? —preguntó la chica.

—No, no te preocupes —se acercó y le robó un beso con dulzura—. Explícame mejor tu viaje a la playa.

—Terminando la fiesta, Grace y yo queremos irnos a la playa… son solo dos horas manejando… en el auto de Grace.

Rayder cerró los ojos y suspiró hondo, guardó silencio esperando escuchar toda la historia. Se notaba que estaba haciendo un gran esfuerzo para permanecer calmado.

—Llegaremos a casa de la tía de Grace, por unos días.

—¿Terminaste?

—¿Qué? ¿Te parece mala idea?

—Yo no manejo jamás después de una fiesta, mucho menos un trayecto largo.

—Pero tú tienes gente contratada Rayder, Grace y yo no… será emocionante.

—Carolina, si estas dispuesta a ser mi pareja, tienes que entender que deberás lidiar con algunas cosas a las que no estabas acostumbrada, una de ellas es el riesgo de un secuestro y de que yo seré responsable de tu seguridad, en todo momento. ¿Crees que tengo un equipo de seguridad solo por diversión?

—¿Secuestro? —repitió preocupada la chica.

—¿Tienes idea de cuánto dinero género?

Carolina movió la cabeza negativamente. No tenía ni idea, sabía que debía ser bastante, pero jamás se había detenido a pensar que tanto.

—Habrá cosas muy buenas Carolina, pero también tienes que entender que no voy a permitir que te pongas en riesgo…

Carolina se quedó de una pieza… ¿Era eso lo que quería? ¿Que la controlaran tanto? ¿Que supiera a cada minuto en dónde estaba o con quién? A ella le que le gustaba no depender de nadie ni dar explicaciones…

—Antes de que te asustes o salgas corriendo, inténtalo… vamos a intentarlo —pidió Rayder.

—¿Entonces quieres que cancele el viaje a la playa?

—No, no cancelarlo pero si hacerlo en otras condiciones… primero que nada, no en el carro de Grace y menos si ella maneja… y por favor no a la casa de la tía, no tengo nada en contra de esa adorable mujer que ni siquiera conozco, pero si vas a viajar a la playa, que sea un viaje que disfruten las dos.

Carolina lo observó, se veía radiante haciendo la negociación.

—¿Siempre te sales con la tuya?

—Ojalá, contigo ha sido bastante difícil, créeme… —respondió con una sonrisa Rayder—. Quiero que nos vayamos ahorita mismo tú y yo, unos días.

—Rayder, quedé de acuerdo con Grace… no es fácil convencer a Grace.

—Tengo estos días libres, el martes debo viajar por negocios y puedo mandar por Grace y dejarla contigo en la casa en la playa… que sé que les gustará.

En ese momento Grace llegó de la pista, se veía que había bailado por largo rato, estaba agitada y sonreía.

—Veo que ya están juntos nuevamente… me alegra, era terrible verte pintando todo el tiempo.

—Grace, sé que tenían un viaje programado a la playa —afirmó Rayder.

Grace se sentó, tomó un vaso de refresco y lo empinó.

—En cuanto termine la fiesta nos vamos a buscar nuevos horizontes —respondió.

—Te propongo algo, aplazarlo para el martes y hacerlo en mi casa de playa en lugar de la de tu tía.

—¿Tiene vista al mar? —preguntó Grace.

—Playa privada, alberca, tendrán cocinera y el equipo habitual que atiende esa casa.

—¿Auto, chofer, presupuesto?

—Grace, ya sabes que está abierto… aún tienes mi tarjeta.

—De acuerdo —respondió Grace con una sonrisa.

—¡Es increíble que te convenzan con tampoco! —reclamó Carolina—. ¿Y la aventura que me dijiste que viviríamos, el vender los cuadros en la plaza y sacar dinero para mantenernos?

—Cariño, si tú crees que porque estudié filosofía me gusta sufrir, estás muy equivocada, a los filósofos nos gusta lo mejor de la vida… Además este hombre sabe hacer muy buenas negociaciones, no pude negarme. Tú lo viste, me fue imposible de rechazar.

—Carolina y yo nos iremos ahorita, el martes mandaré a alguien por ti… para que pasen juntas algunos días ahí —comentó Rayder.

—Me parece perfecto… ¿y dónde están tus tíos?

—No lo sé, se levantaron hace un rato.

Rayder se puso de pie y jaló con suavidad a Carolina —vámonos ya— dijo con autoridad.

—¿Pero y mis tíos?

—Grace les dará tus saludos y les puede comentar que tuvimos que marcharnos, —comentó Rayder sin esperar a que Carolina respondiera, caminó con ella hacia la salida. No se despidió de nadie, ni del Rector que pareció seguirlo con la mirada.

Llegaron al estacionamiento y Joshua ya estaba junto a la camioneta. Rayder le abrió la puerta a Carolina y la empujó con suavidad al asiento donde solo un rato antes había estado tendida bajo el cuerpo de Rayder. Joshua se metió en el asiento del conductor y encendió el auto. Rayder entró y cerró la puerta.

—¿Entonces a dónde iremos? —preguntó Carolina.

—A la casa de la playa… —respondió mirando al frente, nuevamente era el empresario serio, el que tenía el poder de la situación.

—¿A esta hora?

Rayder se rio —es la misma hora a la que pensaban salir tú y Grace o más tarde —Rayder miró su reloj— son apenas las once de la noche, estaremos ahí en dos horas y media. Ven, si quieres dormir un rato, será un trayecto largo. ¿Estas cansada?

—Un poco, pero no tengo sueño…

Rayder la abrazó, hizo que se recargara en su pecho y la estrechó con fuerza. La música sonaba tenue, los acordes de Bach. Nada le daba más tranquilidad que tener a esa chiquilla entre sus brazos. Lo había conseguido, nuevamente estaba Carolina junto a él. El infierno de no saber que era de ella o con quien podía estar se había terminado.

Con el suave bamboleo del auto en marcha no tardó mucho Carolina en quedarse dormida recargada en Rayder.