27
La cena de graduación
El tío Gustav estaba sentado en la mesa, con su prominente barriga y la cabeza calva, le gritoneaba al mesero. A su lado estaba la tía Edith, delgada y pequeña, con el cabello recogido en un chongo que la hacía ver mayor. Carolina se sintió inundada de recuerdos de su niñez al lado de la tía Edith, era una mujer tranquila y callada.
Gustav no la reconoció cuando se acercó a ellos, Carolina estaba espectacular, arreglada y con tacones, tenía puesto un vestido rojo largo que le delineaba la figura, con la espalda descubierta. Zapatos Casadei negros. El cabello lacio con pequeñas ondas en las puntas.
Gustav no podía cerrar la boca estupefacto. La tía Edith se puso de pie y la abrazó con cariño.
—¡Pero qué bonita te has puesto…! Mira Gustav, que linda está la niña.
—Realmente no te reconocí, esperaba verte con el cabello como escoba y tus espantosas zapatillas de deporte —explicó Gustav—. Vamos a ver cuánto tiempo te dura eso de estar arreglada.
—Gracias tío, a mí también me da gusto verte —respondió Carolina—. Recuerdas a Grace, mi amiga.
Gustav le dio la mano a Grace y volvió a sentarse sin dejar de ver a Carolina, aún no podía creerlo. Al lado de los tíos estaba el primo Alancito, hijo del primer matrimonio de su tío Gustav, de 15 años, rollizo y con los dientes chuecos sonriendo pacientemente mientras esperaba a que lo presentaran.
Caro lo saludó y le dio un beso en la mejilla, de cualquier manera, esa era su familia, la única que tenía.
—¿Qué harás ahora que terminaste tu carrera? —preguntó Edith.
—¡Ya puedes empezar a pintar casas! —exclamó divertido Gustav y se rio, haciendo que su papada se sacudiera.
—Grace y yo iremos de viaje a la playa…
—Carolina… —la interrumpió Grace— Rayder está aquí, en la mesa del rector.
Caro se volvió a ver, ahí, saludando al rector y a otros miembros de la universidad estaba Rayder, una silueta que podría reconocer entre mil. Impecable, guapísimo, alto con un gran porte, vestido de esmoquin negro. Se veía relajado y sonriendo, charlaba animadamente con el Rector, quien se notaba encantado de tenerlo ahí.
—Creí que no vendría… —dijo Carolina inclinando la cabeza. El corazón le latía con fuerza, sentía que se le saldría del pecho.
—¿Quieres que nos vayamos? —preguntó Grace—, aún no te ha visto.
—Grace, a estas alturas ya debe saber hasta que marca de rímel traigo puesta.
—Y ya que habíamos conseguido que dejaras de pintar los retratos rojos…
—¿Pasa algo? —preguntó la tía Edith.
Carolina le puso la mano sobre la suya. —No tía, todo está bien…
Después se acercó un poco a Grace y le susurró
—Prefiero no verlo… aún no.
—Acompáñame un momento afuera —dijo Grace y se puso de pie, se despidió amablemente de Gustav, de Alancito y de Edith. Caro se paró a su lado y caminó con ella.
Rayder la observó en silencio, estaba bellísima, después de días sin poder verla sintió un gran alivio al mirarla ahí. La siguió con la vista hasta que ella y Grace salieron del salón.
Una vez afuera Grace sacó la cajetilla de cigarros de su bolsa y prendió uno, dándole una gran bocanada de humo.
—¿Quieres hablar con él? —preguntó Grace.
—No, quiero irme.
—¿Y tus tíos?
—Ellos estarán bien…
—Acuérdate lo que te dije de que un idiota no debe echarte a perder tu cena de graduación.
Rayder salió del salón y se acercó hasta las chicas, sonreía de una manera hermosa, llevaba las manos dentro de los bolsillos del pantalón, tranquilo. Se veía guapísimo, radiante.
Carolina se quedó fría, Rayder se acercó hasta quedar frente a ella.
—Necesito hablar contigo, Caro.
—No, yo no.
—Grace, déjanos solos por favor —pidió Rayder. Para sorpresa de Carolina su amiga obedeció el pedido.
—¡Grace!
—Caro, en verdad necesitas hablar con él… yo no soy capaz de resistir otra de tus semanas de ayuno y pinturas rojas… además ya no queda un solo espacio en blanco en ese departamento.
Grace se alejó dejándolos solos.
Caro miraba al piso para no verlo directo a los ojos, no lo soportaría. De pronto sonrió, Rayder traía puestos unos converse negros.
—Estas usando converse…
—Bastante cómodos… Rayder le ofreció su brazo, Carolina titubeó, pero con los tacones no podría ir ni demasiado lejos ni demasiado rápido… además él estaba usando converse con el esmoquin.
Carolina se apoyó en él, pasó su mano por el brazo de Rayder. Una corriente de energía los inundó.
Rayder cerró los ojos y aspiró su aroma, el corazón le latía con fuerza, no pudo evitarlo y lentamente se puso frente a ella y la envolvió en sus brazos con fuerza. Le besó los cabellos repetidamente.
—No quiero estar sin ti, Carolina. No puedo estar sin ti.
Carolina titubeó un poco, pero al final le regresó el abrazo, se sujetó a su cintura, se hundió en su pecho, en su olor, en la fuerza de sus brazos protegiéndola.
—Te necesito… mucho más de lo que creí —le confesó Rayder—. Ver el mural sin terminar cada tarde era una tortura. Me gustaba tenerte ahí siempre. No lo aprecié como debía.
—¿Y Helga?
Rayder se rio, miró al cielo y respondió sin dejar de abrazarla:
—Helga… la bella y operada Helga… fuimos a cenar y sufrí cada minuto de esa cena. Antes del postre la mandé de regreso a su hotel con Jacob, bastante molesta por cierto. Y esa noche Joshua me dijo que tú estabas con Tom, un six de cervezas y una pizza. Me volví loco… supe lo que es vivir un infierno. Estos han sido los peores días de mi vida.
—Sé de qué hablas —comentó Carolina.
Rayder guardó silencio por largo rato, le acarició la espalda. Sintió como su chica se estremeció.
—Mi nombre es Anthony, Anthony Rayder… y no quiero perderte —dijo y le buscó los labios, la besó primero con mucha suavidad, disfrutando de cada roce, poco a poco, después continuó besándola con ansia, eran las semanas de no tenerla a su lado, de no saber si volvería a abrazarla o a poseerla.
Rayder la tomó de la mano, le estrechó los dedos, el solo contacto con su piel lo hizo respirar más agitadamente. Con delicadeza la jaló hacia el estacionamiento, junto a unos árboles.
—¿A dónde vamos?
—Necesito algo del auto… —respondió sin dejar de caminar, alejándose.
La camioneta de Rayder estaba estacionada junto a un gran árbol.
Rayder la atrajo hacia sí y la recargó contra el auto, le buscó la boca y la besó, primero con delicadeza, jugando con sus labios.
«Solo un beso» pensó Carolina, solo uno más y me detendré… Caro respondió abriendo los labios y regresando el beso, todo su cuerpo respondió al instante, las semanas de dolor, el desaliento y la desesperación desaparecieron. No podía detenerse. Nada existía, ni la fiesta, ni los tíos, ni el estacionamiento oscuro junto al carro. Solo Rayder presionándola con todo su cuerpo y besándola con ansia. Podía sentir la erección entre las piernas de Rayder.
Carolina llevo su mano hasta la cabeza del chico y la enredó entre los cabellos, los sujetó con fuerza, no podía controlarse más. Sentía un deseo intenso de gozarlo. Caro trató de detenerse. Le puso las manos en el pecho y quiso empujarlo, pero lo hizo titubeando. Tenía la cabeza nublada por el deseo.
Rayder acarició su cintura, la espalda y tocó por sobre la tela su busto, al instante sintió como Carolina se estremecía por completo. Le deslizó la mano por toda la pierna, llegó a donde acababa el vestido y metió la mano por debajo. Carolina traía puestas medias con ligueros. Rayder se topó con el encaje justo en lo alto del muslo, pasó la mano donde las piernas femeninas se unían, sobre el sexo cálido. Estaba delirante. Metió la mano en la ropa interior y buscó con los dedos, Carolina estaba muy mojada. Rayder se detuvo por unos segundos.
—Estás empapada… estás lista.
—Rayder, espera un poco…
Rayder bajó la cabeza y respiró profundamente buscando serenarse, apoyó las manos a los lados de la chica sobre el capó del auto, aprisionándola. Se detuvo solo por un momento. Era una locura hacerlo ahí, pero estaban tan excitados.
Comenzó a besarle el cuello con delicadeza. Carolina echo la cabeza para atrás. Rayder bajó por el escote y tocó con los labios el busto. La chica se aferró a su cuello. En un diestro movimiento Rayder se desabotonó el pantalón y bajó el cierre. Tomó por la cintura a Carolina y la giró hasta dejarla de espaldas a él, con el pecho sobre el cofre del auto. Le subió el vestido hasta dejar al descubierto las nalgas blancas. Le bajó la ropa interior hasta la mitad de las piernas y la penetró con fuerza. Sin reflexionar, sin pensar, estaba loco del deseo. Arremetió una y otra vez contra las nalgas de la chica, con un brazo apoyado en el auto y el otro sosteniéndola por la cintura. No duró mucho, era poco el tiempo que tenían antes de que alguien pasara por ahí. En algunas arremetidas más se vino con ímpetu en la cálida humedad de la chica.
Rayder se detuvo unos segundos en esa posición, respirando agitadamente después con cuidado comenzó a salirse…
—Espera —pidió—, déjame salirme con cuidado para sacar el condón… ¡Mierda! —exclamó—, mierda… mierda…
—¿Qué pasa? —preguntó asustada Carolina.
Rayder sacó un pañuelo de su saco y se lo pasó a la chica.
—No me puse condón… ¡Mierda!
—¡Qué! —dijo sin aliento la chica, subiéndose las pantis—. ¿Cómo que no te pusiste? Siempre usas condón, Rayder, por favor.
—No puede ser… desde los 17 que no me pasaba algo así… ¿En qué día estás?
—¿En qué día de qué?
—¿Cuándo te viene la regla?
—¡No lo sé!
—¡No lo sabes!
—Claro que no, no llevo una vida sexual activa… hasta que te conocí… y no hagas un drama Rayder, no voy a quedar embarazada… «no te quedas embarazada la primer vez que lo haces… o la segunda o bueno, la no sé qué número» pensó.
Rayder la abrazó, era increíble que se le nublaran de tal manera los sentidos cuando estaba con ella.
—Claro que puedes quedar embarazada por no usar condón… con una vez es suficiente… Carolina deberías ser más organizada con tus días de menstruación.
—Deberías usar siempre condón…
—Cierto… cierto… te doy la razón… No voy a estar tranquilo hasta que te venga la regla… —dijo casi para sí.
—Solo te viniste tú… —le reclamó Carolina.
—Vamos a mi departamento, aquí puede vernos cualquier persona.
—¿No pensaste en eso hace unos minutos cuando te viniste en mí?
—No pensé en nada, ni siquiera en usar protección y eso estuvo muy mal… Ven conmigo, te quiero en mi cama, ahí te haré venir, solo ahí.
—No puedes chantajearme con sexo… —replicó la chica.
—Carolina no puedo chantajearte con dinero, déjame ver si con sexo sí.
—Tengo mi cena de graduación, están mis tíos… y me voy a ir unos días con Grace a la playa en cuanto termine la fiesta.
A Rayder le cambió el semblante por completo y su tono de voz:
—Tu no vas a ir en un viaje de hippies a la playa… olvídalo.
—Rayder, ya lo tenemos planeado.
—No irás, te lo digo desde ahorita. Yo te llevo a donde quieras, pero no te subirás a no sé qué carro con no sé quién manejando, a sobrevivir quién sabe cómo.
—No voy a discutir eso contigo ahorita… tengo que regresar a la fiesta…
—¿No quieres ir a mi departamento?
—No, aún tengo mucho que pensar y asimilar… y una cena de graduación.
Rayder abrió la puerta del auto, la de la parte de atrás y empujó con suavidad a Carolina.
—¿Quieres hacerlo aquí en el carro? —inquirió la chica sonriendo.
—No me dejas otra opción… —respondió molesto Rayder.
Carolina soltó una carcajada melodiosa y se sentó en el asiento trasero del auto.
—Rayder, tú no haces el amor en un carro.
—Claro que no, para eso tengo departamentos y propiedades y puedo pagar cualquier hotel… pero eres tan obstinada. Caro volvió a reírse y Rayder la silenció besándola. —Y tampoco como comida china… ni uso converses… contigo he hecho muchas excepciones Carolina —le explicó mientras la besaba con ansia y se tendía sobre ella. El lugar no era lo más cómodo, pero con habilidad consiguió recostarla y volver a entrar en ella. Era como si no se hubiera venido unos minutos antes. La deseaba con tantas ganas, que no le costó nada volver a excitarse y disfrutarla nuevamente haciéndola gozar.