24. Helga

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Helga

Jacob marcó buscando a Rayder, no era algo que quisiera hacer, llevaba unos días con un genio de los mil demonios, pero tenía que darle el informe del día.

—¿Recibió el celular? —inquirió secamente.

—No, la señorita Kerry no se ha presentado en clases, este es el tercer día y no atiende a la puerta en su departamento. La camioneta sigue afuera pero no ha sido usada.

Silencio por demás incómodo. Jacob buscó cambiar el tema.

—Señor, en media hora iré por la señorita Helga y la llevaré al Aziza… ¿Quiere que pase por usted también?

Rayder había olvidado por completo la cena de la discordia… la cena con Helga, en realidad necesitaba distraerse, ahora más que nunca.

—No, yo llegaré al restaurante por mi cuenta… cualquier novedad me la comunicas.

Rayder llegó al restaurante cuando Helga ya estaba esperándolo, sentada en la barra del bar distraía a cuanto hombre se cruzaba. Helga era una rubia espectacular, con varias operaciones encima y un escote ejemplar, sabía usar cada uno de sus encantos. Tacones inmensos, vestido negro corto strapples, maquillada y peinada a la perfección, tal y como sabía que le gustaba a Rayder.

Cuando se puso de pie echándole los brazos al cuello, casi estaban de la misma estatura, y eso que Rayder era bastante alto. El olor dulzón del perfume lo golpeó de pronto. Era un perfume que él disfrutaba en las mujeres, pero ahora le pareció excesivo… no podía dejar de pensar en lo que Carolina estaría haciendo. Sería una noche bastante larga. Helga lo besó directo en los labios, pero sintió a Rayder más bien frio, indiferente.

—¿Has tenido un mal día? —le preguntó extrañada.

—Más de uno… ¿Ya está la mesa asignada?

—Desde hace un rato… yo te estaba esperando, corazón. Vuelta a colgarse del cuello y besarlo. Él la alejó con suavidad. Rayder solía pedir un pequeño salón privado para cenar. Le puso la mano en la espalda y con delicadeza la encaminó al lugar.

Era un sitio suntuoso, cada detalle era recargado y selecto. Sobre una pared pendía un cuadro que no pudo identificar, Carolina podría haberle dicho de quien era y que estilo tenía… ¡Mierda! Lo que menos importaba en ese momento era el cuadro que solo era parte de la decoración.

Helga se sentó con una gran sonrisa en los labios.

—Si lo prefieres, podemos ir directamente a la habitación, así tendremos más tiempo para estar juntos… —pidió la chica.

—No, aquí estamos bien… A quién engañaba, se sentía bastante mal. Pensó que el ver a Helga podría distraerle un poco la mente, pero en realidad había salido al revés. Cada detalle le regresaba el recuerdo de Carolina. Detestaba sentirse así. Pidió una bebida fuerte y le ofreció a Helga otra. Habría que ver como pasar la noche lo mejor posible.

—Yo también estoy fatal, déjame decirte —lloriqueó Helga—, en dos años más estaré cumpliendo treinta años y tendré que usar botox por necesidad y no por placer como lo hago ahora.

Rayder vacío la mitad de su bebida de un trago.

—¿Por qué despediste a Margot? A mí me parecía una buena asistente —preguntó Helga.

—¿Habló contigo?

—Rayder, tengo más llamadas de ella en mi celular que las de mi estilista… ¡Ella es la que organiza siempre nuestras citas, acuérdate!

—Prefiero no hablar de ese tema…

—Margot dijo que estabas poniéndote serio con una flaca despeinada —Helga rio divertida—, yo le dije que eso no podía ser cierto, ni en mil años.

Y de pronto a Rayder se le hizo más que evidente el por qué estaban ahí.

—Tú no tenías ningún asunto en la ciudad… Margot organizó tu venida, ¿cierto?

—Corazón, entiéndela, estaba preocupada… ¿Quién te conoce mejor que ella? Además sabe que jamás te has negado a mis encantos, yo sí sé complacerte…

Rayder se puso de pie y se alejó un poco, tomó su celular y marcó, Joshua le respondió al instante.

—Joshua, quiero que te des una vuelta al departamento de la señorita Kerry y te cerciores de que esté bien… me informas.

Rayder se terminó la bebida y pidió otra, volvió a sentarse en la mesa.

—De verdad te interesa esa flaca —exclamó sorprendida Helga. Rayder sonrió, respiró hondo y respondió:

—Más de lo que creí…

—Tú no eres para estar atado a alguna chica en especial y lo sabes… y menos una como la que me describió Margot… y si en realidad te interesa ¿Por qué no estás con ella?

—No voy a negar, Helga, que me gusta estar con ella, pero me desconcierta, estoy acostumbrado a otro tipo de mujeres… mujeres a las que solo necesito tronarle los dedos para tenerlas a mi lado haciendo lo que yo quiera.

—¿Ves? Por eso debes quedarte con esta muñeca que está lista para todo —rio desenvuelta Helga, echando la cabeza para atrás, mostrando su dentadura perfecta— yo no voy a defraudarte corazón.