23
La llamada de Margot
Carolina miraba distraída obras en su iPhone.
—Esta pintura me encanta… —murmuró.
—¿Cuál? —preguntó Rayder sin dejar de mirar el camino, él iba conduciendo la camioneta.
—Cuando lleguemos te la muestro, es de Saloua Raouda.
—¿Está en el Tate?
—Sí… es libanesa, la primera pintora abstracta libanesa…
—Me gustaría llevarte a Londres, así podrás ver en vivo todas las pinturas que quieras… podemos alcanzar la exposición de Paul Klee. ¿Quieres?
—Jamás he estado en Londres… —exclamó sorprendida Carolina.
—A mí me encantaría llevarte… en dos semanas será tu cena de graduación… ¿ya te confirmaron tus tíos su venida?
—No, aún no… les marqué ayer pero no había nadie en casa.
Rayder dijo en voz alta «oficina» al momento se marcó el número en su celular, fue Margot quien contestó.
—Señor Rayder.
—Margot, estoy en el manos libres y estoy acompañado. ¿Pudiste confirmar la venida de los tíos de la señorita Kerry?
—Sí, hablé con el Señor Gustav Avie y me confirmó tres lugares: él, su esposa Edith y su hijo mayor.
—¿Llegan el viernes o el sábado?
—El sábado, ya está lista la reservación del hotel y el traslado… —Margot guardó silencio por un rato y antes de que Rayder colgara la llamada, continuó—, también está confirmada su reservación a cenar con la señorita Helga, en el Aziza, el jueves a las 8:30, Jacob la recogerá del aeropuerto… como siempre lo hace cuando la señorita está en la ciudad.
Rayder apagó el celular. Un prolongado silencio le siguió a la llamada de Margot. Apretó el volante con fuerza, se podía ver como sus nudillos se ponían blancos de la presión. En cambio las manos de Carolina se congelaron y dejaron caer el IPhone al piso de la camioneta.
—Es solo una cena… —explicó Rayder.
Era como si una piedra inmensa y pesada cayera sobre su pecho, impidiéndole respirar.
—Yo sé lo que tus cenas significan… —dijo Carolina— y, sé en que terminan.
—Esta es solo una cena. No tengo porque darte explicaciones —contestó cortante Rayder.
En qué momento pensó Carolina que podría lograr un cambio en él… ¡Dios, como le dolía ese instante!
Rayder estacionó la camioneta frente al edificio de Carolina, habían llegado.
—No quiero que te vayas enojada, Carolina, no le des importancia.
—Es importante, Helga va dispuesta a todo y tú lo sabes… todas tus chicas disponibles lo saben.
—Carolina, contigo es diferente.
—¿Qué es diferente? ¿Qué no uso tacones? ¿Qué pinto un mural en tu cuarto? Por favor Rayder… ¿Qué es diferente?
—Tu no me vas a controlar, Carolina, entiéndelo, yo puedo salir con quien quiera y no tengo porque dar explicaciones, jamás las he dado y no voy a empezar ahora a darlas —trató de defenderse Rayder y por dentro tenía ganas de ir y gritarle a Margot…
Caro quiso llorar, llorar, llorar y no parar de llorar hasta que Rayder la abrazara. ¿Pero para qué? ¿Esperando qué?
—No puedo con esto Rayder… para ti es más sencillo, yo no… —la voz se le quebró, abrió su puerta pero Rayder la sostuvo por el antebrazo con fuerza.
—No te vayas así… trata de entenderme.
—¿Entender qué? ¿Qué esa es tú forma de ser? ¿De relacionarte con las mujeres?
—No tenías por qué enterarte, fue un error de Margot.
—Si estás buscando arreglarlo, vas muy mal.
Rayder tomó el celular del piso de la camioneta y se lo ofreció a Carolina.
—Llévatelo.
—No, no lo necesito.
—Carolina, no voy discutir contigo, toma el celular y llévatelo —subió el tono de voz.
—No lo quiero.
—¡Toma el puto celular! —gritó Rayder, se notaba realmente molesto, estaba alterado, se pasó la mano por el cabello.
—Tu gritas y asustas para mantener el control… y yo no acepté estar cerca de ti por el control, no era lo que buscaba… quería algo más que ahora sé que no puedes darme. Y Rayder, tú también lo sabes…
Carolina se bajó del auto y cerró la puerta, dejó el celular y a Rayder enfurecido detrás. Caminó lo más tranquila posible hacia su edificio. Se acomodó la mochila al hombro antes de entrar al inmueble. No quería llorar ahí, no frente a él. Entró y subió las escaleras en medio de un gran llanto. Subió los seis pisos sollozando, cada escalón, cada paso era extraordinariamente doloroso. Jamás pensó vivir un sufrimiento así.
Rayder permaneció un momento estacionado, marcó el celular y esperó a que Margot le contestara.
—Señor Rayder, ¿en qué le puedo servir?
—Tú y yo sabemos que no sueles cometer errores, por lo menos no de este nivel. ¿Qué es lo que te proponías? Y no quiero que busques justificarte. Estás perfectamente consciente de lo que acabas de hacer.
Margot guardó un largo silencio, claro que sabía lo que acababa de hacer, solo había estado esperado la oportunidad para lograrlo. De nada le serviría mentir, Rayder no se lo permitiría.
—Se estaba volviendo demasiada seria la relación… —respondió Margot. Rayder cerró los ojos y se llevó la mano a la frente, repitió la frase en su mente: se estaba volviendo demasiada seria la relación… algo había de verdad.
—Comunícame con recursos humanos —ordenó.
—Señor, yo no quería… —trató de excusarse Margot.
—Comunícame con recursos humanos —concluyó y colgó. En menos de dos minutos recibió la llamada de recursos humanos.
—Necesito que preparen la liquidación de Margot, la quiero fuera de mi compañía lo antes posible —ordenó Rayder y colgó. Necesitaba un trago.