16. El helado

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El helado

Rayder caminó por los pasillos tomando de la mano a Carolina y jalándola con suavidad hasta llegar a su habitación. Era increíble, amplia y muy elegante, en tonos cafés predominando el blanco. Había una cama King size con una cabecera muy grande forrada en piel. Frente a ella una alfombra oscura de cuero bellísima. Unos pocos muebles de madera oscura. Al fondo un bar con una sala de tres sillones. Una chimenea y un inmenso ventanal que daba a la ciudad. Junto a una puerta que Carolina asumió era la del baño había una escalera de peldaños de madera volados.

Rayder tomó la BlackBerry e hizo una llamada, mientras esperaba a que le contestaran se dirigió a Carolina y le dijo:

—Arriba esta la pared que quiero que pintes…

Carolina subió las escaleras dejando a Rayder hacer la llamada. En lo alto estaba un estudio con una pared completa con libros. Unos sillones muy grandes y cómodos, una televisión plana inmensa y equipo de música. A la izquierda una pared blanca lisa en donde lucían tres fotografías blanco y negro de la ciudad. ¿Esta sería la pared? Era tan alta, Carolina estaba emocionada con semejante lienzo blanco. Aunque no había árboles, un florero estaba cargado de flores Casablanca que perfumaban el lugar. Se sentó en el piso de madera y lo observó con calma. No sintió cuando Rayder subió y se acercó hasta ella, traía un plato con varias bolas de helado de chocolate diminutas, del tamaño de canicas.

—Esta es la pared…

—Es hermosa… te haré primero unos bocetos para que elijas… ¿algún tema en especial?

—Me gustaron las flores que tienes en tu cuarto… pero eres libre de poner lo que quieras —Rayder le pasó el helado—. Calorías.

Carolina lo tomó y probó una cucharada.

—¿No pintas retratos? —preguntó Rayder visiblemente más relajado.

—No… he tenido malas experiencias con ellos.

—¿Por qué lo dices?

—El primer retrato que me pidieron hacer fue de… —Carolina guardo silencio, después continuó—; los rostros son demasiado expresivos, se quedan en mi mente por mucho tiempo.

—¿De quién fue el retrato?

—No quiero que lo tomes a mal… fue de mi tío Gustav, cree que hacer retratos deja mucho dinero y yo realmente lo sufrí, de principio a fin. Traté de sacar lo mejor de él y plasmarlo… pero odié esa representación.

Rayder permaneció callado por mucho tiempo, Carolina estaba sentada en el piso de una forma tan natural, tan cómoda. Llevaba puesto un vestido ligero y blanco con pequeñas flores azules y sus converse blancas a juego. Las que Rayder le había regalado. El chico se sentó a su lado, sobre la alfombra, hacia bastante tiempo que él no se sentaba de esa manera. Se acercó hasta ella y le dio un beso pequeño en los labios, esperando su reacción. Carolina sonrió, los ojos le brillaban, ella se acercó y le regresó el beso.

—No sé qué tienes, que me encanta besarte… —reflexionó Rayder sin dejar de verla. Volvió a besarla largamente, Caro enredó sus dedos en el cabello del chico, los deslizó por la espalda, sintió su corazón acelerarse. Rayder se la sentó en las piernas. Ahí mismo le tomó el vestido y se lo deslizó por sobre la cabeza, dejándola solo con el brassier en pleno día, completamente iluminada.

—Quiero verte desnuda y con luz —dijo y le quitó el brassier. Carolina cruzó los brazos ruborizada.

—Tienes un cuerpo hermoso, ven, vamos a la cama.

—¡Hasta allá! No puedo pasearme desnuda por todas las escaleras y la habitación, por favor.

Rayder no escuchó la súplica y la jaló de la mano. En el estudio sacó el plato del helado de chocolate y la llevó por todas las escaleras hasta el piso de abajo.

Una vez ahí tomo un control remoto y puso música tenue. Carolina estaba de pie junto a la cama, completamente desnuda, con el pelo alborotado y los rizos cayéndole por la espalda. Rayder se quitó la camisa y la dejó sobre un perchero, después se quitó los zapatos y los calcetines, quedándose solo con los pantalones puestos. No dejaba de admirarla, era un placer visual poder observarla a la luz del día. Solo para él. Tomó la cuchara con helado y la probó, antes de que se deshiciera en la boca se acercó a Carolina y la besó. Tenía los labios fríos y un sabor a chocolate la inundó. La chica regresó el beso buscando con ansia su lengua. Puso sus manos sobre el pecho fuerte, acarició los vellos que cubrían la piel.

—Me gusta tenerte así, desnuda… podría quedarme aquí y verte por horas.

—Ahora entiendes lo que siente el artista al ver algo que le roba el corazón y el deseo incontrolable que surge de plasmarlo para poseerlo por siempre… —expresó Carolina.

Rayder se separó de ella un poco. La frase le pareció exacta a lo que él sentía en esos momentos.

—Ahora entiendo porque no puedes pintar retratos…

Carolina sonrió y se abrazó a él. Los acordes de James Blunt sonaban de fondo. Se colgó de su cuello y subió las piernas rodeándolo por la cintura con fuerza. Pegándose a él. Rayder la sujetó por la cintura y la llevó hasta la cama, se dejó caer en ella, amortiguando su caída extendiendo el brazo y apoyándolo sobre el edredón. Tendió a Carolina y siguió besándola. Lo único que podía pensar era en penetrarla sin grandes preámbulos. Tenía un deseo casi incontrolable de poseerla. Pensó que con una vez que la tuviera le pasaría la obsesión que le había generado, pero solo le había aumentado las ganas de poseerla en todo momento. Rayder se contuvo y la dejó tendida sobre el edredón y fue por el plato de helado. Se tendió a su lado y sujetó la cuchara y vertió algunas gotas frías sobre uno de los pechos de Carolina. Ella se revolvió sobresaltada

—Está muy frio.

—Shhh, quédate quieta…

Rayder lamió el chocolate que comenzaba a resbalarse por los lados de la curva femenina. Hizo lo mismo con el otro pecho. Después roció una línea de gotas sobre la cintura perfecta de Carolina. Ella se estremeció y sujetó el plato que Rayder sostenía en la mano. Con la mano libre el chico le inmovilizó las manos por arriba de la cabeza.

—Quédate quieta o tendré que atarte las manos.

—No serías capaz, ¿o sí?

—Es algo que me encantaría hacerte…

Carolina dejó las manos arriba de su cabeza y permaneció quieta. Rayder lamió las gotas de chocolate una a una. Después clavó sus ojos en el azul profundo de la chica con una sonrisa de estar disfrutando. Tomó la cuchara y derramó el helado casi derretido entre las piernas de la chica, dejando que escurriera por el vientre y el sexo. Carolina trato de mantenerse quieta pero soltó una risa fresca y natural. Era un placer escucharla reír.

Rayder se concentró en lentamente pasar la lengua por la piel. Haciendo subir el deseo a cada contacto, a cada caricia. La chica se revolvió y removió recostada, gimiendo de placer.

Rayder se detuvo solo para susurrar: —quiero que te vengas en mi boca…

Y como si solo estuviera esperando esa frase, Carolina se dejó llevar por las sensaciones que la inundaban, era como estar cayendo a un precipicio lleno de colores, estremeciéndose a cada espasmo, como si mil olas se estrellaran contra su piel, sus muslos y su vientre. Cuando por fin terminó de asimilar la conmoción de disfrutar un orgasmo y su cuerpo quedó relajado. Rayder permaneció observándola largo rato, se puso de pie y se desnudó, dejando la ropa sobre la alfombra, subió sobre ella y entró con fuerza en su interior, descargando a cada arremetida las inmensas ganas que había contenido. Rayder se detuvo unos instantes, metió las manos bajo la cintura de Carolina y enredó sus piernas en las de ella y de un hábil movimiento giró hasta dejar a Caro sobre él. La acomodó levantándola con facilidad por la cintura y comenzó a guiarla lentamente. Carolina empezó a moverse torpemente, el cabello le caía en la cara y los pechos. Tenía una sonrisa que era un poema, los labios estaban cargados de color y luz, las mejillas encendidas. Era una visión para no perderla jamás.

Rayder siguió moviéndose hasta que los dos alcanzaron un ritmo juntos, un goce compartido.

Después de terminar Carolina se acurrucó en los brazos de Rayder, los dos desnudos sobre el edredón, por largo rato, el corazón pegado al pecho. Uno del otro.

—Quédate esta noche… —pidió él.

—No puedo, estoy en exámenes… si me quedo no dormiré… no dormiremos.

Rayder la soltó y se sentó en la orilla de la cama, se veía contrariado. Siempre que lo contradecía reaccionaba alejándose. Además era la primera mujer que no aceptaba a quedarse a dormir con él.

—¿Se supone que iré por mi ropa hasta allá arriba? ¿Desnuda?

Rayder sonrió y afirmó con un leve movimiento de cabeza

—Disfruto de verte así.

—¿Puedes regresarme la moto? En verdad la necesito.

—¡No! No hay moto, vamos, te llevo a casa, quiero regresar un rato a la oficina.

Carolina se puso de pie y caminó hasta las escaleras, las subió lo más veloz que pudo. Ante la mirada atenta de Rayder. Bajó cuando estaba ya vestida.

Rayder recibió una llamada y permaneció un rato más frente al ventanal mientras resolvía algunos asuntos. Carolina salió y fue a buscar a Jacob. Preguntó a una de las personas del servicio, le pidieron que esperara en la sala. Jacob llegó y lo primero que la chica hizo fue preguntar por su moto.

—¿Dónde está mi moto?

—Esa es una información que no estoy autorizado a revelar… —respondió con seriedad.

—Esa moto es mía, Jacob, tengo los papeles.

—Se la compro —ofreció el asistente.

—No, no quiero venderla, la quiero de regreso… ¿Dónde la pusiste?

—Estoy capacitado para resistir cualquier tipo de interrogatorio sin soltar información, así que señorita Kerry, creo que es mejor que se resigne a no volver a ver más su motoneta.

—Caro —dijo Rayder entrando a la cocina— olvídala ya.

—¡Es mi medio de transporte! Y es mía… lo que hicieron ustedes debe ser ilegal… —protestó la chica.

—Señor Rayder, creo que en las oficinas hay una camioneta Toyota que no se está usando, con una gran puerta atrás para poner todas las pinturas que se necesiten —ofreció Jacob.

Rayder se rio con la ocurrencia de Jacob.

—No, prefiero comprarle un carro nuevo.

—Me parece bien la camioneta, ¿me la pueden prestar? Por un tiempo… solo por un tiempo.

—Trato de entenderte en verdad Carolina, pero en muchos aspectos eres un enigma con zapatillas converse… deberías de saltar de alegría al saber que estoy dispuesto a comprarte cualquier auto que desees… pero si lo que quieres es que te preste esa camioneta usada, está bien, te la llevaré por la mañana. Ahora vámonos.

—¿Con que clase de mujeres acostumbras salir? —preguntó con sinceridad la chica. Jacob no pudo evitar sonreír por un momento. Después inclinó el rostro para ocultar la sonrisa ante la mirada de Rayder.

—Con mujeres normales Carolina… muy diferentes a ti, por lo visto —expresó Rayder.

Carolina iba acurrucada en Rayder, en el asiento de atrás mientras Joshua conducía.

—Por favor, llévate el celular a la universidad… ¿A qué hora entras mañana?

—Diez de la mañana, entro tarde porque tengo jornada larga —explicó Carolina.

—No me has pasado tus horarios.

Carolina se incorporó y sacó un plumón negro de su mochila. Tomó la mano derecha de Rayder y le escribió en la palma con letras grandes: martes 10 a 6 de la tarde.

Rayder se miró la mano sin creer lo que acababa de hacer.

—Te habría apuntado mi teléfono, pero ya lo tienes —dijo sonriendo, le dio unos besos a la palma de la mano rayada— es base agua, se quita al lavártelas… sé que tienes muchas juntas importantes.

—¿Qué día terminas clases?

—¿Te lo apunto en la otra mano?

—Creo que puedo retener el dato.

—En un mes y tres semanas… y luego tenemos la cena de graduación el sábado último del mes y terminamos.

—¿Cena de graduación? ¿Irás con tus tíos?

—No, ellos no vienen.

La camioneta se estacionó frente al edificio de Carolina. Ella abrió la puerta pero Rayder la tomó por la mano y la detuvo.

—¿Con quién iras?

—Rayder, irán todos mis compañeros de generación.

—Tú sabes a qué me refiero, ¿con quién iras?

—Yo no compré ni mesa ni lugares, nada; pero la familia de un compañero me invitó, me dio un boleto para que no faltara a mi propia cena de graduación.

—Tom, ¿verdad?

—Sí, es Tom.

—Muy bien, habla hoy con él y cancela la invitación. Yo voy contigo.

—No hay boletos ya.

Rayder sonrió divertido, como si no pudiera él conseguir cualquier cosa… cualquier cosa; donde fuera, de quien fuera.

—Eso déjamelo a mí.

Rayder la besó largamente y se despidió. Se quedó observando como Carolina, con su silueta delgada y fresca entraba al edificio con la mochila colgada al hombro. Le molestaba dejarla ahí sola… era un sentimiento extraño.