15
La motoneta
Eran las 7:40 de la mañana del lunes cuando Jacob recibió una llamada del señor Rayder.
—Jacob, ¿tienes en línea a la señorita Kerry?
Tenerla en línea significaba que estuviera localizable en el sistema de seguridad de la compañía y ver su ubicación física.
—Sí, aún no sale de casa… es eso o no se llevó el celular.
—Ve a su departamento, revisa si está ahí o si solo dejó el teléfono. Si lo dejó, vas a la universidad y se lo entregas personalmente. No me importa que esté en medio de un examen o una clase. Me informas. Rayder colgó.
Carolina estaba sentada frente a un caballete dentro de una clase, un profesor de barba y bigote pasaba entre los alumnos deteniéndose frente algún lienzo y haciendo observaciones. Jacob se presentó en la puerta.
—Carolina, alguien te busca en la puerta —le dijo el profesor después de cruzar unas palabras con Jacob. La chica se volvió hacia la entrada y vio al agente de pie, con el celular en la mano.
Como ya era la hora de terminar la clase, ordenó su material y puso su lienzo en una de las repisas del salón.
Salió primero que todos y evadió a Jacob, se siguió de largo.
—Solo cumplo órdenes —se justificó Jacob siguiéndola.
Carolina se detuvo y lo enfrentó.
—Cierto, pero eso no te da derecho de entrar a mi departamento… ¿Quién más tiene llave?
—Señorita Kerry, esto era una emergencia —dijo sonriendo y entregándole el celular. Carolina tomó el teléfono e inmediatamente lo apagó.
Jacob la miró horrorizado:
—Tiene que traerlo prendido.
—Si lo prendo me regañará, tú lo conoces mejor que yo.
—Señorita Kerry, no creo poder irme hasta que prenda ese aparato.
Carolina seguía caminando rumbo al estacionamiento, llegó hasta una vieja cerca en donde estaba una bici moto vespa ciao con por lo menos treinta años de antigüedad. Jacob rogó al cielo que no fuera el vehículo de Carolina. Pero la chica quitó el candado de la rueda y lo enroscó bajo el asiento.
—Señorita Kerry, ¿piensa ir alguna parte en eso?
—Necesito un material para mi siguiente clase.
—Yo se lo traigo, no tardaré nada.
—Te lo agradezco, en verdad, pero voy más rápido en la Vespa y tú tienes que regresar al trabajo.
Jacob se puso frente a la motoneta.
—Usted no puede subirse a eso, si yo lo permito, el señor Rayder me estrangulará con sus propias manos —suplicó el agente.
—No le comentes que me viste en mi moto.
—Dígame que por lo menos usa un casco…
Carolina sacó una gorra de béisbol de su mochila y se la puso.
—Ahora si me disculpas, tengo que ir a comprar el material si no, no me dejarán entrar al examen —pidió la chica.
Jacob se quedó de pie mirando cómo se marchaba Carolina en la destartalada motocicleta. En ese momento le marcó a Rayder. Cuanto antes se lo dijera, mejor.
—Jacob, ¿la localizaste? —contestó Rayder.
—Sí… la señorita había olvidado el celular en su departamento y se lo entregué en la universidad personalmente, solo que prefirió apagarlo. Silencio. Jacob continuó —señor, hay algo que creo que debería ver, le mando el archivo.
Jacob le reenvió la foto que segundos antes había tomado de Carolina sobre la motoneta, así sería mucho más fácil de explicar el asunto.
—¡Oh, por Dios! —gritó Rayder. Después vino un largo, largo e incómodo silencio. Jacob prefirió no decir ni una palabra y esperar la siguiente reacción.
—Dime que lo que trae en la cabeza es un casco y no una gorra de béisbol… —dijo Rayder.
—Eh, señor… es una gorra de béisbol de los yankees…
—No me importa lo que hagas Jacob, pero no permitas que vuelva a subirse en eso —ordenó y cortó la comunicación.
Cuando Carolina salió de su última clase, eran pasadas las tres de la tarde. Se dirigió hacia su moto y cuando llegó se dio cuenta de no estaba. Había tenido ese vehículo por cuatro años. Miró para todos lados, pero era inútil, alguien se la había robado. Fue en ese momento cuando recordó prender el teléfono. Lo buscó entre las cosas que traía en la gran mochila, dio con él y lo prendió. ¿Pero a quien pediría ayuda, a Rayder? Apenas si lo conocía, solo habían pasado unas horas juntos… pero de seguro él sabría qué hacer. Antes de marcarle escuchó una voz a sus espaldas llamándola por su nombre, se volvió y Rayder estaba acercándose caminando con Joshua y Jacob a ambos lados. Se veía espectacular, lentes oscuros, traje gris, era como ver caminar un hermoso modelo. ¿Qué no estaba de viaje?
Carolina se acercó con calma y se abrazó a Rayder, quien extrañado la estrechó entre sus brazos y le besó los cabellos.
—¿Estás bien?
—Me robaron la moto…
—No, Carolina, no la robaron, yo le pedí a Jacob que se la llevará para que no te subieras en ella —explicó.
—¡Me has dado un susto terrible! No vuelvas a hacerlo, no puedes llevarte mis cosas… ni entrar en mi departamento —se molestó la chica.
Joshua y Jacob tomaron distancia.
Rayder la tomó por la mano y sin mediar palabra la llevó hasta el estacionamiento, ahí estaba un Maybach 62 gris acero, varios estudiantes estaban rodeándolo y admirándolo. Rayder abrió la cajuela, tomó la mochila de Carolina y la guardó en el maletero. Le abrió la puerta y suavemente la empujó para que entrara. Una vez adentro cerró y rodeó el automóvil para subir en él. Joshua y Jacob subieron en otro automóvil y los siguieron a corta distancia.
—¿Quién te dio esa moto? —preguntó fríamente.
—Gustav… es el único regalo que me ha hecho en toda su vida.
—Gustav lo que quiere es matarte no ayudarte… ya va siento tiempo de que conozca al tal Gustav —dijo Rayder manejando, sin voltearla a ver. Puso el teléfono en manos libres y se comunicó con Joshua.
—Vamos al Daegal… —cortó la comunicación. Se notaba más que enfadado. Carolina se hizo un ovillo y cruzó los brazos.
—¿Por qué apagaste el celular cuando te lo dieron?
—Porque estoy en exámenes y no puedes marcarme cuando estoy en exámenes… y me ibas a regañar porque lo olvidé en casa y no me gusta que me regañes.
—Necesito estar en comunicación contigo, necesito saber en dónde estás todo el tiempo.
—Rayder, yo no estoy acostumbrada a esto.
—Tendrás que hacerlo… —concluyó autoritario.
El resto del trayecto al departamento de Rayder transcurrió en silencio. A Carolina le encantaba la idea de tenerlo ahí a su lado, pero no molesto y por algo que en realidad no era tan importante y que no había sido su culpa. De pronto recordó que se suponía que no regresaría hasta el martes a medio día…
—¿No debías estar de viaje? —le preguntó tranquila, se notaba que no le alteraba el mal humor de Rayder.
—Regresé antes.
—¿A dónde vamos?
—A mi departamento, ahí comeremos.
—¿Y después?
—¿Por qué lo preguntas?
—Estoy en exámenes, necesito comprar algunas cosas para una entrega.
Rayder abrió un compartimiento del automóvil y sacó una Tablet mini de siete pulgadas, se la pasó:
—Apunta ahí lo que necesites, mandaré alguno de los chicos a comprarlas.
Carolina se rio.
—¿Qué te da risa?
—No se usarla, ¿no tienes lápiz y papel? No soy muy buena para la tecnología…
Rayder por fin sonrió y fue como si la luz del sol la llenara por completo después de una tormenta. Llegaron al edificio de departamentos de Rayder, era una edificación impresionante. Completamente futurista y minimalista, moderna, demasiado moderna para Carolina. No había árboles por ningún lado. El portón abrió en automático al detectar el carro de Rayder, entró seguido del Mercedes de Joshua y Jacob. Dentro del estacionamiento se dirigieron a un segundo espacio privado, en el que el guardia de seguridad les abrió al instante la puerta.
Rayder bajó y le abrió la puerta a Carolina, le dio la mano para ayudarle a bajar y no se la soltó, caminó con ella. Carolina contuvo el paso, haciendo que Rayder también se detuviera.
—¿Qué paso? —preguntó intrigado.
—No me has besado…
Rayder se dio la vuelta y la estrechó con fuerza, la levantó del piso al tiempo que le buscaba los labios y la besaba con desesperación.
—No ves que no puedo esperar más para hacerte mía… —le susurró al oído— vamos. La bajó y continúo caminando hasta llegar al elevador. Lo abrió con un comando de voz e ingresó en él.
—Vivo en el piso 46… el último —le explicó.
—¿No te preocupa?
—Me preocupa mucho más que andes por la ciudad en una moto… ¿A qué mente enferma se le ocurriría darle una moto a una chica y ni siquiera explicarle que debe usar un casco para protegerse en lugar de una gorra de los yankees?
—¿Cuándo me la va a regresar Jacob?
Rayder la miró aterrado, como si hubiera dicho una barbaridad.
—Carolina, no vas a volverte a subir en ese trasto.
—Tú no puedes prohibírmelo.
—Claro que puedo y lo voy hacer, no me importa si pierdes el semestre o la carrera completa, en eso no vuelves a subirte.
Carolina se quedó de una pieza, estaba hablando en serio.
—Dime que carro quieres y te lo compro… —ofertó Rayder.
—No quiero que me compres un carro. Quiero mi moto.
—¿Tu moto vieja e insegura en lugar de cualquier modelo de carro nuevo que desees tener…? Eres tan diferente Carolina… me desconciertas.
—¿Yo te desconcierto? —preguntó realmente asombrada.
La puerta del elevador se abrió y entraron a una inmensa sala de mármol, impecable, era el lobby con una mesa al centro cubierta de un ramo de flores colosal. Rayder caminó hacia la puerta y tecleó una clave, al momento la puerta de madera se abrió. El departamento era espectacular, los ventanales daban a la ciudad. Desde el piso 46 se podía ver por completo. Una sala minimalista color beige estaba a la entrada, en un desnivel se podía ver la espaciosa cocina al lado de un comedor bellísimo, todo tenía un extraordinario gusto.
—Tienes un Tamayo… —exclamó y quiso dirigirse a verlo, pero Rayder le sostuvo la mano con fuerza.
—Vamos a comer, acompáñame que ya está lista.
Pasaron al comedor y enseguida sirvieron los aperitivos. Solo estarían los dos, no en el comedor que vieron en la entrada, si no en otro salón privado con vista a la ciudad, más acogedor.
Dos personas atendían el servicio, les sirvieron primero una ensalada muy sencilla de salmón con mousse de queso, después un solomillo de ternera con mini setas que se deshacía en la boca. Rayder comió en silencio, pero se notaba más relajado y confortable.
—Si quieres algo diferente, puedes pedirlo.
Carolina sonrió.
—Rayder, es la primera comida caliente en mucho tiempo… bueno, desde que fui a trabajar como traductora… y también comí delicioso allá. ¿El pan está recién horneado?
—Sí… ¿te gusta?
—Está exquisito.
—Yo no suelo comer postre, pero sé que hay pastel de… de algo y helado. ¿Quieres?
—No, estoy bien…
Rayder se puso de pie y salió del salón, regresó casi al instante con una libreta y una pluma.
—Escribe lo que necesitas… para toda la semana y por favor, lo más claro y descriptivo que puedas porque Jacob es un excelente agente, pero no tiene ni idea del material que se usa en artes plásticas.
—¿No es de aquí, verdad?
—No, casi todos los de mi equipo de seguridad son israelíes.
Carolina terminó de escribir la lista y se la pasó a Rayder.
—Ven acompáñame —ordenó, antes de salir le pidió a una de las personas que atendían el servicio un helado de chocolate.