13. La cena

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La cena

Rayder llegó puntual, tocó a la puerta y esperó a que le abrieran.

Él estaba espectacular, vestido con pantalones de mezclilla de marca, mocasines Imola y una camisa de lino clara, llevaba el cabello más suelto, más informal. Olía maravillosamente, a lavanda y bosque. Tenía la mochila de Caro en la mano, la dejó junto a la puerta.

—¿Por qué apagaste el celular? —fue lo primero que dijo al entrar y verla.

—Buenas noches, Rayder… pensabas marcarme y pedirme que bajara los seis pisos sola y te esperara abajo ¿cierto?

Rayder guardó silencio por un largo rato.

—Si me lo pides, subo. Ya subí como alma que lleva el diablo para defenderte de Vainavi.

—Y te lo agradezco —expresó la chica.

Carolina llevaba puesto un vestido de tonos azules sin mangas y con la espalda descubierta, hecho de una tela que tenía una hermosa caída que le delineaba las formas, se ceñía en la cintura y resbalaba por sus caderas sensualmente. Largo hasta los tobillos. Se había alaciado un poco el cabello y le caía en suaves ondas doradas por la espalda y los hombros. Apenas llevaba maquillaje, rimel para las pestañas y una línea azul intenso que le perfilaba los ojos. Los labios con un brillo rojo muy tenue. Se veía hermosa, iba descalza, se había pintado ella misma las uñas de los pies de un rojo sangre. Rayder sonrió al observarla, era para comérsela a besos ahí mismo sobre el piso de madera.

—¿Descalza?

—No alcancé a salvar mis converse, con los que bajo los seis pisos, y no pienso bajar con los tacones puestos.

—¿Por eso te regresaste de la oficina?

—En parte, permíteme ir por los zapatos a mi recámara.

Carolina fue a la habitación y abrió el closet para buscar los zapatos. Junto con el abasto del refrigerador le habían regresado la ropa y los accesorios que le dieron en la comida de negocios. Se inclinó para tomarlos, sintió unos pasos tras de ella.

—Aquí duermes…

Era una habitación espaciosa con poco mobiliario, una cama matrimonial muy acogedora llena de almohadones en la cabecera y un edredón blanco esponjoso. En el buró de la derecha tenía un ramo de margaritas silvestres blancas. La habitación olía a flores del campo, a hierba, a lluvia.

Una pared completa estaba bellamente pintada como si fuera un paisaje cargado de flores y más flores. La sola visión transportaba a algún sitio lejano, fuera de ese departamento y de la misma ciudad. Era extraordinario.

A la izquierda un estante lleno de libros. El piso de madera crujía al pasar, afuera sonaban los acordes del soundtrack de la misión de Ennio Morricone. Carolina no se puso los zapatos, caminó con ellos en la mano.

Rayder estaba observando unos lienzos apilados en una de las esquinas.

—¿Tus cuadros?

—Sí, algunos trabajos de la escuela…

—¿Puedo verlos?

Carolina se acercó, pasó uno a uno y le explicó un poco el tema.

—¿Por qué volviste a pintar sobre este? —comentó al ver uno siendo repintado.

—Economía, a veces no hay para comprar otro lienzo, así que reciclo.

—Me gustan mucho tus flores —afirmó y tenía la mirada fija en una de ellas, de tonos morados y azules. ¿Es difícil? —preguntó interesado.

Carolina negó con la cabeza y fue por un pincel, abrió un pequeño frasco de pintura y lo mojó en él. Se acercó a Rayder y le tomó la mano.

—Se borra con agua, déjame hacerte una flor… no tardaré nada.

Carolina pasó el pincel con pequeños movimientos sobre la palma de la mano del chico, en segundos hizo surgir una flor extraordinaria, terminando cerró el frasco y sopló sobre la mano para secar la pintura. Pero Rayder quitó su mano e hizo que Carolina se diera la vuelta, retiró el cabello de la espalda y la puso con suavidad sobre la piel tersa, a modo de tatuaje le dejó la imagen transferida de la flor.

Rayder sonrió extasiado, el contraste de los azules sobre la piel lo excitaron. Hacia unos instantes quería llegar cuanto antes a cenar, pero ahora solo pensaba en verla completamente desnuda con esa flor en la espalda. Aspiró su aroma, olía a jabón y flores.

—Quítate el vestido —pidió.

Carolina se volvió asombrada.

—Rayder no, yo no… no estoy lista —balbuceó.

Rayder vio el temor reflejado en sus ojos, era tan pequeña, tan frágil, tan inocente. Lo último que quería era asustarla o que no disfrutara de estar con él.

—Tranquila, no quiero que te asustes… ¿Cómo hago para calmar tu miedo? ¿Me pintarías una flor en la espalda?

La cara de la chica se iluminó de pronto.

—¿Es en serio? ¿Algún color en especial?

Rayder se desabotonó la camisa y se la quitó. Sabía perfectamente lo que hacía al dejar su torso descubierto, un cuerpo hermoso con horas de entrenamiento, delgado y atlético. Carolina dejó de respirar. Rayder salió de la recámara y puso su camisa sobre el sofá rojo, después fue hasta el refrigerador y lo abrió, esperaba ver alguna de las botellas de vino que pidió que dejaran allí. Dio con la botella a medio terminar del Petra 2004, uno de sus favoritos. Buscó un par de copas pero fue inútil.

—¿En qué bebes vino aquí?

—No bebo vino, no tengo aún los 21 años…

—¿De verdad?

—Si —comentó y sacó dos tazas de cerámica—, pero podemos usar el argumento de Grace cada que me invita a tomar una cerveza: que puedo tomar con consentimiento de un adulto y bajo su supervisión en eventos especiales. Tú eres un adulto responsable y este es un evento especial.

Rayder se rio con el comentario, tomó las tazas y las llenó. Le pasó una a Carolina y bebió de la suya… después de todo no sabía tan mal en una taza.

—¿Les gustaron las carnes frías?

—Grace acabó con todo, estaban riquísimas… fue lo que comimos.

—¿Solo eso?

—Sí, era suficiente… ven, te pintaré en la recámara… ¿Estás seguro de esto? —preguntó Carolina.

—¿Será todo un paisaje?

—No, algunas flores… solo eso.

Rayder le dio un trago a la taza y se recostó en la cama. Carolina admiró el cuerpo perfecto de ese hombre descansando sobre su cama y al que además podría pintarle unas flores.

La chica tomó unos pinceles de agua, solo tenía que pasar la punta por la pastilla, presionar un poco y el agua contenida en el cuerpo del pincel mojaba con la cantidad exacta. Titubeó un poco antes de poner el primer trazo. Jamás había pintado una espalda, y necesitaba estar de frente a ella, no al lado. Carolina se subió a la cama con los pies descalzos y se sentó sobre la espalda de Rayder. Pesaba tan poco, Rayder disfrutó el contacto de su cuerpo cálido. La chica se subió la falda que le estorbaba dejando las piernas descubiertas. Rayder pudo ver los pies desnudos a su lado, eran delicados y muy bellos, jamás había admirado unos pies así. Carolina dibujó con maestría la primer flor… podía terminar rápidamente pero la verdad era que deseaba tardarse lo más posible. Le gustaba tener a Rayder ahí, bajo su cuerpo. Hizo varios trazos más, con diferentes colores, había pensado solo poner una o dos flores, al final llenó la espalda de Rayder casi por completo.

—Tienes una espalda lindísima, llena de colores.

—¿Terminaste?

—Sí… ¿quieres verte en el espejo?

—Tómame una foto con el celular. Con el mío.

Carolina tomó el teléfono y no supo ni cómo encontrar el dispositivo para las fotos.

—No se usarlo, toma.

Rayder tomó el aparato y se incorporó un poco, lo dejó listo y se lo regresó.

Carolina le hizo varias fotos y se la entregó de regreso, pero no se movió, permaneció sentada sobre él. Era una sensación tan agradable, después de un rato se sentó al lado de él, sobre el edredón. Rayder se incorporó, quedó sentado a unos pocos centímetros de ella. Acercó su rostro al de la chica. Podía sentir su respiración. Rayder observó con detenimiento el rostro de Carolina. Ante la mirada penetrante de él, Caro se ruborizó y bajó los ojos.

Rayder le buscó los labios, la besó largamente, disfrutando con suavidad el contacto húmedo de su boca. Carolina llevó una de sus manos hasta la cabeza y le acarició el cabello, desordenándoselo. Rayder se retiró por un momento y dijo en un susurro:

—Gírate, voy a desabrocharte el vestido. Carolina titubeó y no se movió.

—Confía en mí… —pidió Rayder con dulzura. Fue él el que se puso de espaldas a la chica y le retiró el cabello de la espalda con un movimiento sumamente suave, acercó sus labios a uno de los hombros y besó su piel. Ella se estremeció al contacto. Rayder podía escuchar por sobre la música tenue, la respiración agitada de la chica. Tomó el cierre del vestido y lo bajó con delicadeza, dejando por completo descubierta la espalda y el sujetador de encaje blanco. Le deslizó los tirantes por los hombros.

—Ven —le pidió tomándola por las manos. Carolina titubeó. Rayder se puso de pie y le tomó las manos levantándola. Hizo que el vestido se deslizara por el cuerpo hasta que cayó al piso. Rayder no pudo ocultar la sorpresa, el cuerpo de la chica era hermoso, delgado, con una cintura breve y unos pechos delicados. Rayder suspiró impresionado.

—Aunque quisiera verte desnuda con la mayor luz posible, sé que esto te pone muy nerviosa… voy a dejar solo la lámpara del buró. Rayder apagó la luz de la lámpara del techo y prendió la pequeña, iluminaba tenuemente dando más intimidad. Carolina no se había movido. Rayder llegó a su lado y de un movimiento la cargó en sus brazos.

—El día que te desmayaste en mis brazos reaccioné por puro instinto al verte caer, no esperaba que fueras tan frágil, fue una sensación tan diferente la que provocaste en mi… no pude dejar de pensar en eso y en las ganas que tenía de volver a tenerte en mis brazos y cargarte.

—No sabía que habías sido tú…

Rayder la puso con suavidad en la cama y se acostó a su lado. Comenzó a besarla largamente, con pequeñas pausas, primero lentamente, buscando hacer contacto con la lengua de Carolina. Después de unos instantes la chica tímidamente hizo contacto, fue una sensación deliciosa. Rayder bajó su mano hasta tocar uno de los pechos de ella. Le bajo el tirante e hizo salir el pezón bajando la tela. Carolina se puso tensa, Rayder lo sintió al momento.

—Caro, tranquila… no voy a entrar en ti si no quieres… —le susurró al oído— solo voy a tocarte, déjate llevar y disfruta las sensaciones, me detendré en el momento que tú me lo pidas. Carolina escondió su rostro en el pecho fuerte de él. Rayder le desabrochó con maestría el brasier y se lo quitó sacando un brazo a la vez.

—Tienes unos pechos divinos… recuéstate.

Rayder besó uno de los pechos, primero con delicadeza y suaves besos, sacó la lengua y lo lamió lentamente varias veces, después se lo metió de lleno a la boca, disfrutando el sabor de la piel de la chica. Carolina se estremeció y aspiró con fuerza reteniendo la respiración. Rayder se incorporó y miró la cintura de Carolina, perfecta, delgada, recorrió con el dedo una línea imaginaria hasta la orilla de las pantis blancas bellamente bordadas, la piel de la cintura tenía un fino vello claro que le hizo recordar a la piel de los duraznos. Recorrió con los dedos sin hacer presión la silueta de la ropa interior. Quería llenarse de esa imagen y no perderla jamás. Tocó el interior del muslo con delicadeza y Caro tembló, le acarició las piernas pasando por encima de la ropa interior aún puesta. Buscó la orilla de la prenda y metió la mano entre la tela y la piel buscando el sexo de la chica. Estaba empapada.

—Estas muy mojada Caro —dijo con una sonrisa de satisfacción. Con el dedo de en medio busco abrirlo. Comenzó a dar pequeños círculos casi sin tocarla, despacio. Rayder miraba extasiado el rostro de Carolina, eran sensaciones nuevas que la inundaban y la hacían estremecerse, cerraba los ojos y se mordía el labio inferior. Sin pensarlo Carolina empezó a mover las caderas buscando más contacto con los dedos expertos de Rayder. El chico sonrió maravillado, repaso su boca con la lengua como si la saboreara. Tenía ganas de pasarle la lengua por el sexo, pero se contuvo… iría lentamente, aunque le estaba costando la vida contenerse para no entrar ya en ella.

Con delicadeza le introdujo el dedo, poco a poco, girándolo, haciendo contacto con las paredes suaves y empapadas. Se sentía tan estrecho que el solo pensar en penetrarla hizo que se excitara a mil. Le introdujo dos dedos y Carolina dio un gemido.

—¿Te duele?

—No…

Rayder sacó la mano y se los llevó los dedos a la nariz para disfrutar el olor.

—Huelen a ti, delicioso… —Dijo. Caro se asombró del gesto— más adelante te lameré hasta que consiga que te vengas en mi boca…

Rayder le bajó las pantis con ambas manos y las deslizó por las largas y esbeltas piernas. La luz apenas dejaba ver el cuerpo desnudo y perfecto de Carolina.

Rayder se detuvo en el poco vello púbico que tenía entre las piernas y lo acarició:

—Fuiste a que te depilaran.

—Lo hice yo… pero creo que no me quedo muy bien

—A mí me gusta… —comentó y le dio un beso entre las piernas. Y volvió al juego de tocarle el sexo con los dedos, solo con los dedos para lograr aumentarle las ganas. Carolina llevó una de sus manos arriba de su cabeza y asió fuertemente la funda de la almohada, dobló las piernas y arqueó la espalda. Estaba completamente excitada y mojada, lista para recibirlo. Rayder se puso de pie y se desabrochó el pantalón, se lo bajó y también la ropa interior de marca. Quedó completamente desnudo, pero antes de que Carolina pudiera verlo por completo se puso a horcajadas frente a ella, aprisionando sus piernas. Se inclinó sobre su cuerpo y le susurró al oído.

—¿Quieres que te haga venir con mi mano…? ¿O puedo entrar en ti?

—¿Me va a doler? —preguntó sin pensarlo mucho.

Rayder sonrió divertido, le metió un dedo y la masajeó lentamente, una y otra vez.

—Carolina estás tan estrecha que sí es probable que te duela un poco… pero valdrá la pena, créeme… además estás muy… muy húmeda, eso ayuda mucho.

Rayder se inclinó y buscó su pantalón en el piso, sacó del bolsillo un paquete con un condón y lo abrió rasgando uno de los lados. Se lo puso con destreza.

—Hoy lo haré muy despacio, para que te vayas abriendo… porque después quiero metértelo de un solo golpe… duro.

Rayder buscó la entrada húmeda y empujó sus caderas con cuidado, solo lo suficiente para que entrara un poco. Le costó mucho, la chica estaba tan cerrada… era tan placentera la sensación… Carolina apretó los puños agarrando con fuerza las sábanas y jalándolas hacia su cara. Rayder quería entrar por completo, llenarla por dentro y gozarla con fuerza… golpear sus caderas contra las pequeñas caderas femeninas, pero se detuvo, logró controlarse y dejar solo una parte de su miembro dentro de Carolina, poco a poco fue empujando y dilatándola. De pronto no pudo entrar más, era como si algo bloqueara. Rayder se salió un poco y se dejó llevar por la excitación entrando con fuerza. Penetró con todo en el cuerpo de Caro. La chica lanzó un gemido de dolor y se incorporó. Rayder la envolvió entre sus brazos, protegiéndola, abrazándola con fuerza, se quedó quieto sin moverse. Carolina se hizo un ovillo pegada al pecho fuerte del Rayder.

—Shhh, tranquila nena… ya entré… ya no te dolerá más.

Rayder espero un rato a que el dolor pasara, después se sentó a la chica sobre las piernas sin salirse de ella.

—Muévete tú, así podrás llevar el control.

—¿Cómo?

—Déjate llevar, ciérralos ojos y siente como estoy dentro de ti, mueve las caderas y siente cual es el movimiento que te causa placer… le susurró al oído. Rayder la sujetó por la cintura y con sus manos sobre las caderas comenzó a guiarla, a Carolina le costaba moverse con ritmo.

—Voy ayudarte a venirte…

Rayder la tendió sobre la cama y le abrió las piernas, se hincó frente a ella y volvió a entrar lentamente al tiempo que con los dedos de la mano le tocaba alrededor del sexo, con suavidad, en círculos con un movimiento constante mientras entraba y salida lentamente. Poco a poco observó como la excitación de Carolina subía de nivel, los vellitos de la piel se fueron erizando, las caderas se movían casi involuntariamente. La respiración cada vez se agitaba más y más, hasta que un mundo de sensaciones y espasmos estalló entre sus piernas haciéndola sacudirse por completo, lanzar un gemido y venirse en un intenso orgasmo.

Rayder disfrutó la escena sumamente encendido y excitado. Cuando Caro terminó, se montó sobre ella y tratando de ser lo más suave posible comenzó a clavar las caderas entrando y saliendo, hasta que también se vino con fuerza. Los últimos espasmos lo hicieron hundirse en ella. Quedó sobre Carolina sudando. Después de un rato Rayder se incorporó un poco y la miró.

—Carolina, me vas a volver loco… pásame un pañuelo, por favor…

Carolina tomó una cajita de pañuelos que estaba en el buró y se los pasó. Rayder sacó varios se quitó el condón y vio que tenía sangre… lo envolvió en los papeles.

—Ven, vamos a bañarnos… Rayder la cargó como si fuera una chiquilla y la llevó hasta el baño. Carolina no había pronunciado palabra hasta entonces, solo cuando estaban bajo la ducha se abrazó a la cintura de Rayder y le dijo:

—Jamás pensé que fuera así.

—¿Así cómo?

—Asombroso…

—No quisiera que mis flores se despintaran… Pero quiero llevarte a cenar. Vamos.

Carolina terminó de bañarse y se secó alborotando su cabello ondulado, se retocó el maquillaje rápidamente y fue a ponerse la ropa interior y el vestido.

—La ventaja de que uses tan poca pintura es que estas lista casi al instante y te ves hermosa.

—La pintura me gusta en las paredes y en los lienzos… o en tu espalda.

Rayder sonrió y la estrechó entre sus brazos.

—¿Cómo te sientes? ¿No te duele? —le preguntó preocupado.

—Un poco.

—Te acostumbrarás muy pronto —afirmó y le besó largamente la boca. Esta vez Carolina le correspondió el beso. Y a Rayder se le aceleró el corazón…

—Caro, creo que mejor no salimos de aquí… ¿Te parece si pedimos algo de comer?

—Perfecto —dijo y se quitó los tacones.

—En verdad te molestan.

—No estoy acostumbrada… me gusta verme más alta… pero puedo correr mucho más rápido con mis zapatillas de deporte.

Rayder tomó su celular y marcó.

—Joshua, puedes pedirnos comida… ¿Qué se te antoja Caro?

—China…

—Carolina, tenía reservaciones en el Aziza, no terminaré comiendo comida chatarra china.

—Pide entonces lo que quieras.

Rayder se comunicó nuevamente por el teléfono:

—Búscame un buen restaurante de comida china Joshua, pero que sea bueno de verdad… —ordenó a su asistente.

—¿Dónde está Joshua?

—Estacionado abajo.

—¿Todo este tiempo?

—Es su trabajo.

Carolina fue y se sentó en el sillón rojo, Rayder la siguió, era en realidad un sillón muy cómodo. Se recostó y subió los pies descalzos e hizo que la chica recargara su espalda en su pecho, la envolvió con los brazos y le besó la nuca.

—Me gustan tus rizos… ¿siempre has tenido el cabello así?

—Desde pequeña y más claro… yo lo odiaba.

—¿Por qué?

—Me hacía ver tan diferente a los demás.

—¿En la India?

—Sí, por eso me decían demonio blanco, mi color era tan diferente y mi cabello… es algo muy despectivo. En India hay muchas supersticiones, no es bueno que digan que eres un demonio.

Rayder la estrechó y hundió la nariz entre los rizos.

—Vamos a dormir a mi departamento… No me gusta pensar que me iré y te quedarás aquí sola —pidió, extrañamente había dejado el tono autoritario que lo caracterizaba. Jamás llevaba a ninguna chica a su departamento, siempre terminaba sus cenas en una habitación de uno de los mejores hoteles de la ciudad… pero Carolina había despertado en él una necesidad de protegerla.

—Llevo muchos años sola, no me asusta.

—¿Desde qué edad?

—Dieciséis.

—Ese Gustav debe ser todo un personaje…

—No es tan mala persona —lo justificó—, en serio.

—Por lo que a mí respecta, desamparar a una chica que tiene solo 16 años es una locura.

—Gustav siguió apoyándome económicamente por un tiempo… en lo que pude conseguir un trabajo.

Rayder se revolvió en su lugar molesto.

—Es un tema que prefiero no tocar… me pone de muy mal humor. ¿Sigues buscando trabajo?

—Sí… el de traductora terminó muy pronto.

—¿No quieres trabajar conmigo?, hay varios puestos.

—¿Tienes algo en artes plásticas?

Rayder soltó una carcajada. Era cierto, no tenía ni un puesto en artes plásticas.

—¿En cuánto tiempo terminas la carrera?

—Dos meses.

—Ya no te falta nada… ¿no vendes cuadros?

—Rayder no te preocupes por mí, no estoy buscando que me mantengas —explicó Carolina.

—Podría hacerlo… en realidad me gustaría hacerlo.

—No, no, bastante con el refrigerador lleno —Carolina se puso de pie, se notaba incomoda con el tema.

—¿Y si te pido que pintes una pared… así como la que tienes en tu recámara?

—¿En dónde?

—En mi casa, hay muchas paredes claras que podrías pintar. Rayder había notado que en cuanto se hablaba de pintar, el talante le cambiaba por completo a Carolina.

—Puedo ir a verla, ¿tiene textura?

—Creo que no… no me he fijado realmente. ¿De qué hora a qué hora vas a clases?

—El este lunes empiezo temprano.

—Yo tengo que salir del país mañana temprano y regresaré el martes a medio día Puedo pasar por ti por la tarde, para que veas la pared.

—No, yo puedo llegar a tu casa, solo dame la dirección.

Estuvieron platicando largo rato hasta que Joshua subió con una excelente ración de la mejor comida china que pudo encontrar en la ciudad.

Rayder estaba abrazado a Carolina sin poder terminar de despedirse, era algo que le resultaba tan extraño, pero le angustiaba dejarla. Pensó que una vez que le hiciera el amor, el deseo iba a menguar, pero pasó lo contrario.

—Te volvería hacer el amor, Carolina, pero prefiero que descanses. Te ves agotada.

Rayder la besó largamente.

—Deja el celular encendido todo el tiempo, me quedo más tranquilo. Rayder se portaba como un chico solicito, era una faceta que no había conocido hasta el momento.