10
La puerta rota
Carolina estaba pintando junto a la ventana, tenía en un caballete un gran lienzo manchado y varias latas de colores abiertas. La música a todo volumen llenando el pequeño departamento, cuando recibió la extraña llamada.
Antes de abrir la puerta, Carolina puso la cadenita para ver quién era. Abrió con cautela y miró tratando de identificar al que tocaba. En cuanto el visitante la identificó le dio una fuerte patada a la puerta despedazando la chapa que sostenía la cadena y golpeando en su trayectoria a la chica de lleno en la frente. Carolina cayó de espaldas aturdida.
Vainavi entró al departamento y cerró la puerta tras de sí, se notaba eufórico. Vestía un traje gris oscuro de diseñador, zapatos negros y una corbata discreta.
—Siento mucho la entrada… pensé que no me abrirías la puerta si sabías quien era.
Carolina perdió el aliento, sintió como el corazón se le aceleró a mil. Trató de ponerse de pie y Vainavi le tendió la mano. Carolina lo rechazó.
—No quiero que me toques.
—Las cosas no tienen que ser así, Gora shaitaan…
—¡No vuelvas a llamarme así!
Vainavi sonrió profundamente feliz.
—Aún te molesta… ¿Qué otras cosas te molestarán de mí?
—Tú no puedes venir y entrar así a mi casa, aquí es un delito, ya no estamos en la India —Carolina levantó el pincel delgado y manchado de pintura con el que minutos antes estaba pintando y lo amenazó.
—Tú me perteneces y lo sabes… debes estar conmigo. Soy sumamente poderoso —respondió molesto, después miró alrededor, observó con detenimiento el pequeño departamento. Cambió su tono de voz—. Puedo cuidar de ti.
Carolina abrió los ojos sorprendida, antes ni siquiera me volteaban a ver en la calle y ahora tengo dos proposiciones de mantenerme en menos de un mes… pensó.
—No, no quiero, estoy terminando una carrera, tengo mi vida hecha… y no me interesa regresar.
—Donde quiera que estés me perteneces… mi familia pagó por ti. Y pagó mucho más de lo que en realidad valías.
—Yo no acepté casarme contigo, a mí nadie me preguntó.
—No valías nada, ibas a terminar de ramera entre las viudas… y tal vez fue lo que debí haber hecho contigo, pero quise darte un futuro mejor. ¡Y me deshonraste! ¡A mí y a mi familia!
¿Pero qué le pasaba a este tipo? Debía estar muy mal de la cabeza… haz tiempo, haz tiempo… pensó… ¿Qué puedo hacer? Tengo que llegar hasta la puerta y pedir ayuda.
—Mi amigo Tom llegará en cualquier momento… déjame pensar en lo que me dijiste y dame tu teléfono…
—¡Crees que soy estúpido! —gritó y de un golpe arrojó el equipo de sonido al suelo, la música paró. Si buscaba asustarla lo estaba logrando. Carolina se estremeció y volvió a levantar el pincel amenazándolo… el arma más absurda que pudo encontrar.
Vainavi puso seguro a la puerta.
—Podemos charlar, tengo tiempo… me quedé porque estoy dispuesto a olvidar el pasado, Gora shaitaan y aceptarte nuevamente a mi lado.
¿Y si salgo por la ventana? Pensó Caro, son solo seis pisos… debe haber una cornisa para sujetarme… ¿o no?
—Es un lugar bonito… ¿tú lo pintaste, verdad? —dijo Vainavi y caminó por el departamento, se metió en la recámara, la recorrió con la mirada y salió. Se quitó con calma el saco y lo puso sobre una de las sillas. Se desabrochó uno a uno los botones de la camisa blanca ante la mirada impresionada de Carolina. ¿Qué se suponía que quería hacer?
En eso se escuchó que tocaron a la puerta. Jamás en toda su vida sintió tanto gusto por recibir visitas.
—Shhh —dijo Vainavi llevándose un dedo a la boca. Carolina gritó lo más fuerte que pudo.
—¡Aquí estoy!
Abrieron la puerta de golpe, ahora hicieron volar la chapa. Joshua entró seguido de Rayder. Vainavi se sorprendió al verlos pero conservó fríamente la calma.
—Que sorpresa verlos aquí.
—¿Estas bien? —preguntó Rayder caminando hacia la chica, para ponerse entre ella y Vainavi.
—Carolina es una vieja conocida, solo platicábamos —explicó el indio con la camisa desabrochada.
—¿Y por eso te apunta con un pincel? Joshua, acompaña al señor Vainavi a su automóvil.
—¡No! —protestó—, los que se van son ustedes, aún tengo mucho que hablar con ella —después se dirigió a ella y ordenó extendiendo la mano y ofreciéndosela—: ¡Mere saath aaeeyé!
Carolina negó con la cabeza y se alejó unos pasos.
—No iré contigo —respondió la chica.
Rayder no aguantó más se acercó lo suficiente y le soltó un puñetazo con fuerza que lo hizo caer aparatosamente.
—Ahora sí Joshua, acompaña al señor afuera.
Joshua levantó al hombre y con agilidad lo sometió tomándolo por la espalda y sujetándole un brazo.
—Esto no se queda así, Gora shaitaan —fue lo último que dijo al salir del departamento.
Rayder regresó al lado de Carolina quien seguía empuñando el pincel, le tomó con suavidad la muñeca:
—Ya puedes soltar tu pincel —dijo con voz tranquila. Pero Carolina no dejaba de sujetarlo con fuerza en el aire, era como si el brazo se hubiera quedado congelado. Rayder se lo quitó y lo puso sobre la mesa.
—¿Estás bien? ¿Te hizo daño?
Carolina negó moviendo la cabeza.
—Me alegra… ¡Por qué diantres no obedeciste cuando te dije que no abrieras la puerta!
—Yo no abrí la puerta, él le dio una patada y botó la cadena de protección… además nadie entra así a mi departamento… hasta hoy. A Carolina le temblaban las piernas. No esperaba encontrase con Vainavi después de tantos años.
Rayder se pasó la mano por el cabello, estaba muy agitado y respiraba con fuerza.
—¿Por qué te llama demonio blanco?
—¿Con esto perderás el negocio, verdad?
—Siempre que te hago esta pregunta sobre el significado del demonio blanco me cambias el tema. Y me importa un carajo perder el negocio, es solo uno de los cientos de los que suelo hacer.
Rayder buscó tranquilizarse, respiró hondo y miró a su alrededor.
—Haz una maleta pequeña, voy a sacarte de aquí.
—No puedo irme.
—No voy a dejarte aquí con una puerta que no cierra y un hombre que quiere lastimarte por no sé qué motivo.
Carolina se quedó de una pieza, algo había de cierto.
—Y no te estoy preguntando, haz la maleta o te llevaré en hombros.
Carolina no lo pensó mucho, lo último que quería en su vida era enfrentar a Vainavi nuevamente y sola, por lo pronto irse era una buena opción. Fue por una mochila y metió dos pantalones y un par de blusas. Cogió los viejos Converse coloridos. Rayder la tomó por el antebrazo, una corriente de energía recorrió el cuerpo de Carolina.
—Vamos… —pidió Rayder. Después marcó con Joshua y le preguntó si el camino estaba libre, no quería toparse con Vainavi.
Una vez afuera, Rayder le abrió la puerta de atrás de la camioneta, le quitó los converses de la mano y permitió que pasara la chica, después se dirigió a un gran bote de basura, levantó la tapa y arrojó los converses coloridos, entró al auto. Joshua se puso al volante.
—¡No puedo creer lo que acabas de hacer! —protestó Carolina.
—Te compraré otros zapatos. Joshua al Garden… ¿ya desayunaste?
—¿Por qué estás aquí? ¿Cómo sabías que Vainavi me buscaba?
—Te pregunté que si ya desayunaste —dijo y su tono de voz se hizo más grave. Evidentemente estaba acostumbrado a que lo obedecieran y le respondieran justo lo que preguntaba.
—Sí, café…
—¿Solo eso? Has visto lo delgada que estás.
—Para el auto, por favor —exigió la chica.
—¿Por qué?
—Quiero bajarme… No llevo ni dos minutos aquí y ya tiraste mis converses preferidos y criticaste mi peso… no va a funcionar, me he cuidado sola desde que tengo edad de recordarlo y puedo defenderme de Vainavi, lo hice cuando tenía once años, lo puedo hacer ahora también.
—¿Con qué lo harás? ¿Con un pincel?
—Estaba ganando tiempo para salir por la ventana —respondió sonriendo.
—¿Del piso seis?, eres un peligro para ti misma… y me siento responsable, de alguna manera yo te metí en esto al contratarte y ponerte en el camino de Vainavi.
—No era algo que pudieras saber, ni yo. No es tu culpa. No tienes por qué cuidarme, no te sientas obligado… prefiero regresar a mi casa.
—Espera, espera un poco… te propongo algo, vamos a que desayunes, platicamos y después tomaremos una decisión, cuando estés más tranquila, aún estas temblando.
—Está bien… —respondió Carolina abrazándose a sí misma, tratando de mirar a otro lado, la personalidad de Rayder era apabullante.