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La visita
Joshua manejaba la camioneta negra Land Rover V8 de Rayder. Cuando el señor Rayder no quería manejar usaban la camioneta. Era un sábado temprano, se dirigían a la oficina cuando Joshua, quien llevaba el manos libres le dijo a su jefe quien iba en el asiento de atrás:
—Jacob tiene información sobre Vainavi, aún no deja la ciudad, todos los demás ya volaron a la India, él se quedó con varios asistentes.
—¿Lo están siguiendo?
—Sí… se dirige al centro de la ciudad.
—¿Lo pueden localizar por el celular?
—Sí, Jacob lo tiene en línea… se detuvo en la calle Clayton y Burgos.
—Qué extraño ¿qué negocios puede tener ahí? Bien, que lo sigan hasta que deje el país… —ordenó Rayder mirando distraído por la ventana. El Black Berry sonó.
—Habla Rayder.
—Señor, buen día —se escuchó una voz de mujer.
—Margot, ¿qué pasa?
—Sobre su cita… a cenar, fue imposible concretarla.
Rayder tardó en asimilar la información, era la primera vez que Margot fallaba en conseguir una de sus citas…
—¿Con quién era? —preguntó porque en ese momento no recordaba de quién hablaban.
—La señorita Carolina Kerry… la traductora.
—La chica que se desmayó… ¿tienes su expediente a la mano?
—Sí señor, ¿qué necesita saber?
—Dame su dirección —pidió y pulsó el botón para poner el teléfono como manos libres y que Joshua escuchara.
—Vive en el centro, en la calle Clayton 235, sexto piso.
Al momento Joshua frenó la camioneta y dio una vuelta acelerada a la derecha. Rayder entendió que su socio comercial indio debía estar precisamente estacionado frente al edificio de Carolina. Por una extraña razón el corazón le dio un vuelco.
—Margot, enlázame con el celular de la señorita Kerry.
—Al momento, señor.
Mientras se escuchaba el tono de marcar y Rayder esperaba a que le tomaran la llamada comentó:
—¿A quién tienes más cerca de esa dirección?
—Solo nosotros… Jacob está más al norte.
Rayder miraba el celular desesperado, ¿por qué no le respondía?
—¿Diga? —respondió la chica, al fondo se escuchaba una canción de Ed Sheeran
—¿Señorita Kerry? ¿Se encuentra bien?
—¿Quién habla?, permíteme bajar la música.
—¿Estás bien?
—Sí, ¿quién habla?, espere, tocan a la puerta, deme un segundo.
—Carolina, no vayas abrir la puerta —ordenó Rayder. Silencio. Rayder subió el sonido de su BlackBerry. Se escuchó claramente como el teléfono caía golpeando el suelo con un estruendo y se perdía la llamada.
—¿A cuántas manzanas estamos? —dijo tratando de conservar la calma.
—Unas diez, señor…
—¡Por qué no puede seguir una puta orden tan simple como no abras la puerta! ¡Mierda! —se quejó impaciente Rayder. Joshua pisó el acelerador.