8
La propuesta de la cena
Habían pasado algunos días después de ese extraño viaje a la cabaña. Carolina había pagado las mensualidades de la escuela, llenado el refrigerador y sus botes de pintura. Una mañana recibió una llamada de Susana, la asistente de la asistente. Pidiéndole que se presentara lo antes posible en las oficinas del corporativo Rayders.
Carolina se presentó esa misma tarde, esperando de corazón que no le pidieran regresar su sueldo que ya casi había gastado por completo.
Llevaba una playera blanca larga, coloreada en algunos sitios con pintura vinílica, unos jeans ajustados y sus consabidas zapatillas de deportes de colores. El cabello rizado más rebelde que de costumbre. Sin una gota de pintura. Libre.
No la hicieron esperar mucho, Margot la recibió en su despacho.
Carolina entró mucho más segura que la última vez que había estado ahí.
—¿Otra misión de traducción?
—No, nada de eso… —respondió y la escaneó con la mirada, por el gesto de desagrado supo que no estaba arreglada como a Margot le gustaría… pero eso no importaba en realidad, ya no trabajaba para la compañía.
—¿Cómo van las negociaciones?
—Bastante bien, parece… ahora el asunto es diferente.
—De qué se trata.
—Primero, quería saber ¿por qué dejaste toda tu ropa?
—Margot, mírame… yo pinto diario así, mi salida más elegante es al mercado por frutas una vez a la semana… ¿De verdad me imaginas usando esa ropa y esos zapatos? ¿A mí?
—No en realidad… pero tal vez la tengas que volver a usar.
Carolina levantó una ceja intrigada.
—Explícame.
Se notaba que a Margot le costaba decirlo, se acomodó varias veces en su asiento y alineó los papeles que había frente a ella.
—Bien, el asunto es este… el Sr. Rayder te invita a una cena.
—¿A mí? ¿De negocios? —dijo sin pensarlo mucho, ¿qué negocios podría tener ella con alguien como Rayder?
—No, de negocios no, con él… personal —Margot tragó saliva—. Solos tú y él…
A Carolina le dieron ganas de cantar el aleluya que aprendió cuando pequeña en la escuela de las monjas, pero se contuvo.
—No es cualquier cosa —explicó Margot—, pero hay ciertas reglas.
—¿Reglas? Ay no, por favor… Tengo que usar tacones y todas esas cosas… ¡Diantres!
—Y hay algo más que tengo que informarte. Todas las cenas con el Sr. Rayder terminan con sexo.
—¿Sexo? ¿Con él?
Margot sonrió y se aguantó de responder con sarcasmo.
—Sí, sexo, con él… —dijo con calma.
—¿Y tú eres la encargada de informármelo? Eso es muy raro.
Margot sonrió con ironía:
—Así son las cosas…
—¿Y si no quiero tener sexo? —respondió asombrada por la propuesta.
—Oh, querrás, eso te lo puedo asegurar, nadie se le puede negar.
—Pero, lo que quiere no es una cena, es acostarse conmigo… —dijo Carolina, que tampoco le sonaba tan mal la idea, pero la tomó por sorpresa.
—Si quieres ponerlo de esa manera… sí, le interesa acostarse contigo.
—¿Y tú eres quien le organiza sus… sus… como le llames?
—Soy su asistente de confianza —expresó con orgullo.
—¿Tú también sales a cenar con él? ¿Y te acuestas con él? —dijo Carolina y al momento se arrepintió de las preguntas, pero le salieron sin pensar.
—No estamos hablando de mí, estamos hablando de la oportunidad de tu vida, de estar con uno de los mejores hombres del mundo…
—¿Por qué no llama él para invitarme a salir a cenar? ¿Por qué tienes que hacerlo tú?
—Siempre ha sido así, él no tiene tiempo.
—El solo llega y la mete… y hace que tú, una de sus amantes concierte las citas. ¿Cómo cuantas citas a cenar le organizas al mes?
—Tendrás una excelente remuneración. Si le gustas, podría hacerse cargo de ti, de tus gastos.
—¿Tienes idea de lo que me estás pidiendo?… no quiero ofenderte, perdona… pensamos solo diferente. Eso de acostarme por dinero no se me da, no estoy tan necesitada. Dale las gracias de mi parte… No es mi idea de una cita ideal…
—¡Vas a rechazarlo así! ¡Sin pensarlo siquiera! No sabes lo que dices… jamás recibirás una propuesta como esta en toda tu vida. Jamás tendrás la oportunidad de estar con un hombre como el señor Rayder.
—Tienes razón, Margot… Él no es hombre para mí, está fuera de mi alcance.
—Carolina, por favor piénsalo —expresó Margot cambiando su tono de voz, ella se jugaba el puesto en esto de conseguir lo que Rayder quería y demostrar que era eficiente—. No es tan malo como parece, te puedo decir que es toda una experiencia que vale la pena vivir… piénsalo con calma… por favor.
A Carolina le dio lástima la desesperación que mostró Margot.
—Está bien, déjame pensarlo unos días y te marco —dijo, más para dar por terminada la conversación que para realmente pensarlo.
—No te tardes, por favor… tengo que darle una respuesta pronto. ¿Quieres saber de cuanto puede ser la remuneración?
Carolina recordó la escena días antes, cuando una cantidad de dólares la detuvo justo al marcharse, era como tener un deja vú… Se volvió y extendió la palma de su mano frente a ella.
—No trates de negociar con dinero, por favor… no por algo como esto.
—Todos tienen un precio Carolina, la diferencia es que tú aún no sabes el tuyo.
Carolina sonrió mirando a Margot… ella estaba hablando en serio. Bien, otro día más en el paraíso. Carolina salió contenta de las oficinas sintiéndose más libre que nunca.