3. La llamada

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La llamada

Carolina estaba nerviosa al marcar el número. Espero unos minutos a que contestaran la llamada.

—¿Hola? —se escuchó del otro lado del auricular.

—¿Tía? —preguntó sin estar segura de reconocer la voz, hacia esa llamada una o dos veces por mes, cuando mucho.

—¡Carolina! ¿Cómo estás?

—Bien, bien tía… terminando clases y buscando trabajo. Carolina fue a sentarse en el sofá rojo junto a la ventana, llevaba un pantalón holgado de pijama y una camiseta con los puños cubriéndole la mitad de las manos. Se acurrucó y abrazó sus piernas. Hablar con su tía la llenaba de nostalgia, era el único pariente que tenía.

—De hecho tengo un trabajo de tres días…

—¿Pintarás un cuadro, un retrato?

—No, nada de eso… no me gusta pintar retratos, prefiero los paisajes, ¿recuerdas?

—Ay, hija, hay más dinero en pintar retratos, muchos ricos los quieren.

—Seré traductora.

—¿De qué?, tú solo hablas inglés…

—También hindi… te acuerdas.

Hubo un largo silencio en el teléfono.

—En fin, me alegra que tengas un trabajo, aunque sea hablando ese idioma —dijo fríamente y en su tono se podía sentir el desagrado que la tía tenía al recordar aquellos tiempos—. Aún no entiendo porque tu madre te llevó para allá, cuando eras solo una niña.

—Ya lo hemos hablado tía, ya no importa… por lo menos me pagarán muy bien por esos tres días, en lo que termino la escuela.

—¿Cómo andas de dinero? ¿Necesitas algo?, porque puedo sacar un dinerito sin que Gustav se entere.

Gustav, el bendito tío Gustav.

—Si hubieras estudiado otra cosa, tú sabes que Gustav te habría ayudado…

—No te preocupes, ya casi termino la carrera… ¿Cómo está mi primo?

—Maravillosamente, no deja de sacar excelentes calificaciones, tiene los mejores lugares en todas las clases…

Carolina siguió escuchando las maravillas que su primo segundo realizaba. Aunque realmente no prestaba atención y la retahíla de hazañas del chico le parecían exageradas y aburridas, siempre agradecería el apoyo que alguna vez recibió de su tía.

Carolina tuvo que colgar cuando tocaron a la puerta.

El departamento de Carolina estaba en el último piso de un edificio viejo y céntrico. Era un lugar de una sola recámara que la chica había convertido en un sitio colorido y acogedor. Cada pared estaba pintada de diferente tonalidad, dándole una luz muy especial al lugar. Al fondo, sobre la pared más grande estaba pintado un inmenso paisaje que parecía real, era casi como vivir junto a un bosque exuberante.

Al abrir la puerta se topó con una chica de formas rollizas y cabello corto que se sostenía del marco de la entrada respirando agitadamente.

—No voy a resistir más estas escaleras… deberías mudarte al piso de abajo, es inhumano subir estos seis pisos de corrido.

—Gracias por venir a visitarme, Grace… pasa.

Grace tenía una bolsa en la mano izquierda, la levantó y mostrándosela le dijo:

—Comida… comida real, porque sé que prefieres comprar pintura y lienzos a comida. Y estás en los huesos.

—Ya conseguí un empleo… temporal, pero me dará un respiro.

Grace abrió el refrigerador que estaba casi vacío y puso el six de cervezas dentro. Tomó una y la destapó.

—¿Comida? —preguntó Carolina al ver la cerveza.

—Alimento para el espíritu… en lo que llega Tom con la pizza. Grace estudiaba en la misma universidad a la que asistía Carolina, en la facultad de Filosofía y letras.

Casi al momento Tom, un chico alto y delgado, compañero de la carrera de Carolina abrió la puerta de una patada y entró cargando dos cajas de pizzas.

—¡Hola Caro!

Caro se acercó a ayudarle a poner las pizzas sobre la mesa de centro de la sala.

—Me alegra que llegaras… acepté un empleo pero tendré que estar fuera de la ciudad por tres días, te dejaré a ti la dirección, ¿si no regreso, irías a buscarme?

—¿En qué te metiste? —preguntó Grace pasándole una cerveza.

—Aún no tengo veintiún años —dijo Carolina tomando la lata y abriéndola.

—Puedes tomar con consentimiento de un adulto y bajo su supervisión en eventos especiales. Yo soy un adulto responsable y tenemos que celebrar tu empleo. ¿Cuánto vas a ganar?

—Mil doscientos dólares… cada día, por tres días.

—¡Qué! ¿Tendrás que acostarte con alguien? —gritó Grace.

Tom por fin pasó el bocado de pizza y pudo entrar en la conversación.

—¿Haciendo qué?

—Como traductora en una comida.

—Tu solo hablas inglés —afirmó Grace.

—No, también hablo hindi… es una larga historia.

—Te llevarás tu celular, ¿verdad? —pidió Tom—, si tienes cualquier contratiempo, marcas y ya está, iré por ti, donde quiera que te encuentres.

Grace y Tom tomaron asiento sobre el piso de madera y todos comenzaron a comer.

—Pues podrías dedicarte también a eso de traducir al hindi… por lo visto pagan muy buen dinero.

—Es solo por una comida de negocios, tampoco es algo que se requiera todos los días —explicó Carolina.

—Te veo nerviosa, ¿qué te preocupa? —preguntó Grace abriendo otra cerveza.

—Tendré que llevar uniforme y arreglarme el cabello… creo que hasta tacones.

—Promete que te tomarás unas fotos cuando estés así —pidió Tom.

—¿Dejarás tus converse de colores? —exclamó asombrada Grace.

—Hoy no los usé en la entrevista…

—Estas madurando muy rápido Carolina —reprendió la chica dándole un fuerte abrazo.

—Lo sé…