WITTGENSTEIN dictó el «Cuaderno azul» («Blue Book») (aunque no le puso este nombre) a su clase de Cambridge durante el curso 1933-34, e hizo copias a multicopista. El «Cuaderno marrón» («Brown Book») lo dictó a dos de sus discípulos (Francis Skinner y Alice Ambrose) en 1934-35. De éste hizo solamente tres copias mecanografiadas y únicamente se las mostraba a amigos y discípulos muy íntimos. Pero quienes las recibieron prestadas hicieron sus propias copias y se comerciaba con ellas. Si Wittgenstein hubiese dado nombre a estos dictados, podría haberlos llamado «Observaciones filosóficas» o «Investigaciones filosóficas[1]». Pero el primer grupo estaba encuadernado con pastas azules y el segundo con pastas marrones, y siempre se habló así de ellos.
Wittgenstein envió posteriormente una copia del Cuaderno azul a Lord Russell, con una nota inicial.
QUERIDO RUSSELL:
Hace dos años, o cosa así, le prometí enviarle un manuscrito mío. Pues bien, el que le envío hoy no es ese manuscrito. Estoy dándole vueltas todavía y Dios sabe si llegaré a publicarlo nunca, entero o parte de él. Pero hace dos años di algunas conferencias en Cambridge y dicté algunas notas a mis alumnos para que pudiesen tener algo que llevarse a casa, si no en los cerebros, por lo menos en las manos. Y he hecho copiar estas notas. He estado corrigiendo erratas y otras faltas de algunas de las copias y se me ha ocurrido si no le gustaría a usted tener una copia. Por tan1to, ahí le envío una. No quiero sugerir que deba usted leer las conferencias; pero si no tuviese nada mejor que hacer y si disfrutase algo con ellas, yo me quedaría muy satisfecho. (Creo que es muy difícil comprenderlas, ya que hay muchos puntos que solamente están insinuados. Están pensadas solamente para quienes oyeron las conferencias.) Como le digo, si no las lee, no tiene ninguna importancia.
Siempre suyo, LUDWIG WITTGENSTEIN.
Sin embargo, el Cuaderno azul no era más que eso: un conjunto de notas. El Cuaderno marrón era bastante diferente y durante cierto tiempo pensó en él como en el borrador de algo que podría publicar. Comenzó más de una vez a hacer revisiones de una versión alemana del mismo. La última fue en agosto de 1936. Con algunos cambios e inserciones menores llevó esto al comienzo de la discusión de la acción voluntaria —alrededor de la página 170 de nuestro texto. Después escribió con gruesos trazos «Dieser ganze 'Versuch einer Umarbeitung' vom (Anfang) bis hierher ist nichts wert». («Todo este intento de revisión, desde el comienzo hasta este punto, carece de valor») Esto fue cuando comenzó lo que (con revisiones menores) tenemos ahora como la primera parte de las Investigaciones filosóficas.
Yo dudo que, en ningún caso, hubiese publicado el Cuaderno marrón en inglés. Y cualquiera que pueda leer su alemán verá por qué. Su estilo inglés es con frecuencia desgarbado y está lleno de germanismos. Pero lo hemos dejado de este modo, salvo en muy pocos casos en los que desfiguraba el sentido y la corrección era evidente. Lo que entregamos a la imprenta son notas que dio a sus discípulos y un borrador para su propio uso; esto es todo.
Para Wittgenstein, la filosofía era un método de investigación, pero su concepción del método cambiaba. Podemos verlo, por ejemplo, en la forma en que usa la noción de «juegos de lenguaje». Solía introducirlos para eliminar la idea de una forma necesaria de lenguaje. Por lo menos, éste fue un uso que hizo de ellos y uno de los primeros. Con frecuencia es útil imaginar diferentes juegos de lenguaje. Al principio escribiría a veces «diferentes formas de lenguaje» —como si esto fuese lo mismo—; aunque, a veces, lo corrigió en versiones posteriores. En el Cuaderno azul habla a veces de imaginar diferentes juegos de lenguaje y a veces de imaginar diferentes notaciones —como si fuese a esto a lo que equivaliesen—. Y parece como que no hubiese distinguido claramente entre el hecho de ser capaz de hablar y el de comprender una notación.
Por ejemplo, habla de llegar a comprender lo que la gente quiere decir por medio de que alguien explique los significados de las palabras. Como si «comprender» y «explicar» fuesen de algún modo correlativos. Pero en el Cuaderno marrón insiste en que aprender un juego de lenguaje es algo anterior a eso. Y lo que se necesita no es explicación, sino entrenamiento —comparable con el entrenamiento que se daría a un animal—. Esto está relacionado con un punto en el que insiste en las Investigaciones: el de que poder hablar y comprender lo que se dice —saber lo que significa— no significa que se pueda decir lo que significa; tampoco es eso lo que se ha aprendido. Allí dice también (Investigaciones, pár. 32) que «San Agustín describe el aprendizaje del lenguaje humano como si el niño llegase a un país extraño y no comprendiese el lenguaje del país; es decir, como si él tuviese ya un lenguaje, sólo que no éste».. Podría verse si el niño sabe francés preguntándole lo que significan las expresiones. Pero no es así como se dice si un niño puede hablar. Y no es lo que él aprende cuando aprende a hablar.
Cuando el Cuaderno marrón habla de diversos juegos de lenguaje como de «sistemas de comunicación» (Systeme menschlicher Verständigung), éstos no se limitan a ser notaciones diferentes. Y esto introduce una noción de entendimiento, y de la relación entre entendimiento y lenguaje, que no aparece en modo alguno en el Cuaderno azul. Por ejemplo, en el Cuaderno marrón insiste en que «comprender» no es una única cosa; es tan diversa como lo son los juegos de lenguaje mismos. Lo que sería una razón para decir que cuando imaginamos juegos de lenguaje diferentes no estamos imaginando partes o partes posibles de ningún sistema general de lenguaje.
El Cuaderno azul es menos claro sobre esto. En la página 20 dice que «el estudio de los juegos de lenguaje es el estudio de formas primitivas de lenguaje o de lenguajes primitivos». Pero luego continúa: «Si queremos estudiar los problemas de la verdad y la falsedad, del acuerdo y desacuerdo de las proposiciones con la realidad, de la naturaleza de la aserción, la suposición y la pregunta, nos será muy provechoso considerar formas primitivas de lenguaje en las que estas formas de pensar aparecen sin el fondo perturbador de procesos de pensamiento altamente complicados. Cuando consideramos formas de lenguaje tan sencillas, desaparece la niebla mental que parece envolver nuestro uso ordinario del lenguaje. Vemos actividades y reacciones que son nítidas y transparentes. Por otra parte, en estos sencillos procesos reconocemos formas de lenguaje que no están separadas por un abismo de las nuestras más complicadas. Vemos que podemos construir las formas complicadas a partir de las primitivas mediante la adición gradual de formas nuevas».
Esto hace casi que parezca como si estuviésemos intentando proporcionar algo semejante a un análisis de nuestro lenguaje ordinario. Como si quisiésemos descubrir algo que se continúa en nuestro lenguaje cuando lo hablamos, pero que no podemos ver hasta que adoptamos este método de atravesar la niebla que lo envuelve. Y como si «la naturaleza de la aserción, la suposición y la pregunta» fuesen allí las mismas; acabamos de encontrar un método de hacerlas transparentes. Mientras que el Cuaderno marrón lo niega. Es por esto por lo que insiste en el Cauderno marrón (pág. 92) en que no está «contemplando los juegos de lenguaje que describimos como partes incompletas de un lenguaje, sino como lenguajes completos en sí mismos». De tal forma que, por ejemplo, determinadas funciones gramaticales de un lenguaje no tendrían correlato alguno en otro. Y el «acuerdo o desacuerdo con la realidad» sería algo diferente en los diferentes lenguajes —de tal forma que su estudio en aquel lenguaje podría no indicar mucho sobre lo que es en éste. Es por esto por lo que en el Cuaderno marrón pregunta si «ladrillo» significa en el lenguaje primitivo lo mismo que en el nuestro; esto está relacionado con su afirmación de que el lenguaje más simple no es una forma incompleta del más complicado. Esta discusión acerca de si nos encontramos aquí con una frase elíptica es una parte importante de su explicación de lo que son juegos de lenguaje diferentes. Pero en el Cuaderno azul no hay siquiera una anticipación de ello.
En uno de los diarios de Wittgenstein hay una observación sobre los juegos de lenguaje, que tuvo que haber escrito a comienzos de 1934. Sospecho que es posterior a la que he citado de la página 20; en cualquier caso, es diferente. «Wenn ich bestimmte einfache Sprachspiele beschreibe, so geschieht es nicht, um mit ihnen nach und nach die Vorgange der ausgebildeten Sprache —oder des Denkens— aufzubauen, was nur zu Ungerechtigkeiten führt (Nicod und Russell) —sondern ich stelle die Spiele als solche hin, und lasse sie ihre aufklärende Wirkung auf die besonderen Probleme ausstrahlen.» («Cuando describo determinados juegos de lenguaje sencillos, no es para construir gradualmente a partir de ellos los procesos de nuestro lenguaje —o de nuestro pensamiento— desarrollado, lo que únicamente lleva a injusticias (Nicod y Russell), sino que establezco los juegos como tales y les dejo irradiar su efecto esclarecedor sobre los problemas particulares.»)
Creo que ésta sería una buena descripción del método de la primera parte del Cuaderno marrón. Pero señala también la gran diferencia entre el Cuaderno marrón y las Investigaciones.
En el Cuaderno marrón, la exposición de los diferentes juegos de lenguaje no es directamente una discusión de problemas filosóficos particulares, aunque tiene la finalidad de arrojar luz sobre ellos. Arroja luz especialmente sobre diversos aspectos del lenguaje —aspectos para los cuales estamos cegados muchas veces precisamente por las tendencias que encuentran su expresión más aguda en los problemas de la filosofía. Y de este modo la discusión sugiere dónde surgen las dificultades que dan nacimiento a aquellos problemas.
Por ejemplo, en lo que dice sobre «poder» y la conexión entre esto y «ver lo que es común», está planteando la cuestión de qué es lo que se aprende cuando se aprende el lenguaje, o la de qué es lo que se conoce cuando se conoce lo que algo significa. Pero también está planteando la cuestión de lo que significaría preguntar cómo puede desarrollarse el lenguaje —«¿Es esto algo que tenga todavía sentido? ¿Sigue siendo esto hablar o es una jerigonza?» Y esto puede conducir a la cuestión de «Lo que puede decirse» o a la de «Cómo sabríamos que era una proposición»; o a qué sea una proposición o a qué sea el lenguaje. La forma en que describe aquí los juegos de lenguaje tiene por finalidad mostrar que no se necesita llegar a hacer estas preguntas y que sería un malentendido si se hiciera. Pero el problema es que nos quedamos preguntándonos por qué la gente lo hace constantemente. Y en esto las Investigaciones son diferentes.
Allí (en las Investigaciones) los juegos de lenguaje no son estadios en la exposición de un lenguaje más complicado, más de lo que puedan serlo en el Cuaderno marrón; en todo caso, menos. Pero son estadios de una discusión que conduce a la «magna cuestión» de qué es el lenguaje (en el pár. 65).
Los introduce —en las Investigaciones y también en el Cuaderno marrón— para arrojar luz sobre la cuestión de la relación entre las palabras y lo que representan. Pero en las Investigaciones se ocupa de «la concepción filosófica del significado» que encontramos en San Agustín, y muestra que es la expresión de una tendencia que se manifiesta con toda claridad en la teoría de los nombres lógicamente propios, que sostiene que los únicos nombres reales son los demostrativos ésto y aquéllo, La llama «una tendencia a sublimar la lógica de nuestro lenguaje» (die Logik unserer Sprache zu sublimieren) (pár. 38) en parte a causa de que, en comparación con los nombres lógicamente propios, «cualquier otra cosa a la que pudiésemos llamar un nombre lo sería solamente en un sentido inexacto, aproximado». Es esta tendencia la que lleva a la gente a hablar sobre la naturaleza última del lenguaje o sobre la gramática lógicamente correcta. Pero ¿por qué habría de caerse en ella? No hay una respuesta sencilla, pero Wittgenstein inicia aquí una respuesta pasando a discutir las nociones de «simple» y «complejo» y la idea de análisis lógico. (En el Cuaderno marrón no hace nada de esto; y si todo lo que quisiese fuese arrojar luz sobre el funcionamiento del lenguaje, no habría necesidad de hacerlo.)
La idea global de un análisis lógico del lenguaje, o del análisis lógico de las proporciones, es rara y confusa. Y al parecer sus juegos de lenguaje Wittgenstein no estaba intentando proporcionar análisis alguno. Si los llamamos lenguajes «más primitivos» o «más simples» eso no quiere decir que revelen nada parecido a los elementos que tiene que tener un lenguaje más complicado. (Cfr. Investigaciones, pár. 64.) Son lenguajes diferentes —no elementos o aspectos del «Lenguaje». Pero entonces podemos querer preguntar qué es lo que tienen que nos hace decir que todos ellos son lenguajes. ¿Qué es lo que, de cualquier forma, hace de algo un lenguaje? Y ésa es la «magna cuestión» (pár. 65) acerca de la naturaleza del lenguaje o de la naturaleza de la proposición, que hasta este momento ha yacido tras toda la discusión.
Podríamos decir incluso que hasta este momento de las Investigaciones, la discusión ha sido un intento de revelar el sentido que tiene tratar los problemas filosóficos por referencia a los juegos de lenguaje. O quizá mejor: de mostrar cómo el uso de juegos de lenguaje puede aclarar lo que es un problema filosófico.
Por otra parte, en el Cuaderno marrón pasa de los ejemplos de diferentes formas de dar nombre, a una discusión de varios modos de «comparar con la realidad». Sin duda, esto es todavía una discusión de las relaciones de las palabras y lo que representan. Pero aquí no está intentando revelar la tendencia que se oculta tras ese modo de considerar las palabras que ha ocasionado problemas en filosofía.
En las Investigaciones pasa luego a una discusión de las relacionesentre lógica y lenguaje, cosa que no hace en el Cuaderno marrón aunque está estrechamente conectado con lo que allí dice. Me refiero especialmente a lo que allí dice sobre «poder» y su conexión con la idea de lo que puede decirse. («¿Cuándo decimos que esto sigue siendo lenguaje? ¿Cuándo decimos que es una proposición?») Pues la tentación es entonces pensar en un cálculo y en lo que puede decirse en él. Pero Wittgenstein llamaría a esto un malentendido de lo que es una regla del lenguaje y de lo que es usar el lenguaje. Cuando hablamos tal como lo hacemos generalmente, no estamos usando conceptos definibles con precisión ni tampoco reglas precisas. Y la inteligibilidad es una cosa diferente de la inteligibilidad en un cálculo.
Fue porque la gente pensó en «lo que puede decirse» como en «lo que está permitido en un cálculo» («pues ¿qué otro sentido hay de 'permitido'?») —fue por esta razón por la que se supuso que la lógica gobernaba la unidad del lenguaje: lo que pertenece y lo que no pertenece al lenguaje; lo que es inteligible y lo que no lo es; lo que es una proposición y lo que no lo es. En el Cuaderno marrón Wittgenstein insiste en que el lenguaje no tiene ese tipo de unidad. Ni ese tipo de inteligibilidad. Pero no discute realmente por qué la gente ha querido suponer que los tiene.
Podría pensarse que ya lo había hecho anteriormente, en el Cuaderno azul, pero yo no creo que lo hiciese. No creo que aquí viese la cuestión sobre la lógica y el lenguaje, que el Cuaderno marrón saca indudablemente a la luz, si bien no deja bastante claro qué tipo de dificultad es. En la página 30 del Cuaderno azul dice que «en general no usamos el lenguaje de acuerdo con reglas estrictas —ni tampoco se nos ha enseñado por medio de reglas estrictas—. Por otra parte, nosotros, en nuestras discusiones, comparamos constantemente el lenguaje con un cálculo que procede conforme a reglas exactas». Cuando pregunta (a la mitad de la página) por qué hacemos esto, contesta simplemente: «La respuesta es que las confusiones que intentamos eliminar surgen siempre precisamente de esta actitud hacia el lenguaje».
Y podría dudarse que esto sea una respuesta. Su idea, tal como la manifiesta, por ejemplo, en la página 32, es que «la persona que está filosóficamente perpleja ve una ley en la forma en que se usa una palabra y, al intentar aplicar consistentemente esta ley, tropieza con… resultados paradójicos». Y esto parece a primera vista algo semejante a lo que dijo posteriormente, en las Investigaciones, sobre una tendencia a sublimar la lógica de nuestro lenguaje. Pero aquí, en el Cuaderno azul, no pone de manifiesto qué es lo que hay en el uso del lenguaje o en la comprensión del lenguaje que lleva a la gente a pensar de ese modo en las palabras. Supongan que dijésemos que es porque los filósofos consideran el lenguaje metafísicamente. Muy bien; pero cuando preguntamos qué es lo que les hace hacerlo, Wittgenstein responde en el Cuaderno azul que es a causa de un ansia de generalidad y a causa de que «los filósofos tienen constantemente ante sus ojos el método de la ciencia y sienten una tentación irresistible a hacer preguntas y a responderlas del modo que lo hace la ciencia» (pág. 22). En otras palabras, no encuentra la fuente de la metafísica en nada especialmente vinculado con el lenguaje. Es éste un extremo muy importante aquí y significa que en modo alguno yeía el carácter de la confusión filosófica con tanta claridad como lo vio cuando escribió las Investigaciones. Pero, en cualquier caso, no es esa tendencia —a hacer preguntas y a contestarlas como la hace la ciencia— o no es esa primariamente la que lleva a los filósofos a pensar en un lenguaje ideal o en una gramática lógicamente correcta cuando se sienten perplejos acerca del lenguaje o acerca del conocimiento. Eso se produce de un modo diferente.
En el Cuaderno azul resulta bastante claro para Wittgenstein que nosotros no usamos el lenguaje conforme a reglas estrictas y que no usamos las palabras conforme a leyes semejantes a las leyes de que habla la ciencia. Pero no tenía suficientemente claras las nociones de «conocer el significado» o de «comprender»; y esto significa que tampoco veía claro todavía sobre buena parte de la noción de «seguir una regla». Y por esa razón no se da cuenta por completo del género de confusiones que puede haber cuando la gente dice que conocer el lenguaje es conocer lo que puede decirse.
«¿De qué depende la posibilidad de los significados de nuestras palabras?» Eso es lo que se halla tras la idea de significado que encontramos en la teoría de los nombres lógicamente propios y del análisis lógico. Y está relacionado con la cuestión de qué es lo que se aprende cuando se aprende el lenguaje; o la de qué es aprender el lenguaje. Wittgenstein deja en claro en el Cuaderno azul que las palabras tienen los significados que les damos y que sería una confusión pensar en una investigación de sus significados reales. Pero no ha visto todavía claramente la diferencia entre aprender un juego de lenguaje y aprender una notación. Y por esa razón no puede descifrar del todo el carácter de la confusión con que se está enfrentando.
En otras palabras, en el Cuaderno azul Wittgenstein no había visto claramente cuál es la cuestión acerca de los requisitos del lenguaje o de la inteligibilidad del lenguaje. Por eso puede decir en la pág. 33 que «el lenguaje ordinario está perfectamente». Lo que es como decir: «es un lenguaje; está bien». Y esto parece querer decir que satisface los requisitos. Pero cuando habla de esta forma se halla él mismo dentro del tipo de confusión que posteriormente puso de relieve. Y me parece que se oscurece el tema de los lenguajes ideales —que se oscurece lo que estaban intentando hacer quienes hablaban de ellos— si se habla, como hace aquí Wittgenstein, como si «elaborar lenguajes ideales» fuese lo que él estaba haciendo cuando elaboraba juegos de lenguaje. No hubiese hablado así posteriormente.
Puede ser esta misma falta de claridad, o algo semejante a ella, lo que lleva a Wittgenstein a hablar más de una vez en el Cuaderno azul de «los cálculos del lenguaje» (por ejemplo, pág. 48, párrafo inferior; o, mejor, pág. 75, párrafos intermedio y final) —aunque también dijese que solamente en casos muy raros usamos el lenguaje como un cálculo. Si no se ha distinguido entre un lenguaje y una notación, difícilmente puede verse diferencia alguna entre seguir un lenguaje y seguir una notación. Pero en ese caso pueden muy bien no verse con claridad las dificultades vinculadas con la relación entre lenguaje y lógica.
Tales dificultades resultan mucho más claras en el Cuaderno marrón, aunque allí no se refiere explícitamente a ellas. Podríamos decir que son ellas las que constituyen el tema principal de las Investigaciones.
Pues ése es el tema que subyace a las discusiones de «ver algo como algo», así como a las partes precedentes. Y de nuevo descubrimos que en las Investigaciones Wittgenstein convierte estas discusiones en una exposición de las dificultades filosóficas, de un modo que no ha hecho en el Cuaderno marrón.
Hubo una época en que Wittgenstein se interesó por la cuestión de qué es «reconocerlo como una proposición» (aunque pueda sernos completamente desconocida) o reconocer algo como lenguaje —por ejemplo, reconocer que es algo escrito ahí— con independencia de que se reconozca lo que dice. La segunda parte del Cuaderno marrón se ocupa de esto. Y muestra que cuando se contemplan adecuadamente tales «reconocimientos», no tienen por qué llevar a los tipos de cuestiones que han planteado los filósofos. Por ejemplo, las analogías que establece entre comprender una frase y comprender un tema musical; o entre querer decir que esta frase significa algo y querer decir que este conjunto de colores dice algo —muestra claramente que no es como si se estuviese reconociendo algún carácter general (tal vez de inteligibilidad) y que se tuviese que ser capaz de decirnos cuál es, del mismo modo que tampoco tendría sentido que ustedes me preguntasen qué es lo que dice el conjunto de colores.
Pero, ¿por qué la gente ha querido hablar en relación con esto de «meta-lógica», por ejemplo? El Cuaderno marrón hace algo por explicarlo y alude a más. Pero en el modo en que usamos el lenguaje y en la conexión de lenguaje y pensamiento —la fuerza de un argumento y la fuerza de las expresiones en general— hay algo que hace que parezca como si reconocerlo como lenguaje fuese muy diferente incluso de reconocerlo como un movimiento de un juego. (Como si comprender fuese algo externo a los signos; y como si para ser un lenguaje necesitase algo que no aparece en el sistema de los signos mismos.) Y en las últimas secciones de las Investigaciones intenta tenerlo en cuenta.
El había hablado de «operar con signos». Y alguien podría decir: «Usted hace que parezca exactamente igual que operar un mecanismo; como cualquier otro mecanismo. Y si esto es todo lo que hay —exclusivamente el mecanismo—, entonces no es un lenguaje». Realmente, no hay una respuesta concisa para esto. Pero es una cuestión importante.
Y también lo es la cuestión de lo que entendemos por «pensar con signos», por ejemplo. ¿Qué es esto? ¿Y es verdaderamente útil la referencia al hecho de hacer rayas con un lápiz sobre un papel? Puede responderse a buena parte de todo esto, insistiendo en que el hablar y el escribir pertenecen a la interrelación con otras personas. Los signos adquieren ahí su vida y es por esto por lo que el lenguaje no es simplemente un mecanismo.
Pero la objeción consiste en que es posible que alguien hiciese todo esto, que hiciese correctamente los signos en el «juego» con otras personas y continuase muy bien, aunque fuese «ciego para el significado».
Wittgenstein usó esta expresión por analogía con «ciego para el color» y «sordo para los tonos». Si yo le digo a usted una palabra ambigua, como, por ejemplo, «banco», puedo preguntarle en qué significado piensa cuando la oye, y usted puede decirme que piensa en una institución como el Banco Minero, o quizá no piense en él sino en un banco de madera[2]. Pues bien, ¿no podríamos imaginar a alguien para quien tal
pregunta no tuviese sentido? Si se le dijese una palabra como ésa, no le atribuiría ningún significado. Y, sin embargo, podría «reaccionar con palabras» a las frases y a otras manifestaciones con que se encontrase y también a las situaciones, y reaccionar correctamente. ¿O acaso no podemos imaginarlo? Creo que Wittgenstein no estaba seguro. Si una persona fuese «ciega para el significado», ¿introduciría esto alguna diferencia en su uso del lenguaje? ¿O bien la percepción del significado cae fuera del uso del lenguaje?
Hay algo erróneo en relación con esta última pregunta; algo erróneo en hacerla. Pero parece mostrar que todavía hay algo oscuro en nuestra noción de «el uso del lenguaje».
O también, si nos limitamos a insistir en que los signos pertenecen a la interrelación con la gente, ¿qué vamos a decir sobre el papel de la «intuición» en relación, por ejemplo, con las matemáticas y el descubrimiento de pruebas?
Mientras existan tales dificultades, la gente seguirá pensando que tiene que haber algo parecido a una interpretación. Seguirá pensando que si algo es lenguaje, tiene que significar algo para nú. Y así sucesivamente. Y por esta razón —para intentar comprender los tipos de dificultades que son— le fue necesario a Wittgenstein entrar en todo el complicado tema de «ver algo como algo» del modo que lo hizo. Y el método tiene que ser allí algo diferente. No puede hacerse tanto con los juegos de lenguaje.
R. R.
Marzo, 1958.