Capítulo 7

A veces, Gray barajaba la idea de comprarse un avión. Uno muy parecido al lustroso y pequeño jet que Rogan había puesto a su disposición y a la de Brianna para el viaje a Dublín le iría como anillo al dedo. Podría encargar que lo decoraran a su gusto y de cuando en cuando podría jugar con él. No había nada que le impidiera aprender a pilotarlo.

Sin duda sería un juguete interesante, pensó mientras se sentaba en el cómodo asiento de cuero junto a Brianna. Y tener su propio medio de transporte eliminaría los ligeros dolores de cabeza que implicaba tener que reservar los billetes y estar a merced de los caprichos de las aerolíneas.

Pero tener algo propio, cualquier cosa, significaba tener la responsabilidad de mantenerlo. Por esa razón prefería alquilar un coche en lugar de comprar uno; de hecho, nunca había tenido coche propio. Y a pesar de que poseer un impecable avión Lear tenía sus ventajas en cuanto a privacidad y comodidad, Gray pensó que echaría de menos la multitud, la compañía y los fallos esperados de los vuelos comerciales.

Pero no esa vez. Deslizó la mano sobre la de Brianna en cuanto el avión empezó a moverse.

—¿Te gusta volar? —le preguntó.

—No lo hago con mucha frecuencia. —La anticipación del despegue todavía le producía en el estómago un vuelco algo intrigante—. Pero sí, creo que me gusta. Me encanta mirar hacia abajo. —Sonrió para sí mientras observaba el paisaje que se desvanecía abajo. Le fascinaba verse a sí misma sobre su casa y las colinas, surcando las nubes para dirigirse hacia otro sitio, supongo que para ti es como una segunda naturaleza.

—Es divertido pensar en el lugar hacia el que vas.

—Y en el que has estado.

—No pienso mucho en eso. Sencillamente estuve allí. —Mientras el avión ascendía, Gray le puso una mano bajo la barbilla a Brie y le volvió la cara hacia la suya, para examinarla—. Todavía estás preocupada.

—No me parece correcto irme así como así, y encima con tanto lujo.

—Culpa católica. —Las vetas doradas en los ojos de Gray se hicieron más intensas cuando sonrió—. He oído cosas sobre ese fenómeno particular. Algo así como que si no estás haciendo algo constructivo, y además disfrutas de no hacerlo, irás directo al infierno. ¿Cierto?

—Tonterías —respondió Brianna resoplando, molesta porque era cierto en parte—. Lo que pasa es que tengo responsabilidades.

—Y tú huyendo de ellas… —Tomó entre sus dedos la cruz de oro que Brie llevaba al cuello—. La ocasión próxima para pecar, ¿no es así? ¿Cuál es exactamente tu próxima ocasión para pecar?

—Tú —le dijo espantándole la mano.

—¡No bromees! —La idea era demasiado atractiva para él—. Me gusta.

—Por supuesto. —Brie se arregló una horquilla que se le había soltado del pelo—. Y esto no tiene nada que ver con eso. Si me siento culpable es porque no estoy acostumbrada a hacer las maletas e irme de un día para otro. Me gusta planear las cosas.

—Planear le quita la mitad de la diversión al asunto.

—Es aún más divertido, según mi manera de pensar. —Se mordió el labio—. Sé que mi presencia en la boda es importante, pero dejar mi casa justo en este momento…

—Murphy va a cuidar de Con —le recordó Gray—. Y estará pendiente de tu casa. —Bastante pendiente, Gray estaba seguro, pues había hablado con Murphy en privado—. El viejo Smythe-White se fue hace días, así que no tienes que preocuparte por ningún cliente.

—Huésped —contestó ella automáticamente arrugando las cejas—. No creo que vaya a recomendar el hotel después de lo que pasó. Aunque se portó muy bien en cuanto al robo.

—No le robaron nada. «Nunca viajo con efectivo, ¿sabe?, pues es una invitación para los problemas» —dijo Gray imitando la voz remilgada de Smythe-White.

Brianna se rio un poco, como Gray tenía la esperanza de que hiciera.

—Puede que no haya perdido nada, pero estoy segura de que no volvió a pasar una buena noche después de saber que alguien había entrado en su habitación y había husmeado entre sus cosas —dijo. Brianna no le había cobrado el alojamiento.

—No creo; yo no he tenido ningún problema. —Gray se desabrochó el cinturón de seguridad, se puso de pie y se dirigió a la cocina—. Tu cuñado es un tipo con clase.

—Sí, lo es. —Brie frunció el ceño cuando Gray volvió con una botella de champán y dos copas—. No abras esa botella. Es un vuelo corto y…

—Por supuesto que voy a abrirla. ¿No te gusta el champán?

—Me gusta bastante, pero…

Su protesta se vio interrumpida por el alegre sonido del descorche. Brianna suspiró como lo habría hecho una madre al ver a su hijo saltar en un charco de barro.

—Bueno —dijo Gray, que se sentó de nuevo y sirvió la bebida en ambas copas. Después de pasarle una a Brie, chocó la suya contra la de ella y le sonrió—. Háblame de los novios. ¿Dijiste que tenían ochenta años?

—El tío Niall sí. —Y puesto que no había manera de volver a poner el corcho en la botella, decidió beber—. La señora Sweeney es un par de años más joven.

—Imagínate… —La idea le divertía—. Entrar en la jaula matrimonial a su edad.

—¿Jaula?

—Tiene demasiadas restricciones y no es fácil salir de ella. —Disfrutando del champán, dejó que le hormigueara en la lengua unos momentos antes de bebérselo—. ¿Fueron novios en la infancia?

—No exactamente —murmuró Brie, todavía con el ceño fruncido por la descripción de Gray del matrimonio—. Ambos crecieron en Galway. La señora Sweeney era amiga de mi abuela, que es la hermana del tío Niall, y le gustaba él. Pero entonces mi abuela se casó y se mudó a Clare, y la señora Sweeney se casó y se mudó a Dublín, y así perdieron el contacto. Muchos años después, Maggie y Rogan empezaron a trabajar juntos y la señora Sweeney descubrió la relación entre las dos familias. Un día escribí al tío Niall para contárselo, y entonces decidió ir a Dublín a buscarla. —Sonrió ante la historia y prácticamente no notó que Gray le volvió a llenar la copa—. Y desde entonces no se han separado ni un segundo.

—Los giros y las vueltas del destino… —Gray levantó la copa para brindar—. Es fascinante, ¿no es cierto?

—Se quieren —dijo Brie escuetamente, y suspiró—. Sólo deseo…

Se interrumpió y miró hacia la ventana.

—¿Qué?

—Deseo que tengan un día maravilloso, memorable. Me preocupa que mi madre los haga sentir mal. —Entonces se volvió para mirar a Gray de frente. Y aunque la avergonzaba, pensó que era mejor poner a Gray sobre aviso, para que no le impactara tanto que Maeve montara una escena—. Ella no quería ir hoy a Dublín ni quedarse en la casa de Maggie. Me dijo que iría mañana, cumpliría con su obligación y entonces volvería a su casa de inmediato.

—¿No le gustan las ciudades? —preguntó Gray levantando una ceja, aunque le parecía que la razón era totalmente diferente.

—Mi madre no es una persona que pueda sentirse contenta fácilmente en cualquier lugar. Debo decirte que puede ser bastante difícil. Además, otro asunto es que no aprueba este matrimonio.

—¿Por qué? ¿Acaso le parece que esos chiquillos locos son muy jóvenes para casarse?

Los labios de Brianna se curvaron en una sonrisa, pero sus ojos no la reflejaron.

—Desde su punto de vista, es dinero casándose con dinero. Y ella… también cree que está mal que hayan estado viviendo juntos de cierta manera fuera del sacramento del matrimonio.

—¿Viviendo juntos? —No pudo evitar sonreír—. ¿De cierta manera?

—Viviendo juntos —contestó Brie con tono mojigato—. Y como mi madre te dirá si le das la oportunidad, la edad difícilmente los absuelve del pecado de la fornicación.

Grayson se atragantó con el champán. Se empezó a reír hasta ahogarse cuando miró a Brianna de reojo, que lo observaba con los ojos entrecerrados.

—Lo siento… Veo que no era una broma.

—A algunas personas les parece fácil burlarse de las creencias de otras.

—No ha sido mi intención —dijo, pero la verdad era que no podía controlar la risa—. Por Dios, Brie, si acabas de decirme que tu tío tiene ochenta años y su pudorosa novia es sólo un poco menor que él. No puede ser que de verdad creas que van a ir a un infierno ardiente sólo porque… —decidió que era mejor encontrar una manera delicada de expresarlo— tienen una mutua y satisfactoria relación física.

—No —replicó, y parte del hielo de su mirada se derritió—, por supuesto que no lo creo. Pero mi madre sí, o dice que sí, porque le da la oportunidad de quejarse. Las familias son muy complicadas, ¿no te parece?

—Por lo que he visto, sí… Yo no tengo una propia por la cual preocuparme.

—¿No tienes familia? —El resto del hielo se derritió y se transformó en compasión—. ¿Perdiste a tus padres?

—Podría decirse eso —respondió, aunque pensó que habría sido más exacto decir que ellos lo habían perdido a él.

—Lo siento. ¿Y no tienes hermanos ni hermanas?

—No —dijo, y estiró la mano, tomó la botella y se llenó la copa de nuevo.

—Pero seguramente tendrás primos. —Todo el mundo tiene a alguien, pensó Brianna—. Abuelos o tíos.

—No. —Brie sólo pudo mirarlo sintiendo mucha pena por él. Ella no podía concebir la idea de no tener a nadie. No podía soportarlo—. Me estás mirando como si fuera un bebé que sus padres abandonaron en una cesta en la puerta de tu casa. —A Gray le pareció divertido y, de una manera extraña, le conmovió—. Créeme, cariño, me gusta así. Sin ataduras, sin lazos sin culpa. —Bebió de nuevo, como para sellar sus palabras—. Simplifica mi vida.

«Más bien la vacía», pensó Brie.

—¿No te molesta no tener a alguien esperándote cuando llegas a casa?

—Me alivia. Tal vez lo echaría de menos si tuviera una casa, pero tampoco tengo una.

El cíngaro, recordó Brie, pero no lo había interpretado literalmente hasta ese momento.

—Pero, Grayson, no tener un lugar propio…

—Sin hipoteca, sin césped que cortar ni vecino con quien lidiar. —Se inclinó sobre ella para mirar por la ventanilla—. Mira, ahí está Dublín.

Brianna lo miró, sintiendo cariño por él.

—Pero cuando te vayas de Irlanda, ¿adonde irás?

—No lo he decidido todavía. ¿Ves? Ahí es donde radica el encanto.

—Tienes una casa magnífica. —Menos de tres horas después de que hubieran aterrizado en Dublín, Gray se encontraba sentado con las piernas extendidas hacia el fuego de la chimenea en la sala de Rogan—. Te agradezco que me hayas acogido.

—Con mucho gusto —dijo Rogan, que le había ofrecido una copa de brandy después de la cena.

Estaban solos por el momento, pues Brianna y Maggie se habían ido a la casa de su abuela a ayudarla con los detalles de última hora.

A Rogan todavía le costaba trabajo imaginarse a su abuela como una futura y nerviosa novia. Y todavía más trabajo le costaba imaginarse al hombre que justo en ese momento estaba elogiando a su cocinero como su futuro abuelo.

—No pareces muy feliz.

—¿Qué? —Rogan se volvió a mirar a Gray y se obligó a sonreír—. No, lo lamento. No tiene nada que ver contigo, supongo que me siento un poco intranquilo con respecto a lo que va a ocurrir mañana.

—¿Nervioso por tener que entregar a la novia? —Lo mejor que pudo hacer Rogan fue gruñir. Entonces, interpretando correctamente a su anfitrión, Gray se mordió la lengua y trató de aligerar la incomodidad—: Niall es un personaje muy interesante.

—Un personaje —murmuró Rogan—. Efectivamente.

—En la cena, tu abuela tenía estrellas en los ojos.

Entonces Rogan suspiró. La verdad es que nunca la había visto tan feliz.

—Están locamente enamorados.

—Pues bien… —Gray le dio vueltas a su brandy—. Nosotros somos dos y él está solo. Podríamos reducirlo, llevarlo a los muelles y montarlo en un barco con destino a Australia.

—No creas que no lo he considerado —replicó Rogan, pero sonrió de nuevo, ahora más relajado—. Uno no puede escoger a la familia, ¿no es cierto? Pero tengo que admitir que ese hombre la adora. Y Maggie y Brie están tan complacidas que me encuentro derrotado y con todos los votos en contra.

—A mí me cae bien —dijo Gray, y sonrió como disculpándose—. ¿Cómo puede caerte mal un hombre que se pone una chaqueta del color de una calabaza de Halloween con unos zapatos de lagarto con borlas?

—Eso es. —Rogan levantó una de sus elegantes manos—. En cualquier caso, nos alegra darte la posibilidad de asistir a una boda durante tu estancia en Irlanda. ¿Estás cómodo en Blackthorn?

—Brianna tiene la habilidad de hacer que uno se sienta cómodo.

—Así es.

La expresión de Gray se ensombreció y frunció el ceño mientras miraba su copa.

—Hace unos días sucedió algo que creo que deberías saber. Brianna no quiere que lo mencione, especialmente a Maggie, pero me parece que tú tendrías que hacerte cargo.

—Cuéntame.

—Alguien entró en el hotel.

—¿En Blackthorn? —Sorprendido, Rogan puso a un lado su copa.

—Brianna y yo estábamos fuera, en el cobertizo que usa para sembrar. Debimos de estar allí media hora, tal vez un poco más. Cuando volvimos a la casa, alguien había puesto patas arriba todo el lugar.

—¿Cómo?

—Sí, lo revolvieron todo —explicó Gray—. Fue una búsqueda rápida y desordenada, diría yo.

—Eso no tiene sentido —comentó Rogan, pero se inclinó hacia delante, preocupado—. ¿Robaron algo?

—Algo de dinero en efectivo que tenía en mi habitación. —Gray se encogió de hombros—. Eso parece todo. Brianna dice que ninguno de los vecinos habría hecho algo así.

—Y tiene razón. —Rogan se recostó contra el respaldo de la silla y tomó de nuevo su copa, pero no bebió—. Es una comunidad muy unida y todos aprecian a Brie. ¿Avisasteis a la policía?

—Brianna no quiso, le pareció que no serviría de nada. Pero hablé con Murphy en privado.

—Buena decisión —aprobó Rogan—. Yo creo que debió de ser un forastero que pasaba por allí. Pero incluso esa posibilidad parece fuera de lugar. —Poco satisfecho con la teoría, empezó a golpetear la copa con los dedos—. Has estado en el hotel durante algún tiempo ya, así que debes de tener una percepción de la gente, de la atmósfera…

—La parada siguiente es Brigadoon —murmuró Gray—. La lógica apunta a que es algo que no se repetirá, y eso es lo que cree Brianna. —Se encogió de hombros—. Sin embargo, creo que esté mal que estés pendiente cuando regreses.

—Por supuesto. —Rogan frunció el ceño—. Puedes estar seguro de ello.

—Tienes un cocinero espléndido, Rogan. —Niall entró empujando un carrito en el que llevaba unos platos y una enorme tarta de chocolate. Era un hombre gordo que exhibía sus quince kilos de más como si fueran una insignia de honor. Y de hecho parecía un alegre Jack O’Lantern con su chaqueta naranja y su corbata verde limón—. Un príncipe es lo que es. —Niall se detuvo y sonrió—. Me ha preparado este postrecito para ayudarme a calmar los nervios.

—Pues yo también estoy un poco nervioso. —Sonriendo, Gray se levantó y empezó a cortar la tarta él mismo.

Niall se desternilló de la risa y le dio a Gray una fuerte palmada en la espalda.

—Éste es mi muchacho. Buen apetito. ¿Por qué no nos comemos esta tarta y después nos echamos un billar? —Se volvió hacia Rogan—. Después de todo, es mi última noche como hombre libre. Se han acabado las fiestas con los amigos. ¿Alguien quiere un whisky para bajar el postre?

—Whisky —repitió Rogan mirando la amplia y sonriente cara de su futuro abuelo—. Creo que me vendría bien.

Y se tomaron varios. Y después, unos cuantos más. Para cuando abrieron la segunda botella, Gray tuvo que entornar los ojos para ver las bolas sobre la mesa, pero, al parecer, seguían moviéndose. Entonces terminó cerrando un ojo del todo.

Oyó que las bolas chocaron unas contra otras y; se alejó de la mesa.

—Un punto para mí, señores, un punto para mí —dijo, apoyándose pesadamente sobre su taco.

—Parece que este yanqui bastardo no puede perder esta noche. —Niall le dio una palmada tan fuerte a Gray en la espalda que casi lo mandó de bruces contra la mesa—. Pon las bolas de nuevo, Rogan, muchacho, para que echemos otra partida.

—No puedo verlas —dijo Rogan despacio antes de levantar una de sus manos frente a su cara y observarla—. No siento los dedos.

—Otro whisky es lo que necesitas. —Niall se dirigió al aparador como un marinero en una cubierta flotante—. Ni una gota —dijo entonces con tristeza levantando la botella vacía—. No queda ni una maldita gota.

—No queda más whisky en Dublín. —Rogan se separó de la pared que lo estaba sosteniendo, pero se tambaleó hacia atrás de nuevo—. Nos lo hemos bebido todo. Ay, Jesús, tampoco puedo sentir la lengua, creo que la he perdido.

—Déjame ver. —Dispuesto a ayudar, Gray puso pesadamente las manos sobre los hombros de Rogan—. Sácala. —Con los ojos entrecerrados, asintió con la cabeza—. Está bien, amigo, y en su lugar. De hecho, tienes dos lenguas, ése es el problema.

—Mañana me voy a casar con mi Chrissy. —Niall se puso de pie y se tambaleó peligrosamente hacia la izquierda, después hacia la derecha; tenía los ojos vidriosos y la sonrisa, brillante—. La pequeña y hermosa Chrissy, la bella de Dublín.

Entonces se cayó de bruces al suelo como lo habría hecho una secuoya. Grayson y Rogan lo miraron desde lo alto, apoyados solidariamente el uno en el otro.

—¿Qué hacemos con él? —preguntó Gray.

Rogan se pasó una de sus dos lenguas por los labios.

—¿Crees que está vivo?

—No lo parece.

—No empecéis el funeral todavía. —Niall levantó la cabeza—. Sólo ayudadme a ponerme de pie, muchachos, y bailaré hasta el amanecer —dijo, y se le cayó la cabeza otra vez, golpeando el suelo con un sonido sordo.

—Niall no está tan mal, ¿no? —preguntó Rogan—. Cuando estoy borracho, quiero decir.

—Es un príncipe. Ven, levantémoslo. No puede bailar sobre la cara.

—Bien. —Se tambalearon hasta Niall. Para cuando pudieron ponerlo de rodillas, estaban sin aliento y riéndose como tontos—. Levántate, imbécil. Es como tratar de mover una ballena varada en la playa…

Niall abrió los ojos, legañosos, echó hacia atrás la cabeza y empezó a cantar con una temblorosa pero conmovedora voz de tenor.

—Si Dios hubiese hecho de vino el mar, yo me habría vuelto pato para nadar —gruñó mientras se ponía de pie, casi mandando a volar a Gray—. Bebamos más, que ante jugo tan sabroso mi gaznate es un brocal.

—Tendrás suerte si puedes nadar hasta la cama —le dijo Rogan.

Niall empezó a cantar otra canción.

—Quiero morir en el pub, donde un moribundo tiene el vino cerca, entonces alegres ángeles entonarán un clamor: Dios sea clemente con este bebedor.

Inspirado por el whisky, Rogan se unió a la canción mientras los tres se tambaleaban.

—Cuando estamos en el pub, vivimos todos sin límite, aunque esté la mente muerta.

La canción divirtió a Gray tanto como a sus compañeros, y entonces, riéndose por lo bajo, se unió al coro. Y con la armonía y el afecto de los borrachos, los tres se tambalearon hasta el vestíbulo. Justo cuando estaban llegando a las escaleras y habían cambiado de canción a Dicey Riley vieron que Maggie y Brie acababan de llegar.

—Bueno, yo diría que no sólo llevaron a la pobre y vieja Dicey Riley a beber, ¿no te parece, Brie? —Maggie y Brie se quedaron de pie a medio camino de las escaleras, examinando al trío que estaba abajo.

—Sí, no sólo a ella. —Poniendo con cuidado las manos sobre sus caderas, Brianna meneó la cabeza—. Por la pinta que tienen, no han bebido lo que se dice unas gotitas.

—Por Dios, es preciosa, ¿verdad? —murmuró Gray.

—Sí —dijo Rogan sonriendo ampliamente a su esposa—. Me quita el aliento. Maggie, mi amor, ven a darme un beso.

—Lo que te voy a dar es un tortazo —replicó, pero se rio y empezó a bajar—. Vaya panda que formáis, sois unos borrachos lastimosos. Tío Niall, tú ya eres lo suficientemente mayor como para comportarte mejor.

—Mañana me caso, Maggie Mae. ¿Dónde está mi Chrissy? —Trató de dar una vuelta para buscarla, pero hizo que sus dos soportes casi cayeran como fichas de dominó.

—Durmiendo en su propia cama, como deberíais estar haciendo vosotros. Ven, Brie, saquemos a estos guerreros del campo de batalla.

—Estábamos jugando al billar —terció Gray, quien sonrió a Brianna—, y yo he ganado.

—Maldito yanqui —dijo Niall afectuosamente, y le plantó un fuerte beso en la boca a Gray.

—Eso está muy bien. —Maggie logró pasar un brazo alrededor a Rogan—. Vamos, éste es el camino. Un pie primero y luego el otro. —De alguna manera, lograron negociar los pasos y dejaron a Niall allí.

—Ve a acostar a Rogan, Maggie. Yo me encargo de éste y luego vuelvo a quitarle los zapatos al tío Niall.

—Cómo van a tener la cabeza mañana. —La perspectiva hizo que Maggie sonriera—. Muy bien, Sweeney, vamos a la cama. Y cuida tus manos. —Puesto que pensaba que Rogan era inofensivo como estaba, dio la orden entre risas—. No tienes idea de qué hacer con ellas en el estado en el que te encuentras.

—Te apuesto lo que quieras a que sí.

—Puaj, hueles a whisky y a tabaco. —Brianna suspiró y puso el brazo de Gray sobre sus hombros y lo ayudó a sostenerse—. Mi tío tiene ochenta años, por Dios, ¿cómo no habéis impedido que beba?

—Ese tal Niall Feeney es una mala influencia. Tuvimos que brindar por los ojos de Chrissy, por sus labios, por su pelo y por sus orejas. Creo que también brindamos por los dedos de sus pies, pero desde ese momento las cosas se empezaron a poner un poco borrosas.

—Y por qué será… Aquí está tu habitación. Vamos, camina un poco más.

—Hueles tan bien, Brianna… —Gray le olisqueó el cuello como un perro, aunque pensó que lo había hecho delicadamente—. Ven a la cama conmigo. Puedo mostrarte cosas, todo tipo de cosas maravillosas.

—Mmmmm. Ven, acuéstate, así. Muy bien. —Con eficacia, Brianna le levantó las piernas, se las puso sobre la cama y le quitó los zapatos.

—Ven, acuéstate conmigo. Puedo llevarte a lugares que no imaginas. Quiero estar dentro de ti.

A Brianna se le cayeron los zapatos de las manos cuando oyó las palabras de Gray. Levantó la cabeza bruscamente, pero él tenía los ojos cerrados y en la boca, una sonrisa ensoñadora.

—Calla ahora —murmuró ella—, duerme —le ordenó, y le puso una manta encima, le quitó un mechón de pelo de la cara y lo dejó roncando.

El sufrimiento era de esperar. Los excesos debían pagarse, y siempre estaba dispuesto a pagar a su manera. Pero parecía un poco extremo tener que pasar una corta y despiadada temporada en el infierno por culpa de una noche tonta.

Sentía como si la cabeza se le hubiera partido en dos. No se notaba por fuera, algo que lo alivió en cuanto pudo arrastrarse hasta el espejo del baño a la mañana siguiente. Estaba demacrado, pero completo. Era obvio que la grieta de su cráneo estaba por dentro.

Probablemente estaría muerto cuando anocheciese.

Se vio los ojos como pequeñas y sólidas bolas de fuego. Tenía la boca pastosa y nauseabunda y sentía una opresión y un vaivén en el estómago, como si fuera un puño nervioso.

Empezó a desear estar muerto antes de que cayera la noche.

Puesto que no había nadie cerca, se permitió emitir algunos quejidos mientras se metía en la ducha. Habría podido jurar que todos los poros de su cuerpo hedían a whisky.

Salió de la ducha con el cuidado de un anciano o un enfermo, se amarró una toalla a la cintura e hizo lo que pudo por eliminar aquel infame sabor de la boca.

Cuando entró de nuevo en la habitación, gruñó y se puso las manos sobre los ojos, para evitar, esperó, que le estallaran. Algún sádico había entrado y había abierto las cortinas para que pasara la luz del sol.

Brianna abrió los ojos de par en par. Además de la toalla, que le colgaba floja de la cadera, Gray sólo llevaba encima algunas gotas de agua que le corrían por el cuerpo.

Su cuerpo era… La palabra exquisito acudió a su mente. Delgado, musculoso, reluciente. Brianna tuvo que entrelazar los dedos y tragar saliva.

—Te he traído el desayuno —apenas pudo decir—. Pensé que te sentirías mal.

Con cautela, Gray entreabrió los dedos apenas para poder ver a través de ellos.

—Entonces no era la ira de Dios. —La voz le sonó áspera, pero Gray temió que si trataba de aclararla, se causaría un daño permanente—. Por un momento pensé que estaba siendo castigado por mis pecados.

—Sólo son gachas, un par de tostadas y café.

—Café —dijo la palabra como si fuera una oración—. ¿Podrías servirme una taza?

—Claro. También te he traído aspirinas.

—Aspirinas… —Habría podido lloriquear—. Por favor.

—Ven, tómatelas primero. —Le pasó un par de pastillas con un vaso de agua—. Rogan está tan mal como tú —le dijo mientras Gray se tomaba las aspirinas, luchando con ella misma por no acariciar la humedad de ese pelo oscuro y rizado—. El tío Niall, sin embargo, está divinamente.

—Pues vaya. —Gray caminó cautelosamente hacia la cama y se sentó despacio, rezando para que la cabeza no se le cayera del cuello—. Antes de que continuemos, ¿tengo que disculparme por algo?

—¿Conmigo?

—Con cualquiera. No estoy habituado al whisky y tengo borrosos los detalles de anoche a partir de la segunda botella. —Levantó los ojos hacia ella y vio que le estaba sonriendo—. ¿Dije algo gracioso?

—No… Bueno, de hecho, sí, pero no es muy cortés por mi parte que me parezca divertido. —Entonces Brianna cedió y pasó una mano sobre el pelo húmedo de Gray igual que lo habría hecho por el pelo de un niño glotón que hubiera comido demasiada tarta—. Estaba pensando que ha sido muy dulce que te hayas disculpado antes que cualquier otra cosa. —Su sonrisa se hizo más cálida—. Pero no, no hay nada por lo cual debas disculparte. Sólo estabas como una cuba, así que te comportaste como un idiota, pero no hiciste nada grave.

—Qué fácil para ti decirlo. —Apoyó la cabeza en una mano—. No suelo beber así. —Gesticulando, extendió su mano libre para coger la taza de café—. De hecho, creo que nunca había bebido tanto de una sola vez, ni creo que vuelva a hacerlo.

—Te sentirás mejor después de que hayas comido un poco. Tienes un par de horas antes de la boda, si te sientes como para ir.

—No me la perdería por nada del mundo. —Con resignación, Gray levantó el tazón de gachas. Olían bien. Tomó una cucharada y esperó a ver si su sistema las aceptaba—. ¿No voy a la boda contigo?

—No, yo me voy en un momento. Todavía hay cosas por hacer. Tú, Rogan y el tío Niall iréis juntos, pues no creemos que podáis meteros en un lío en un trayecto tan corto. —Gray gruñó y se metió otra cucharada de gachas en la boca—. ¿Necesitas algo más antes de que me vaya?

—Ya te has encargado de los puntos más importantes. —Inclinó la cabeza y la estudió—. ¿Anoche traté de convencerte de que te acostaras conmigo?

—Así es.

—Creo que me acuerdo… —Se rio espontáneamente—. No me imagino cómo pudiste resistirte.

—Con trabajo. Bueno, pues entonces me voy.

—Brianna —dijo Gray, lanzándole una mirada rápida y peligrosa—, la próxima vez no voy a estar borracho.

Puede que Christine Rogan Sweeney estuviera a punto de convertirse en bisabuela, pero, aun así, era una novia. Sin importar cuántas veces se hubiera repetido que era una tontería estar nerviosa, se sentía mareada y el estómago le daba vuelcos.

Se iba a casar en unos cuantos minutos. Iba a comprometerse con un hombre a quien quería profundamente e iba a aceptar el compromiso de él para con ella. E iba a ser una esposa una vez más, después de haber estado viuda durante tantos años.

—Estás preciosa —comentó Maggie, que se quedó a espaldas de Christine mientras ella se daba la vuelta para mirarse en el espejo de cuerpo entero.

El traje rosa pálido resplandecía con diminutas perlas bordadas en las solapas. Sobre el brillante pelo blanco llevaba un estiloso sombrero que le hacía juego y del que colgaba un ligero velo.

—Me siento preciosa —repuso, y se rio y se dio la vuelta para abrazar a Maggie y luego a Brianna—. No me importa quién lo sepa. Sólo me pregunto si Niall estará tan nervioso como yo.

—Está caminando de un lado a otro como si fuera un enorme gato —le contestó Maggie—. Y le ha estado preguntando la hora a Rogan cada diez segundos.

—Bien. —Christine dio un largo suspiro—. Está muy bien, entonces. Ya casi es la hora, ¿no?

—Casi. —Brianna la besó en ambas mejillas—. Voy a ir bajando para asegurarme de que todo está en su lugar. Te deseo toda la felicidad… tía Christine.

—Ay, querida —dijo Christine, y le brillaron los ojos—, qué dulce de tu parte.

—No empieces —le advirtió Maggie—, porque de lo contrario todas nos pondremos a llorar. Te haré una señal cuando estemos listas, Brie.

Con un rápido asentimiento de cabeza, Brianna salió deprisa. La casa estaba llena de empleados y camareros, pero una boda era una cuestión familiar, y Brianna quería que todo saliera perfecto.

Los invitados estaban reunidos en la sala; eran una explosión de color y risas. En un extremo, un arpista tocaba notas suaves y ensoñadoras. El pasamanos estaba envuelto con una larga guirnalda de rosas y floreros con rosas decoraban artísticamente todos los rincones de la casa.

Brianna se estaba preguntando si debería pasarse por la cocina, sólo para asegurarse de que todo estaba en orden, cuando vio a su madre y a Lottie. Se dirigió hacia ellas con una amplia sonrisa petrificada en su rostro.

—Mamá, estás fabulosa.

—Tonterías. Lottie me dio la lata para que me gastara un montón de dinero en un vestido nuevo —replicó, pero pasó bruscamente una mano sobre el suave lino de una manga.

—Es precioso, igual que el tuyo, Lottie.

La dama de compañía de Maeve se rio de buena gana.

—Pecamos de derrochadoras, así es. Pero no todos los días asistimos a una ceremonia tan elegante. Y con el arzobispo… —bajó la voz y le guiñó el ojo a Brie—. Imagínate.

Maeve resopló.

—Un sacerdote es un sacerdote, sin importar la ropa que lleve puesta. A mí me parece que debió pensárselo mejor antes de aceptar oficiar en semejantes circunstancias. Cuando dos personas han vivido en pecado…

—Mamá —Brianna mantuvo baja la voz, pero gélidamente firme—, por favor, no empieces, hoy no. Si pudieras…

—Brianna. —Gray se le acercó, le tomó una mano y se la besó—. Estás estupenda.

—Gracias. —Brie luchó por no sonrojarse cuando la mano de él se aferró posesivamente a la suya—. Mamá, Lottie, os presento a Grayson Thane, un huésped del hotel. Gray, te presento a Maeve Concannon y a Lottie Sullivan.

—Señora Sullivan. —Lottie se rio cuando Gray le cogió una mano y se la besó—. Señora Concannon, mis felicitaciones por tener unas hijas tan encantadoras y tan llenas de talento.

Maeve sólo frunció el ceño. El pelo de aquel hombre era tan largo como el de una niña, pensó. Y su sonrisa tenía más que una pizca de diabólica.

—Es usted yanqui, ¿cierto?

—Sí, señora. Y estoy disfrutando de su país infinitamente. Y de la hospitalidad de su hija.

—Los clientes por lo general no asisten a las bodas familiares.

—Mamá…

—No, es cierto —contestó Gray suavemente—. Ésa es otra de las cosas que me encantan de su país: a los extranjeros los tratan como amigos y a los amigos nunca como si fueran extranjeros. ¿Puedo acompañarlas hasta sus asientos?

Sin hacerse esperar, Lottie enganchó su brazo en el de Gray.

—Vamos, Maeve. ¿Con cuánta frecuencia un joven apuesto nos hace un ofrecimiento como éste? Eres escritor, ¿no?

—Así es —respondió Gray llevando a las dos mujeres hacia su sitio. Luego se volvió para mirar a Brianna por encima del hombro y le sonrió engreídamente.

Brianna habría podido besarlo. Y mientras suspiraba aliviada, vio que Maggie le hacía señas desde lo alto de la escalera.

Entonces el arpista empezó a tocar la marcha nupcial mientras Brianna se dirigía a la parte trasera de la habitación. Se le cerró la garganta cuando Niall ocupó su lugar frente a la chimenea y se giró para mirar hacia las escaleras. Tal vez Niall se estuviese quedando calvo y tuviese una buena barriga, pero en ese momento parecía joven, ávido y nerviosísimo.

La habitación bullía de expectación cuando Christine bajó las escaleras lentamente, dio media vuelta y con los ojos brillantes se dirigió hacia Niall. El arzobispo los bendijo y entonces empezó la ceremonia.

—Ten. —Un instante después, Gray se deslizó junto a Brianna y le ofreció un pañuelo—. Tengo el presentimiento de que lo vas a necesitar.

—Es una ceremonia muy bonita —comentó, y se llevó el pañuelo a los ojos. Las palabras la atravesaron como un suspiro: para amarse, para honrarse, para quererse.

Gray escuchó «hasta que la muerte os separe». Una sentencia vitalicia. Siempre había pensado que había una razón por la cual las personas lloraban en las bodas. Le pasó un brazo alrededor de la cintura a Brianna y le dio un apretón amistoso.

—Anímate —le murmuró—. Ya está acabando.

—Apenas está empezando —lo corrigió, y se consoló al descansar la cabeza sobre el hombro de él.

Poco después, los invitados estallaron en aplausos cuando Niall besó a la novia concienzuda y entusiastamente.