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Vivimos en el mundo sin amor tal vez sólo porque

tememos la crueldad del amor…

No nos confesamos nuestra esperanza,

ni siquiera aquella sin la cual vivimos…

La impaciencia de nuestra desesperación reclama

ya sólo la autodestrucción o el milagro.

Y queremos un milagro

sólo para tentar a los santos…