Para el hierro candente del hombre
la mujer no es el agua…
No es agradable ver el propio rostro…
Mejor es vagar por el bosque
y pagar al guarda forestal una ardilla atrapada
con tres martas muertas
y después dejarla en libertad…
¡Qué pronto desapareció en los abetos musgosos,
mientras su última mirada decía:
«Si quieres, espérame hasta el año que viene»!