Octubre II

Para el hierro candente del hombre

la mujer no es el agua…

No es agradable ver el propio rostro…

Mejor es vagar por el bosque

y pagar al guarda forestal una ardilla atrapada

con tres martas muertas

y después dejarla en libertad…

¡Qué pronto desapareció en los abetos musgosos,

mientras su última mirada decía:

«Si quieres, espérame hasta el año que viene»!