Un par de árboles todavía verdes miran agriamente
al parque, desde hace tiempo sin hojas,
por lo fuerte de su aliento, ya que
destila aguardiente por segunda vez.
El lenguaje de los dedos de los sordomudos no es tan loco
como los senos, que comparten aquí tantos rayos
que uno solo les basta.
Pero detrás de un tapiz, a ocultas,
alguien ha bebido ya un vaso
sin tocarlo siquiera con los labios.
Pero detrás de un muro
que con su resonancia aprueba la fuga de las cochinillas,
hay un hombre tendido que lo exige todo
de una mujer ausente…