La Belle Dame Sans Merci

Estaba sentada en un estéreo[40] de madera y cantaba.

Era como si me hubiera herido en la ternura.

Era como si el deseo sin esperanza

hubiera despreciado el llanto acariciando las lágrimas.

Era como si el mismo sol entre nubes hubiera escuchado

a ese tordo que pasa con una cereza en el pico.

Era como si aquella canción de ella hubiera recorrido por encima

incluso ese río vecino tan lleno de truchas.

Era como si… Pero ella dejó de cantar y dijo:

«No vayas allí, hace frío».

Y yo le dije: «¿Dónde? No veo el lugar».