Tal vez el diablo atraviesa los muros,
tal vez la muerte entre, en verdad, por las ventanas,
pero por las puertas cerradas nada más Jesucristo pudo entrar,
y en casa de los apóstoles…
Sólo el ángel de la guarda no entra ni sale,
siempre está con nosotros, conmigo casi cincuenta años,
y, sin embargo, hasta hoy nunca se me ha ocurrido
ofrecerle un vaso de vino.