A Josef Vasica
Nos encontramos en el Puente de Carlos, nevaba.
No lo veía desde hacía casi veinte años.
¿Me quejé? Creo que sí, ya que él me consoló.
Y cuando hablé del pecado dijo delicadamente:
«Sí, ¡cómo le reconoceríamos si no
en el Juicio final!».
Pero al no servir esto de nada afirmó de repente:
«Hijo mío, me parece que ahora en sus versos
desprecia lo abstracto… Su anhelo de simplicidad
sería digno de alabanza si fuera sutil…
Pero parece como si una parte de su espíritu,
la parte más aventurera,
no quisiera estar en poder de dios.
¿O es que no le gusta beber vino?».