¡Qué hermosa es esa muralla de cuarzo en forma de cúpula
que se alza contra los hielos! Desde debajo, el río, como yo,
la admira al estilo antiguo,
y al no saber cómo parangonarse con ella
—sólo a sí mismo se pertenece—, la refleja simplemente.
Comparado con estos pedruscos que el hombre no echó a perder,
qué cruel el destino de las losas sepulcrales y las aras de los altares…
Hoy, por supuesto, sólo se pica piedra para la cárcel.