Lo que son los propios ojos, el hombre lo sabe sólo por las mujeres,
y no precisamente por las mujeres
que se miran al espejo cuando oscurece,
y no precisamente en el momento
en que se para el reloj y la leña se apaga
y los árboles copulan con el viento de adviento.
Tú lo supiste un día por una gitana
sentada junto a una taza de café ya frío,
mientras en los campos se oía la trilladora…
comprendiste entonces que el pudor y la picardía
son también palabras indirectas…
La segunda vez fue durante un escándalo nocturno en Gahatagat.
No sabes siquiera si ella estaba casada con otro,
pero lo de los ojos te lo dijo
como si los dos estuviéramos en un lugar sin retorno,
como si los dos hubiéramos perdido nuestra infancia.
Entonces, con los sentimientos de un asesino por celos,
comprendiste
qué es un beso sólo prestado, no entregado…