Antaño era eso un balneario… Hoy ni el viento llega hasta aquí
e incluso esas cornejas desteñidas por la lejanía apenas si recuerdan
los pantalones de tenis hervidos a fondo
y la trampa de las ligas femeninas…
Y desde luego tampoco están aquí los espíritus malignos
ya que relegados hace tiempo a los países sin agua
no hubieran podido alimentarse más que de lo húmedo y enmohecido aquí,
aquí donde no hay diferencia entre el techo y el suelo…
Nada más los muros, agrupados como un tiro
y derrumbándose hasta la cintura,
descubren allí, en un patio de hostal,
a un jorobado que, con los vestidos heredados de Strauss,
acaba de talar todos los árboles y matorrales,
sólo para no tener que barrer en otoño
las hojas muertas…