Observando las manchas del sol en un hojarazno

¡Qué imperceptible es sobre este tronco

y qué involuntariamente avergüenza a aquel momento

en que Pitágoras, en su amor por los jóvenes,

pisó el pie del teatro

y descubrió su muslo de oro!

¡Qué modesto y qué indiferente a hacerse un nombre,

un nombre de benefactor o como se diría: de testigo,

aunque no debiera ser así!

Qué dulce es, calurosa y partidaria de la vida en esta vida,

donde por otra parte todo resulta tan incierto,

que hasta una acción de gracias sigue siendo una petición…