Niebla… El bosque echa al fuego las ramas verdes…
El ave posa para su propio silencio…
Sin ribetear, con el borde deshecho, una hoja en posición nula
presiente una palabra tan grávida, que debería estar encerrada
en un libro imposible de sostener en la mano…
Hasta el poema más largo del mundo
se queda en el título y le falta el final.
Pero quien lo ha empezado ya no sabe cómo seguir,
tiene que volver al primer verso.