Tú, tal vez primer palafrenero en los establos de Pegaso
y más tarde quien ya con todo su ser
se exaltaba con la caída de los líridas hasta la nobleza misma,
con qué dificultad te planteas hoy las preguntas capitales,
aun cuando todo te persuade
a volver simplemente, pongamos por caso, a los gorriones de estación
y a palpar finalmente tu rostro pobre,
¡ese rostro con la máscara nada más en las manos!