Al alba empezó a caer la primera nieve. Joven y pura
como lo son únicamente la promesa y la ofrenda,
o tan sólo el fantasma, al que sienta bien la belleza fugitiva.
Pero incluso antes de que los mortales,
al contemplar su presencia,
confesaran —aunque fuera nada más con medio guiñó—
la ebriedad de la nostalgia y el suplicio del deseo,
la tierra se apresuró a tener sed y él empezó a desvanecerse.
Pero incluso antes de que esto sucediera
comprendiste por algunas huellas
que mientras uno va ligero, otro sólo marca el paso…