Después de San Martín I

Al alba empezó a caer la primera nieve. Joven y pura

como lo son únicamente la promesa y la ofrenda,

o tan sólo el fantasma, al que sienta bien la belleza fugitiva.

Pero incluso antes de que los mortales,

al contemplar su presencia,

confesaran —aunque fuera nada más con medio guiñó—

la ebriedad de la nostalgia y el suplicio del deseo,

la tierra se apresuró a tener sed y él empezó a desvanecerse.

Pero incluso antes de que esto sucediera

comprendiste por algunas huellas

que mientras uno va ligero, otro sólo marca el paso…