Siempre que Cleopatra tenía que atravesar un desierto
ordenaba erigir en él pilones masculinos.
Cuando tenía que atravesar praderas
invocaba a Hécate, la diosa-rana,
que protegía a las madres.
Pero cuando descendió por el río,
excitada en los pezones hasta la memoria de sus muslos,
comprendió que el barco de imágenes no era un barco imaginario.
Lo que es sólo poético mata a la poesía…