A Jaroslav Seifert
«¿Cómo no ser?», te preguntas y hasta acabas por decirlo en voz alta…
Pero el árbol y la piedra lo callan,
aunque ambos son hijos de la palabra y por tanto mudos,
ya que la palabra se asusta de ver lo que ha sido de ella…
Pero los nombres aún los tienen. Los nombres: pino,
arce, álamo temblón… Y los nombres: feldespato,
basalto, fonolita, amor… Bellos nombres,
sólo que asustados de ver en qué se han convertido.