Todas las cárceles del mundo están construidas
con las piedras que cayeron sobre Jesucristo.
Y siguen haciéndolo las manos de los ricos
de modo que no pueden dar la mínima limosna.
Por ello, cárcel tras cárcel, siguen creciendo
y casi todos estamos ya presos en ellas
y en ellas perecemos, como si el mismo Dios hubiera querido
estar en nosotros, sólo que sin nosotros…