Noche de insomnio

Estaba solo, completamente solo,

incluso el sueño nocturno me había abandonado…

De pronto me pareció oír no unas palabras sino unos sonidos,

unos sonidos siempre en tres suspiros

como viento y harina…

«¿Qué puede ser eso? ¡No hay tiempo que perder!»,

mascullé, y enderezándome el cabello con un trago de vino

me puse en pie y, desnudo, palpé en la oscuridad

y un momento después la negra fiebre de mi mano

abría el armario… En su interior las polillas agitaban los trajes…

Soy más mortal que mi cuerpo.