Pero el tiempo

«¿Qué hay en tu corazón», me preguntó la vida.

Era una pregunta tan brusca,

buscaba tan poca excusa,

que quise responder: ¡Nada!

Pero el tiempo (que en pie junto a una columna de piedra

obligó hace mucho a sentarse a todas las catedrales)

me dijo: «¡Mentiroso, ese lugar que en ti

han ocupado las mujeres

sólo en el infierno permanece vacío!».