Éste es el momento en que hay que cubrir de cenizas
el fuego de la chimenea…
Lo hacen las manos de tu vieja madre,
manos que tiemblan
pero cuyo temblor sigue siendo
medida y comprobación… Acunado por ellas te duermes
y estás bien… Costumbre, calor, gozo y calma,
familiaridad del aliento de algo que es casi paradisíacamente animal,
este ser entregado y oferente,
cuando a ti mismo te pierdes,
niegan que tengas más de cuarenta años.
Y, en efecto, si sollozas cara a la mañana
es solamente porque el niño
nunca se ríe mientras duerme,
sino que llora siempre… ¡Niño!