Aquella vez

Algunos días, antes de que ardiera el templo de Apolo en Dafne,

uno de los sacerdotes empeñó los ropajes del servicio divino

y huyó con el dinero del culto.

Estuvo huyendo durante muchas noches y se detuvo una mañana

al llegar a Follaral, delante de una taberna,

en la cual presintió un tonel, una corona de ajos y carne secada al viento.

Entró, se sentó y pidió comida y bebida.

Cuando la tabernera le llevó la jarra,

le dijo: «¡Estando encinta no debería comer pepitas de calabaza!».

«¿Cómo ha podido usted adivinarlo?

Es que me gustan tanto…», dijo ella.

Pero él se sirvió vino, miró todavía un momento

su vientre como miramos

la tormenta que se acerca durante la cosecha,

tal vez quería gustarle, pero lo dejó estar,

no le contestó, no le preguntó dónde estaba su marido,

no le preguntó por quién lloraba en secreto,

sonrió, recordó, fue vaciando la jarra y esperó la cena…