Balada II

Vagaba por el lodoso dique del vivero,

cuando de pronto oyó una voz, una voz en el lenguaje de las vírgenes:

Nigra sum sed formosa!

Y vio a Atenea,

en el momento de prepararse para la batalla delante de Troya,

se quitó su femenina túnica talar

y se puso la falda corta

de modo que al mínimo movimiento

pudo ver su línea infernal…

Como su corazón no era medroso y su deseo sólo prudente,

por lo que empujaba a veces hasta una gran tentación,

para qué contentarse con un indicio —

miró sólo allí y se deslizó en el vértigo

tras un zapato de barro…

A las anguilas, desde luego, les gusta la grasa humana…