Anteayer

Anteayer talaban las ramas de los abedules y los hojaraznos

por causa de los hilos del telégrafo.

Se torna amargo, oprime y se queda.

Si no se mueve el espíritu no hay movimiento…

¡Cuántas noticias amables oí hasta hoy

del ramaje murmurante!

Ahora el tintineo preciso del cobre dice:

«Ven enseguida. Tu hermana está muriendo».