Tiembla en el plátano la última hoja
pues sabe bien que no es firme
aquello que no tiembla.
Yo tiemblo, Dios mío, ya que presiento
que pronto moriré y debería ser firme.
Cae también de cada árbol la última hoja
pues no desconfía de la tierra.
De cada hombre caerá a su vez la última hipocresía,
ya que la tabla del depósito de cadáveres es perfectamente simple.
La hoja, Dios, no necesita pedirte nada,
le diste el crecimiento y ella no lo deformó.
Pero yo.