No son tiempos, actualmente, para canciones sobre la triple rosa.
De buenas a primeras, confiesas tu eterno amor a una muchacha,
poco después te excusas porque el vestido de bodas no ha llegado todavía,
y acto seguido, en vez de un anillo, le das
un guante envenenado.
No hay que ir a los hospitales ni a los entierros.